Capítulo 18.

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Intenté peinar mi cabello con mis dedos mientras el viento lo revolvía. El cielo estaba de color grisáceo y algunas nubes amenazaban con soltar el agua que retenían. El día en que las piezas del puzzle de mi vida iban a ir encajando poco a poco, resultaba ser el peor día del mes. Al menos, iba a estar en un bar que me protegería del frío y del viento. Sobre todo del viento. Debía tener ahora mismo el cabello parecido al de un león. Me ajusté más la chaqueta que traía, buscando un poco de calor mientras esperaba a Nathan. Llegaba tarde, exactamente diez minutos tarde. ¿Dónde se había metido? Si tardaba un poco más, sería un cubito de hielo. Por acto reflejo, toqué mi mejilla y al segundo la sentí arder. Los labios de Axel habían estado ahí, en mi mejilla, tan cerca de mi boca... Sacudí la cabeza. Ese pensamiento me había quitado el frío. Ya no sería un cubo de hielo, sería el mismísimo fuego. ¿Por qué me sentía así al pensar en Axel? ¿Podría... gustarme? Me sentí aún más acalorada, seguro que si me tocaban lograrían quemarse. 

El sonido de un claxon me sacó de mis pensamientos y miré al coche que estaba aparcado delante de mí. Sacudí de nuevo la cabeza, para no pensar más en esos pensamientos y volver a la realidad: saber la verdad. Caminé hasta el coche y me introduje en el asiento del copiloto. Observé a Nathan, que vestía casual y en su rostro se esbozaba una sonrisa de disculpa con un toque de nerviosismo. Decidí ser la primera en hablar. 

-¿Cuál es tu excusa por llegar tarde?  

-Hay un atasco gigantesco, me temo que es imposible ir al bar de Ara. La policía está haciendo lo mejor que puede con ello, pero tardaríamos como una hora en llegar allí. No vale la pena.  

-¿Y por qué hay tanto tráfico?  

-Por lo que me ha informado un poli, se avecina una tormenta bastante mala y las personas intentan regresar a sus casas. Lo peor, es que a todos le dieron por volver al mismo tiempo.   

-Ya pensaba que este tiempo no iba a traer un sol radiante... –Hice una pausa–. ¿A dónde iremos ahora?  

-He pensado que aquí mismo. 

-¿Aquí? ¿en tu coche? –Asintió. 

-Sé que cuando te lo cuente, querrás ir a tu casa corriendo y no dirigirme más la palabra. Me odiarás y no solo a mí. Pero tengo que asumir las consecuencias de mi pasado.  

-Nathan... no creo que hayas hecho algo tan horrible como para que llegue a odiarte, te lo dije. Nos conocemos desde hace como un mes solo. 

Soltó un suspiro y fijó su mirada en la carretera. El coche no se había movido y esperaba que mi madre no se asomase, viese un coche que no era el suyo ni el de Amy aparcado fuera, y le diese por venir a hacer un interrogatorio de los suyos. Por un momento, me asustaba conocer un poco más de la verdad, ¿qué pasaría? ¿cambiaría mi vida a partir de lo que me contaría? Aunque ya había cambiado con la aparición de los Atrapasueños. 

-Toda historia tiene dos puntos de vista. Y tu amiguito Axel no fue muy sincero contigo desde su punto... –le interrumpí.  

-¿Cómo que no fue muy sincero? ¿estás diciendo que es mentira lo que me contó? 

-Todo lo que te contó era verdad, pero eso no significa que no te haya ocultado cosas. 

 Fruncí el ceño y me crucé de brazos. 

-Basta de rodeos, cuéntamelo todo. –Nathan se aclaró la voz y siguió con la mirada fija en la carretera vacía.   

-Bueno... yo en ese tiempo era un total desconocido, era el chico inexperto, el que nadie tomaba en serio. Necesitaba ser conocido, porque así, los míos me darían un poco de su atención y lograrían escuchar mis ideas. Eran buenas, hasta yo mismo lo reconocía, pero como nadie me prestaba atención, se quedaron sin llevarlas a cabo. Necesitaba hacer algo grande que asombrara a todos y para mi desconocida suerte, entró un nuevo jefe en los Atrapasueños. Planeé durante dos meses un intercambio de información. No iba a ser fácil, porque si me descubrían, estaba muerto. Sabía que me estaba metiendo en un lío cuando me disponía a hacerlo, pero aun así no me detuve, ser marginado por los demás guardianes no volvería a suceder.  

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