CAPÍTULO CUATRO

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CAPÍTULO CUATRO.
DEFENSA CONTRA LAS ARTES OSCURAS


Marcaba medianoche cuando los prefectos de Slytherin se adentraron sigilosamente en la biblioteca del colegio, buscando libros iluminados por sus varitas; e iban callados, casi sin poder verse uno al otro. La tarea era sumergirse en la sección de magia oscura para buscar hechizos útiles que mataran a Dumbledore. Como si fuese así de simple. Fueron por hileras distintas, aunque siempre a la vista ajena, mirando sus gestos.

No les preocupaba ser encontrados por Argus, porque con un simple movimiento de varita podrían eliminarle los recuerdos. O encontrarían protección bajo la sombra de Snape. Sin embargo, Cordelia se deslizó por los pasillos con cautela, buscando no un libro de magia oscura, sino alguno donde cometer asesinato sin implicar la varita. Algo muggle funcionaría.

Burgin & Brukes podía ser su más rápida solución, pero sería un completo problema para ambos salir del castillo y volver con la mercancía. Ni siquiera podían usar la Red Flu, porque Minerva tuvo la magnífica idea de desconectarla para evitar al máximo su uso. Nunca había odiado tanto a una profesora.

Bueno, excepto a Dolores Umbridge. Esa perra se merecía el primer lugar.

Marcaba medianoche cuando los prefectos de Slytherin se adentraron sigilosamente en la biblioteca del colegio, buscando libros iluminados por sus varitas; e iban callados, casi sin poder verse uno al otro. La tarea era sumergirse en la sección de magia oscura para buscar hechizos útiles que mataran a Dumbledore. Como si fuese así de simple. Fueron por hileras distintas, aunque siempre a la vista ajena, mirando sus gestos.

No les preocupaba ser encontrados por Argus, porque con un simple movimiento de varita podrían eliminarle los recuerdos. O encontrarían protección bajo la sombra de Snape. Sin embargo, Cordelia se deslizó por los pasillos con cautela, buscando no un libro de magia oscura, sino alguno donde cometer asesinato sin implicar la varita. Algo muggle funcionaría.

Burgin & Brukes podía ser su más rápida solución, pero sería un completo problema para ambos salir del castillo y volver con la mercancía. Ni siquiera podían usar la Red Flu, porque Minerva tuvo la magnífica idea de desconectarla para evitar al máximo su uso. Nunca había odiado tanto a una profesora.

Bueno, excepto a Dolores Umbridge. Esa perra se merecía el primer lugar.

Las luces de sus varitas chocaron entre sí. Draco le miró con suspicacia y la muchacha soltó un suspiro. Aquella tarea iba a ser más difícil de lo imaginado. Cordelia le pasó por un lado con lentitud para caminar hacia otra zona de la biblioteca, aunque ciertamente estaba comenzando a darse por vencida.

Dumbledore no se los pondría tan fácil. Había eliminado toda señal de libros malignos de la biblioteca, seguramente para encerrarlos en su despacho.

Incluso Draco parecía ido en sus pensamientos. Cordelia se aproximó rápidamente a él, observando qué tenía en su mano; la mano derecha sostenía un antiguo libro con páginas amarillentas, donde información valiosa sobre las maldiciones imperdonables reposaban. Instrucciones que detallaban paso a paso cómo se conjuraban. Además, cómo poder repelerlas.

Cordelia se mordió el labio sutilmente.

Odiaba la maldición Cruciatus por encima de todas. No tenía idea sobre cómo podía bloquearla porque, según entendió por Snape, era completamente imposible. La solución más práctica resultaba evadirla o esconderse tras un objeto grueso. Quizá él podría inventar algún antídoto para eso.

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora