La bruja

2.2K 95 0
                                    

Cuanto más lo pensaba más extraño era para mi. Yo no era de esas cursis que necesitaban decir a sus chicos ( y digo sus chicos porque aún se me hace extraño la palabra novios) un cosita, gordi, amor, cielo, mi vida, etc..

1) Cosita, me hace pensar en cosas monas y peludas como un conejo. Digamos que Sean y los conejos no se parecen mucho.

2) Gordi, me llama a mi alguien gordi y le llamo yo a él seboso.

3) Amor, pufh para mencionar esa palabra necesito mentalizarme unos cuantos minutos 

4) Cielo, así me llamaba mi abuela cuando era pequeña y quería que la llevara algo

5) Mi vida, no podría pensar en alguien como si fuese lo único de mi vida y no podría ser tan hipócrita de decirlo de gratis. Eso no va conmigo.

¿Y qué le iba a llamar yo a Sean? Necesitaba un manual o algo así para no meter demasiado la pata.

 Daba vueltas en la cama mientras pensaba en todas estas cosas, pueden parecer chorradas pero me estaban provocando un auténtico dolor de cabeza. Después de unas 500 vueltas conseguí dormirme, lo necesitaba, mi cabeza estaba al borde del colapso.

A la mañana siguiente parecía que al fin me había levantado con el pie derecho. Aunque con mi suerte fijo que en realidad fuera a ser un día de mierda. Las chicas de mi cabaña ya habían salido pero yo no había acabado de prepararme. Cogí mi camiseta de Jack Daniels y unos pantalones cortos y salí volando de la cabaña. Cuando llegué a donde se daba el desayuno había entrado todo el mundo, menos Sean que me estaba esperando.

-Hola Mel

-Siento haber llegado tan tarde es que...

-Da igual,pero venga, entremos que estoy muerto de hambre.

Me cogió por la cintura y entramos. La mayoría de gente estaba charlando porque ya habían acabado de desayunar. Íbamos a sentarnos cuando una chica nos habló, era una de las monitoras.

-Chicos, ¿habeís visto la hora que es?

-Pues no la verdad...

-Es que él me estaba esperando porque me he retrasado cambiándome por la mano.- interrumpí a Sean porque le notaba nervioso

-Aún así ya sabeís que los horarios son estrictos. Olvidaros de las actividades que tengaís asignadas hoy, tendreís que ayudar en la cocina y espero que no se repita. Ahora daros prisa que luego teneís que recoger el comedor.

La chica se fue y nos sentamos a desayunar.

-Maldita bruja.

-Bueno, no sé que te tocaría a ti pero yo prefiero estar con mi pelirroja limpiando a tener que recoger estiércol.

-¿Has visto lo grande que es esto? Tardaremos un siglo en recoger.

-Bueno no hay prisa, deja de quejarte gruñona.

-Yo no soy gruñona...

-Eres una pequeña gruñona, acéptalo.

-Nunca.

Aprovecho mi falso enfado para darme un beso que no esperaba pero del que llevaba teniendo ganas desde el momento en el que me saludó.

Esta vez no fue Raúl quien nos interrumpió, fue la cocinera.

-Vosotros dos, menos besos y a recoger que hay mucho que hacer.

El se rió y yo no pude evitar hacer lo mismo.

-Siempre llegan en lo mejor, eh.

-Será que siempre estamos en lo mejor.

Tras responderle me levanté y empecé a limpiar bandejas.

-La gente es muy guarra.

Dije mientras quitaba una especie de potingue que había en un vaso. No quería tan si quiera tocarlo, era una auténtica asquerosidad y olía fatal. Sean comenzó a fregar un poco las mesas y las sillas.

-¿Sabes que te queda muy bien esa camiseta?

Me giré a mirarle, él seguía con la vista puesta en lo que estaba haciendo

-Sí la verdad es que me lo dicen mucho. 

Esta vez me giré e imite su gesto anterior, como si estuviera atenta a lo que estaba haciendo y la vista puesta en ello. Antes de poder reírme noté su trapo mojado en mi cabeza. Me giré lentamente boquiabierta.

-Esto te va a costar caro. 

-¿Sí? ¿Qué me vas a hacer?

Se sentó en la mesa y yo me acerqué a él caminando de una forma un poco pícara. Besé su cuello.

-Cierra los ojos.

Él inexplicablemente me hizo caso, yo cogí el trapo lo mojé en el cubo y por último estrujé el trapo por encima de su cabeza y conseguí lo que quería, calarle.

-Bueno señorita ahora no vas a poder escapar.

Me agarró con sus brazos y empezó a hacerme cosquillas. Era casi una tortura para mi, no podía parar de reírme mientras él decía cosas que ni entendía. Acabé cayéndome al suelo, el problema estuvo en que no se cómo pudo pasar que el cubo de agua cayó a la vez que nosotros y acabamos empapados. 

Ambos estábamos ahí riéndonos en el suelo y mis ganas de besarle se convirtieron en besos reales. Tenía ganas de más pero no era el lugar.

-Venga, vamos que no queda mucho y si no no vamos a acabar.

Después de recoger las mesas ayudamos a la cocinera a preparar la cena, era más amable de lo que anteriormente parecía. Nos reímos bastante con ella y el trabajo resultó más entretenido de lo que había parecido cuando la bruja esa nos lo dijo. Estuvimos poco tiempo en la cocina porque casi era la hora de comer, por ello nos tocaba poner la mesa.

-¿Quereís que os ayude?

Mucho tardaba en aparecer Raúl en escena.

Miré a Sean esperando a que fuera él quien dijera algo porque no le quería comprometer a nada sabiendo lo celoso que se ponía a veces.

-Sí, la verdad es que necesitamos dos manos más porque si no no nos dará tiempo.

Estaba un poco sorprendida por la reacción de Sean pero omití mi reacción y seguí poniendo platos, manteles, vasos, bandejas...

-Que callados estaís hablad algo que si no esto será insufrible.

-¿De qué quieres que te hablemos?

-De cualquier cosa, todo sirve.

-Pues no hay mucho que contar parece que vamos a estar aquí todo el día

- Pero, ¿qué hicisteís?

-Nada, llegamos tarde a desayunar y la bruja esa nos mandó todo esto.

-No te quejes Mel si he hecho yo todo

En cuanto puse la mirada en él se hechó a reír y Raúl también.

-Que raro que tú te tires a la bartola y dejes al resto trabajar.

-Esto no es justo habeís hecho un complot contra mi.

-Puede que sí pero porque te encanta.

-Pufh... mejor hablar menos y hacerlo más rápido.

Ambos volvieron a reír... a mi costa otra vez, pobre de mi.

El resto del día no fue nada del otro mundo después de comer jugamos a unos de esos juegos antiguos a los que jugaban nuestros padres o abuelos y luego nos dieron tiempo libre. Me duché, me puse un vestido y dí una vuelta por el pueblito esperando a que saliera Sean.

Oí un silbido y cuando me giré vi a Raúl.

-Vivan las chicas guapas.

-Que idiota eres, gracias por ayudarnos antes.

Nunca seré tu princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora