Capítulo 25.

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Si comentas qué te ha parecido el capítulo te regalo un Axel Rod. #LaAutoraQueSobornaASusLectores

Del primer al tercer dígito fue fácil recordarlo. En el cuarto quedé pensativa, siempre había pulsado en el botón donde estaba su foto y había comenzado a llamar directamente. Al quinto dígito la velocidad aumentó más y comencé a temblar. Apareció un Peugeot. En el sexto explotaron mi ventana y grité fuerte. Un cristal del tamaño de mi dedo índice se clavó en mi pierna derecha y comenzó a escocer. Varios hilos de sangre escaparon de mi cuerpo alrededor de la herida y me mordí el labio para no llorar ante el dolor. Maldito vestido. Cuando toqué el séptimo dígito, el Volkswagen nos embistió contra el Peugeot y luego al revés. En el octavo apreté los ojos antes de arrancarme el cristal de un tirón. Recordé cuando de pequeña, un diente de leche se movía pero nunca caía y Amy me convenció para atarlo en el pomo de la puerta con una cuerda. Me dijo que lo había visto en una película, que contaría hasta tres y abriría la puerta para que cayese. Yo me eché atrás cuando llegó al dos, pero en ese momento abrió mi madre la puerta. Un chillido nubló mis pensamientos y tardé en darme cuenta que era el mío. En el último dígito, el noveno, Axel giró con violencia el volante hacia la izquierda y el Volkswagen se precipitó afuera de la carretera. Miré mi pierna. La sangre corrió por mi piel como las gotas de agua corren por el cristal cuando llueve. Aguanté el teléfono entre mi hombro y mi oreja mientras apretaba la herida con mis dos manos para intentar parar la hemorragia.

Alivio inundó mi cuerpo al escuchar un conocido pitido continuo para dar paso a la voz de Amy. Me hundí en el asiento y volví a atrapar mi labio entre los dientes. Apreté los ojos.

-Noah, ¿me equivoco?

-Necesito que vayas a mi casa y recibas a Nina. Tienes la llave de repuesto, por favor, hazlo.

Nos metimos en una curva de un solo carril y el Peugeot no tuvo más remedio que colocarse detrás nuestra. Nos golpeó en el maletero, no muy fuerte como para sacarnos de la carretera pero lo bastante como para que mi cuerpo se inclinase hacia delante y me tuviese que agarrar al salpicadero. Me callé los quejidos de dolor.

-¿Por qué? ¿Y qué ha sido ese ruido? Noah dime que está pasando.

-No preguntes, tú tan solo hazlo, me lo debes.

Le colgué y me volví a hundir en el asiento. Las palmas de mis manos estaban empapadas de un líquido rojo al igual que mi pierna. Nunca había visto tanta sangre junta y mi cabeza da vueltas o quizás nosotros somos los que la damos. Mis ojos no querían mantenerse abiertos y les dejé cerrarse. «Solo estaré así unos segundos y volveré a abrirlos. No puedo dormirme mucho tiempo», repetí en mi mente.

Me desperté creyendo que estaba levitando hasta que me di cuenta que estaba en los brazos de Axel. Su pecho estaba desnudo y mi cabeza estaba apoyada en su torso. Una tela oscura rodeaba mi pierna, mientras que mi mano izquierda estaba balanceándose en el aire y la otra en mi regazo. Le escuché susurrar diversas maldiciones sobre su coche, los Atrapasueños y creí escuchar mi nombre, pero no entendí qué dijo antes de que el negro me tragase de nuevo.

Mis ojos volvieron a abrirse y se toparon con un techo. Me incorporé y observé el lugar donde me encontraba. Las paredes eran grises y los muebles de madera. Había un armario gigante en la pared de mi derecha junto con una puerta cerrada. En la opuesta había una ventana y una mesa llena de papeles. Delante de mí había otra puerta que estaba entreabierta. La tela oscura que rodeaba mi pierna había sido sustituida por un vendaje que anteriormente era de color blanco, pero ahora pasó a rojo. Pasé las yemas de mis dedos por el vendaje y un dolor como el de un pellizco me sacudió el cuerpo. Me fijé en mis manos, no había ningún rastro de sangre en ellas. Aún llevaba el ridículo vestido que me había obligado poner Amy, pero la sudadera de Axel ya no la tenía. En vez de eso estaba cubierta por una manta color crema. Me sentía confusa y desorientada, no sabía qué había pasado, pero escapamos. Observé los papeles esparcidos en la mesa y por un momento tuve la curiosidad de ir allí y leer que decían. La puerta se abrió completamente matando mis pensamientos, dando lugar a un Axel despeinado.

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