CAPÍTULO SEIS

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CAPÍTULO SEIS.
CASTIGO EN EL BOSQUE PROHIBIDO


Definitivamente estaba desconcentrado.

Snape apretó la varita entre sus dedos, frustrado, mientas mantenía una expresión preocupada. Ese castigo debía estar más que prohibido... y él, aun así, se lo había impuesto. Exponer la preciada vida de un estudiante, de Cordelia, incluso bajo grandes protecciones de hechizos, era descabellado. Ningún hechizo la defendería de las criaturas que habitaban el bosque.

Él suspiró, más que frustrado, casi entrando en pánico, reclamándose a sí mismo por el errado comportamiento y el dichoso orgullo que envió a Cordelia, a su Cordelia, a tan horrible escenario. Aunque no debía preocuparse por ella.

Por algún motivo, las manos le sudaban sin control alguno. Aclaró su garganta y se deslizó por el despacho en búsqueda de realizar alguna poción, intentando distraerse.

Cordelia estaría bien, era una mortífago. Poseía la Marca Tenebrosa en su brazo derecho. Además, sobresalía en Defensa contra las Artes Oscuras. Sabría detener cualquier ataque.

Duró aproximadamente veinte minutos desconcentrado y frustrado, pues incluso parecía haberse olvidado los ingredientes necesarios para realizar la poción. En grandes zancadas dejó la habitación sujetando su sombría varita, como solía decirle su incorregible estudiante, entre los dedos. El presuroso corazón bombeaba en su pecho. Con fuerza, abrió las puertas dobles intentando mirar quién o qué podría acercarse.

La luz de la cabaña de Hagrid estaba apagada.

Se quedó allí de pie, reflexionando si realmente era necesario ir a buscar a la muchacha de cabellos escarlatas. ¿Qué excusa pondría si la sacaba del castigo? Tal vez usando un Obliviate podría deshacerse del guardabosques; pero el verdadero problema era ella. ¿Qué le diría a la astuta señorita Lockhart si iba a rescatarla de la oscuridad nocturna?

No tuvo que pensar mucho más.

Unos pasos sigilosos le hicieron alzar la cabeza en estado de alerta, pero no era un enemigo. Cordelia se desplazó hasta él con el cabello envuelto en una trenza francesa que le daba aires llamativos. Sintió el alma regresándole al cuerpo.

— Profesor Snape. —Cordelia, sorprendida, lo saludó con una pequeña sonrisa en sus pálidos labios. Estaba preciosa; el pelo escarlata casi brillaba—. Es una noche bonita, ¿cierto?

Severus quiso responder que sí.

— Espero que no esté buscando castigos en el Bosque Prohibido solo para disfrutar de la frescura de la noche, señorita Lockhart. —dijo, venenoso—. Váyase.

La muchacha asintió sin ganas de refutar. Lo único que deseaba era darse un baño y quitarse la suciedad de encima. Dormir todas las horas posibles. Subió las pequeñas escaleras mirando siempre al frente, melancólica.

— Gracias por preocuparte, Severus. —susurró.

Quiso, de verdad, sonreírle. Por el contrario, Severus la vislumbró por encima del hombro unos cuantos segundos, luego regresando toda atención a la oscuridad. Definitivamente debía estar bajo efectos de una poción de amor, pues las calientes y tormentosas ansias de envolverla entre sus brazos y arrancarle gemidos estaban haciéndole perder toda cordura.

No recordaba haber manipulado Amortentia esas últimas horas, pero sí que se sentía embrujado por ella.

La señorita Lockhart solo era una jovencita hormonal que buscaba seguridad en sus brazos, producto de haber perdido a su padre, y no existía más que atracción sexual. Si tenía la desdicha de estar enamorada de él, entonces simplemente sentiría lástima por observarla ilusionándose con escenarios que nunca ocurrirían. Aunque, conociéndola, ella incluso buscaría una dolorosa y cruel manera de hacerle pagar por rechazarla.

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora