CAPÍTULO DIECINUEVE

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CAPÍTULO DIECINUEVE.
UN AMOR QUE NO PUDO SER



— Cordelia... —susurró Harry.

— ¡Aléjate de él! ¡Murió por ti, por tu culpa!

Cordelia estaba histérica, dolida y desesperada. Entonces, su nublada mirada cayó sobre el frasco que contenía un líquido muy transparente. Eran las lágrimas de Snape.

— ¡No tienes el derecho de ver sus recuerdos! ¡Murió por ti y por culpa de tu maldita madre! —sollozó.

Tenía el corazón roto; no podía pensar con claridad. Lo único que podía hacer era permitir fluir aquellas lágrimas que quemaban sus mejillas. Nunca podría aplacar aquel llanto. La muerte, tarde o temprano llegaría, pues el trabajo de ambos era tan peligroso que estaba convencida que uno de los dos terminaría muriendo.

Cordelia no estaba preparada para existir en un mundo sin Severus, realmente. Las náuseas le inundaron de una manera tan abrupta que sintió que sus piernas iban a ceder en cualquier momento. Le hubiera abrazado antes de partir si hubiese sabido que no iba a verlo nunca más.

Las lágrimas eran tan ácidas que le dolía más sacarlas que mantenerlas dentro. Descubrió tener las manos manchadas con sangre fresca. Sin embargo, desconoció si pertenecía a ella o a su amado. Ni siquiera le importó. Su prometido estaba muerto.

Gritó hasta sentir su garganta desgarrarse.

Lloró ahí, en su pecho, aspirando su aroma.

— Snape ha muerto por su propia culpa. —Ron, sin empatía ni corazón, contestó. Entonces recibió un puntapié por parte de Hermione—. ¡Por favor, seamos honestos ¡Él estaba más que demente! Su muerte le da un poco de luz al panorama.

Ron brincó cuando un maleficio casi lo asesinó.

Cordelia seguía llorando cuando lo apuntó con la varita en advertencia. La sangre de Snape cubría su túnica y su rostro. Estaba sufriendo. Chilló audiblemente; y la mano que sujetaba su varita cayó sobre el pecho del inerte profesor.

— Largo de aquí. Severus, Severus...

No hubo que decir más cuando Hermione arrastró a los dos chicos por el túnel, dejando la fatídica escena atrás.

Una vez se encontró sola, todavía llorando, pegó su frente al pecho del hombre y no le importó cubrir aún más su rostro de su sangre. Lloró en su pecho, deseando que alguien llegara y pusiera fin también a su vida, que Voldemort regresara a esa deprimente habitación y después le lanzara un Avada Kedavra.

Quería dejar de respirar, abandonar todo, descansar...

Ella sabía más que nadie lo que era Severus; un canalla, un hipócrita, un interesando... un traidor. Pero se amaban. Gritó, desesperada, hasta que sintió la garganta desgarrarse. Anheló sentirse más adolorida; el corazón bombeaba presuroso. Quería arrancárselo de un tirón y acabar con esa locura.

Inspiraba con dificultad, en llantos porque no podría ver de nuevo el rostro de su amado. Severus mostró en el transcurso de su vida una apariencia fría y cruel, aunque siempre fue una máscara para evitar que vieran su parte más débil, porque él era tan humano como todos. Ella se sentía ahogada, perdida en la nada, con un montón de sentimientos torturándola.

La vida era tan injusta que daba náuseas.

Solo podía pensar que su prometido había muerto. Hay personas destinadas a estar juntas, aunque se separen miles de veces. Lo besó, compartiendo un ósculo débil.

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora