EXTRA DOS

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LAS LEYENDAS NUNCA MUEREN

VIVEN EN BOCAS DE GENERACIONES FUTURAS

VIVEN EN BOCAS DE GENERACIONES FUTURAS

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Una hija. Cordelia le había dado una hija. Y era tan preciosa como alguna vez se la imaginó.

Sin dudarlo la tomó entre sus brazos cuando la sanadora lo solicitó y apreció sus facciones con una apretada sonrisa en el rostro, incrédulo que de que había conseguido tener una familia sin siquiera planearlo. 

Cordelia estaba mirándole fijamente; podía vislumbrar sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo hecho, el cabello escarlata pegado a su frente y su respiración continuaba siendo anormal.

¿Quién habría pensado que el espía terminaría casado con su estudiante y, rompiendo todos los paradigmas que alguna vez se hizo, teniendo una hija preciosa? Su timidez fue notoria cuando acarició las sonrosadas mejillas de la bebé. Aún paseaba por la habitación.

— Severus. —escuchó el débil llamado de su esposa. Se hallaba envuelta en una túnica azul; sus cabellos recogidos en una coleta alta que le arrojaban menos años de los que tenía—. Veo que te ha dejado embelesado. Nunca pensé ver algo así.

Llevaba razón. No podía dejar de mirar a su hija.

— ¿Qué más querías?

No dejaba de mirarla, de acariciar sus pómulos sonrojados y repetirse que era la niña más hermosa que había visto jamás. Cordelia se incorporó de la cama y se aproximó a su familia esbozando una apacible sonrisa, también carente de palabras que pudiesen expresar su felicidad. Se quedaron observándola bastante rato junto al ventanal, memorizando sus facciones y debatiéndose silenciosos con quién poseía mayor parecido.

— Sin dudas ha sacado la gracia de su madre. —dijo ella.

— No me atrevería a ponerlo en duda.

Lily, como habían decidido llamarla después de tanto deliberarlo, poseía un rastro de cabello escarlata en su cabecita y deslumbraba con ojos oscuros heredados de su orgulloso padre. Aunque no sabrían realmente de qué color serían hasta mucho más adelante.

El mago no se atrevía a despegarse de ella ni porque le ofreciesen el mundo entero. Se hallaba maravillado observando a una personita que no esperó jamás, pero ahora sabía que siempre anheló. La anciana sanadora la había catalogado como «hermosa y perfecta, digna descendiente de héroes verdaderos».

Cordelia la arrulló en el momento preciso antes de que comenzara a llorar y la alimentó perdida en sus oscuros ojos que no ostentaban malicia alguna. La tranquilidad volvió a reinar. Snape se quedó flaqueándolas con una débil sonrisa en su rostro, repitiéndose lo afortunado que era por haber tenido una segunda oportunidad.

— No estoy seguro de llamarla Lily.

Su esposa no se inmutó.

— ¿Por qué? —preguntó serena, después le miró—. ¿Todavía la amas?

— No. No de esa manera. Dejé de amarla cuando encontré ganas de vivir con tu forma de quererme y anhelarme. Cuando estuve cerca de morir fuiste la primera y última persona que conmemoré y dediqué mis últimos suspiros. Juré amarte por el resto de mi existencia, Cordelia. Juré serte fiel hasta que la muerte nos separe. Juré que iría tras de ti si el destino, que continúo incrédulo de su efectividad, decidiese separarnos. 

— ¿Entonces?

— Escúchame bien: tú y mi hija son lo único que me importa.

Cordelia esbozó una sonrisita, lágrimas corrieron con sus mejillas y sintió la impetuosa necesidad de abrazarlo, pero Severus no se lo permitió alegando que incomodaría a su hija. Rápidamente él quien unió sus labios es un tenue beso cargado de afecto. 

Lucían como una hermosa familia feliz.

— El nombre de nuestra hija, Lily Cordelia. Significará superación para nosotros a partir de este momento. Quien fue tu amor durante años dejó de atormentarte y ahora encontraste afecto en una pequeña creatura que amarás por el resto de tu vida. Y me querrás a mí como su igual.

Snape evitó sonreír porque supo que se rompería en miles de fragmentos. ¿Cuándo su anterior alumna había encontrado la madurez necesaria para ser madre?

— Así será, mocosa insensata. —respondió.

Depositaron a la pequeña en su cuna cuidando de no despertarla. Cordelia después se acurrucó en el pecho de su amado y se dejó envolver en sus caricias mientras cerraba los ojos por el cansancio. Severus le dedicaba tiernos besos en la frente sin dejar de mimar sus cabellos escarlatas, demostrando con acciones los pensamientos que inundaban su impredecible mente.

— Creo que ya dejé de ser insensata...

— Para mí nunca dejarás de serlo. —Severus conectó sus ojos con los de ella—. No cambies nunca, Cordelia. Sería insoportable adaptarme a una nueva faceta.

Y ella casi pudo visualizar una lágrima deslizándose por su mejilla cuando la abrazó impetuoso, cuidando de no causarle ningún daño que pudiese perjudicarla, siempre manteniendo un carácter apacible que demostraba sus sentimientos. Snape no había cambiado en nada. 

Cordelia lloró en el pecho de su profesor de regocijo, sintiéndose dichosa por haber podido formar una familia con el hombre que amaba con desquicio, encariñándose con su actitud predecible que siempre funcionó en aquella relación que todos miraban con malos ojos.

Veintidós años de diferencia eran nada para ambos. Una vida entera juntos sonaba mucho mejor. Había muchas maneras de encontrar el amor sin buscarlo.

— Te amo, mi adorable insensata. Te amo y nunca me cansaré de decirlo.

— También le amo demasiado, profesor. —respondió con las lágrimas recorriendo sus sonrosadas mejillas—. Te amo desde el momento en que nuestros ojos se conectaron por primera vez, desde que nos encontramos esa noche en la Torre de Astronomía y mucho más que eso... ¿me permites amarte hasta que la muerte nos separe? 

Él se quedó mudo, escuchándola sin escuchar.

— Porque te amo con desquicio, Severus Snape.

Y sus palabras fueron silenciadas con un beso apasionado.  

The Queen & The Prince | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora