Capítulo 7:

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Ahí iba él. Caminando a paso apresurado por el largo pasillo lleno de gente, evadiendolos como podía. Sostenía el papelito doblado en su mano izquierda y con la diestra, sostenía uno de los tirantes de su mochila que llevaba en la espalda.
Llegó al final del pasillo, posicionándose frente a los casilleros; buscó con la vista el casillero correcto.

—¡Bingo!— dijo al ser encontrado. Corrió hacia éste con una sonrisa de oreja a oreja para introducir el papel color crema por una de las rendijas. Miró a cada uno de sus lados sin borrar su sonrisa de su tierno rostro, esperando que nadie importante lo haya visto; una vez hecho esto, fue a esconderse detrás de la puerta de un salón manteniendo su mirada atenta en el mismo sitio.

No transcurrió mucho tiempo cuando la chica llegó y abrió el casillero. Tomó un libro, provocando que el papelito cayese al suelo llamando su atención. Se agachó, lo tomó y una vez que se reincorporó, lo abrió para comenzar a leer curiosa. No hizo ningún gesto ni se movió mientras lo hacía, pero al terminar, sonrió levemente de lado y giró a mirar su alrededor. Él escondió su cabeza rápidamente tras aquella puerta. Pasados unos segundos, regresó a mirar, pero la chica ya no estaba.

Él sonrió al saber que al menos le había gustado su carta. Se alegró tanto, que anhelaba poder salir de clases para escribir otra.

Así fue.

Así fue como le demostraba cuanto la estimaba cada vez que podía. Cartas, cartas...y más cartas. Cartas anónimas donde podía explicar lo que sentía sin necesidad de dinero, lujos o cualquier otra cosa superficial. Cartas que sólo dejaba en su casillero para después salir corriendo antes de ser atrapado.

Ese día ya no pudo más. No podía dejar pasar la oportunidad de demostar su amor aunque sea de una manera que él consideraba, hasta tal punto, "innecesaria". Pero, diablos. Ese díje de mariposa postrado en la vitrina del local, no lo dejaba tranquilo siempre que pasaba por ahí camino a casa. Así que, tomó su decisión. El chico comenzó a ahorrar, dejando de lado sus comidas en la escuela por conseguir el dinero suficiente; y una vez con en dinero en mano, no dudó en comprarlo antes de que alguien más lo hiciera.

Era precioso.

Era una mariposa, justo como ella.

Hermosa.

Delicada.

Serena.

Pura.

Pura...eso lo dejaba sin palabras. Su sonrisa llena de amor y felicidad al tratar con alguien. Sus acciones que se mostraban transparentes e inocentes. Sin una pisca de mal en su ser. Su delicadeza al hablar, al moverse. Su cabello libre apesar de estar atado en una coleta alta. Sus ojos con un brillo peculiar y distinto a los demás.

Todo de ella era hermoso.

No pudo esperar más para entregar el detalle, y...¿por qué no? Confesar también su amor.

Se encaminó gustoso a la hora del descanso, con una sonrisa reluciente plasmada en su aniñado rostro. Se postró frente a la puerta de la cafetería, observándola desde su posición.

Oh, lo olvidó. Ella consiguió amigas. La hacían muy feliz, pues siempre irradiaba luz y un buen aura cada vez que estaban juntas.
Ella reía tapando su boca con su mano. Al parecer, un chiste la hizo reaccionar de esa manera.

Él espero hasta calmar sus nervios y limpiar sus sudorosas manos contra su pantalón. Tomó una orcada de aire y dio un paso adentro del lugar repleto de personas. Otro paso, uno más, uno más, uno más, y siguió la cuenta hasta quedar al frente de su mesa, llamando la atención de una de sus amigas. Ella fue la última en voltear después de que todas sus amigas lo hicieran, ya que todas se percataron de su llegada.

Strawberries & Cigarettes; pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora