El pelo castaño de Chris se agitaba con el viento mientras nos acercabamos al coche y sentia mi cabello anaranjado mecerse de lado a lado al caminar.
Recuerdo el primer dia que aparecí por casa con el pelo naranja y mi madre me soltó un bofetón; al principio quedé en shock, luego le grité con todas mis fuerzas y salí de casa.
Nunca entenderé porque se puso asi.
Más tarde fui haciendome un degradado dejando las puntas mas claras, pero no volvió a decirme nada. Me costeaba la peluquería con el dinero que me daba la abuela (que siempre me apoyaba hiciese lo que hiciese), por aquel entonces mi pelo era precioso; ahora se veía parte de mi color castaño oscuro natural en el nacimiento del pelo, el naranja ya no tenía brillo y las puntas blancas estaban secas y dañadas.
Aunque cambiarme el color de pelo resquebrajo la relacion con mis padre, nada superará al día que comencé a tatuarme...
- Liz, ¿Estás bien?
Estabamos de pie, al lado del coche y ni siquiera me había dado cuenta de que habíamos llegado.
Asentí con la cabeza y monté en el audi preguntandolé a Chris que ibamos a hacer esta noche.
Sus ojos castaños me escudriñaban intentando adivinar en que había estado pensando, pero no abrió la boca, no me explicó nada; se limitó a arrancar el coche y encender la radio, con la voz de Britney sonando por el altavoz repasé con la mirada los tatuajes de mis brazos.
Siempre habían supuesto un problema, la gente me miraba con desaprobación y me juzgaban antes si quiera de conocerme; al principio me dolió y me arrepentí de haberme tatuado, pero con el tiempo descubrí que aquella tinta en mis brazos me hacia sentirme segura de mi misma, formaban parte de mi historia pero eso solo lo sabia yo, era mi gran secreto.
Los tatuajes solo conllevaron un desplazo social, y por consecuencia unas amistades no demasiado beneficiosas.
Con 17 años empece a meterme en timbas de poker y a codearme con grandes narcotraficantes.
Aprendí a disparar y empecé a cogerle el gusto al mundo ilegal.
Todos me decian que se me daba bien, que ese era mi sitio, que si era inteligente no debía dejarlo.
Ganaba mucho dinero, tanto, que no sabía que hacer con él.
Conocí a algún que otro proxeneta que me ofreció meterme en su mundillo, pero por suerte, ahi nunca caí.
Acabé dandole mucho dinero a la gente de la calle, a "amigos", dejandoselo escondido a mis padres...
Nunca imaginé que acabaría haciendome falta.
Poco a poco me fueron echando, decian que tenía que renovarme, que si seguía haciendo lo mismo perdería dinero, y tenían razón. Ya no me compraban los mismos clientes, ya nadie me regalaba armas y dejaron de pasarme contactos.
Todo pasó muy deprisa tanto que tras 3 años metida en ese mundo, ni siquiera sabía que hacer cuando salí. Hice muchas cosas mal pero lo de mis padres...
- Liz, baja a la tierra, hemos llegado.
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Por si tu cuerpo me llama
Teen FictionUn disparo, gritos, llantos y sus manos manchadas de sangre; esas son las imágenes que me acompañan cada día de mi vida y por las que salí corriendo aquella noche. Me alejé de todo y todos para dar a los demás la oportunidad de olvidar y empezar de...