CAPÍTULO OCHO

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CAPÍTULO OCHO.
MALDICIÓN SECTUMSEMPRA 


— ¡Asesinato! ¡Asesinato en el lavabo! ¡Asesinato! —soltó Myrtle con un sonido ensordecedor.

La puerta se abrió rápidamente. Harry volvió la cabeza, más que aterrado, rezando entre dientes porque fuese una entidad superior al rescate. Snape ingresó al baño siendo flaqueado por Lockhart y, cuando ambos se distanciaron del profesor, quedaron anonadados mirando cómo pasaba la varita por el agonizante cuerpo de Draco, quien jadeaba debido al dolor.

Las heridas iban cerrándose delicadamente.

Harry permanecía estupefacto mientras que observaba la escena. Estaba sacudiéndose violentamente cuando Cordelia se detuvo impetuosa a su lado. Ella quería matarlo.

— Vas a pagar cada maldita cicatriz. —musitó.

Nunca había sentido tantas ganas de matarlo.

Harry permanecía horrorizado, con las manos temblándole bruscamente por la escena que presenciaba, apenas consciente de que también estaba empapado de sangre y agua. Él mismo había comenzado todo eso. La prefecta le dedicó una mirada preocupada al moribundo Malfoy e instantes después la desvió al profesor, quien persistía blanco como la leche.

— ¿Podrá salvarlo, profesor Snape?

— Manténgase en silencio, Lockhart.

No era estúpida. Esas heridas de tanta gravedad eran causadas por la maldición Sectumsempra. Podría tener un ataque existencial. Finalmente, Potter había tomado total control del imponente libro de Pociones Avanzadas que perteneció a Snape. Estaba demasiado cansado. Draco tenía demasiada suerte, ahí tendido mientras era atendido por manos expertas.

De no ser así, habría muerto desangrado. Y Snape habría muerto con él. Quedarían cicatrices.

— Señorita Lockhart, prepárese para llevarlo a la enfermería.

Ella avanzó con velocidad.

— Por supuesto, profesor Snape.

El Juramento Inquebrantable peligraba: si Snape no lograba salvarle, entonces él también debía despedirse del mundo de los vivos. Cordelia tragó en seco, asustada, y se obligó a inspirar por la nariz para calmar los nervios que le carcomían la cabeza.

Estaba a punto de sacar su varita para lanzarle una maldición imperdonable a Potter, quien yacía despavorido junto a ella. Cordelia se preguntó seriamente qué le impedía hacerle el trabajo más fácil al Señor Tenebroso y matar al elegido.

Todavía sentía su propia piel quemándose cuando Voldemort atacó con incontables maldiciones imperdonables, castigándola debido a su evidente fracaso el Departamento de Misterios. Realmente, ella también tenía culpa de que se hubiesen llevado a Lucius Malfoy a Azkaban.

Cordelia se permitió respirar tranquila cuando las heridas del rubio se cerraron al tercer intento. Ya todo estaría bien.

Ambos hombres tendidos en el suelo estaban fuera de cualquier peligro. Snape levantó a su ahijado del suelo con demasiado cuidado, como si temiese causarle un nuevo daño.

Ella supo que estaba asustado también.

Se les acercó casi de inmediato para coger la cintura del chico para ayudarle a mantener el equilibrio. Apenas y podía mantener los ojos abiertos. De hecho, se extrañó completamente que no se vomitara encima por la sensación perdida de su cuerpo.

— Lockhart, lleve al señor Malfoy a la enfermería de inmediato. —Severus, exhausto, ordenó con la voz cargada de tenacidad—. Debe tomar díctamo inmediatamente o quedarán cicatrices. Rápido, Lockhart.

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora