Sí, ya sabes que tienes que hacer en cuanto termines de leer este capítulo o mientras lo lees. Sí, comentar. Porque aunque no lo creas, me haces más feliz que una perdíz y a la hora de escribir te anima bastante.
Oscuridad. Frío. Miedo. Tres palabras que acechaban a mis pensamientos repetidas veces en pocos segundos, como si se tratase de algo automático. Estaba desorientada, no sabía dónde estaba, no sabía si quiera si seguía respirando. Quizás ahora vería mi cuerpo tendido en el suelo desde fuera, donde mis seres queridos me piden que vuelva a la vida, como en las películas. Pero eso no pasó. Y por la simple razón de que no veía nada porque todo era de color negro. No sentía mi cuerpo ni tampoco que reaccionase a mis movimientos. No había nada, solo negro. Un oscuro, frío y profundo color negro...
No sabía cuánto tiempo había podido pasar para que mi cuerpo reaccionase al fin. Mis párpados se entreabrieron poco a poco, pero una luz me cegó por completo, provocando que los cerrase de golpe. Volví a intentarlo y esta vez ya no había luz que me molestase. Coloqué mis manos en el asfalto para impulsarme hacia arriba y conseguir levantarme. Ese movimiento hizo que notase un pinchazo en mi cabeza y me tuviese que dar un masaje en la sien. Me encontraba en la misma calle, unos centímetros más lejos de donde estábamos colocados Axel y yo. Lo peor de todo es que yo no sabía donde estaba él. Alguien posó su mano en mi hombro y me giré asustada, temiendo que fuese algún hombre enmascarado. Pero ellos no estaban ahí ni él tampoco. No había nadie. Confundida, decidí emprender en la búsqueda de Axel, pero al primer paso me caí al suelo. De la nada aparecieron unos pies descalzos delante de mí. Subí la mirada y me encontré con una anciana de cabello largo y ojos grisáceos que ya me habían observado antes.
-Tú —fue lo único que logré decir.
-Al fin me ves niña, me ha llevado bastante lograr ocupar tus pensamientos.
-¿Qué ha pasado?
-Atrapasueños, ya sabes. —Se encogió de hombros—. Por lo que sé, las explosiones las causa dinamita. Hay que salir de aquí.
-¡Dinamita! ¡Están locos, nos van a matar!
-Exactamente es lo que buscan conseguir. Tenemos que irnos, concéntrate.
-No, no nos podemos ir. No sé dónde está Axel, mi guardián.
La anciana apretó los labios y miró hacia los lados para no posar su mirada en mí.
-¿Acaso ha pasado algo? —pregunté, pero no me prestó atención. Me levanté encarándome a ella—. ¿Qué ha ocurrido?
Nada.
-Oye, no sé cómo te llamas, ni por qué me ayudas y menos aún cómo entras en mis pensamientos, pero si sabes algo que yo no sé, necesito que me lo cuentes. Ahora —dije con brusquedad.
-No sé dónde está, eso es lo que sé.
-¿Y por qué tanto misterio para no decírmelo? ¡Estoy harta de que me oculten cosas!
-Porque tengo un presentimiento de que podría estar con ellos. Y si estoy en lo cierto, tú querrás ir en su rescate, no saldremos de aquí y explotaremos. Pero como no lo sabemos, deberíamos irnos. Así que deja la mente en blanco y marchémonos de este horrible espacio temporal.
-¿Qué? ¡No! Claro que no, no me marcharé de aquí sin él. ¿Y si está herido? —Hice una pausa—. Espera, si salimos de aquí, este espacio temporal se destruye y todos salen de aquí, ¿no?
Silencio.
-¿No? —insistí.
-No se destruye —soltó tranquila—. Se queda abierto y cada uno se busca la vida para salir de aquí.