Apoyé el rostro contra mi puño y di golpecitos con el boli en mi labio. El sonido del reloj hacía eco en mis oídos y los nervios inundaban mi cuerpo. Di un vistazo rápido a Amy, la cual respondía las preguntas del examen de física con ansias. Yo no podía decir lo mismo, había dejado en blanco las preguntas siete, quince y diecinueve. Era un logro haber respondido tantas cuando no había estudiado casi nada. Hice la media de mi nota de examen para entretenerme, hasta que mis sentidos captaron peligro. Y era irónico porque esta noche no había tenido ningún sueño perturbador como habitualmente tenía. ¿Se habrán dado cuenta que sé lo que son? ¿Lo que buscan de mi? O tal vez, ¿lo que quieren hacer conmigo? Me sentía muy nerviosa y ya no era por el examen. Podía sentir como mi corazón quería escapar por mi garganta y me ahogaba, me ahogaba de miedo.
-¿Puedo ir al baño? – Pregunté con voz temblorosa y el profesor Murray asintió.
Me levanté y le tendí el examen en la mesa. Hizo una mueca de disgusto y me declaré haber suspendido física. Pero solo quería salir de allí.
Cerré con pestillo la puerta del baño de chicas y apoyé los codos en el lavabo. Rocié agua por mi cara con intento de despejarme aunque no sirvió de nada.
-¿Noah Grace? – Dijo una voz aguda detrás mía. Dí un respingo y me giré para mirarla.
Era una chica de estatura media de ojos celestes y su cabello era castaño. Se parecía a mi, es más, era una copia exacta mía. Su mirada se posó en mi y me hizo estremecer. No sabía como había entrado si había cerrado con pestillo, no sabía quién era y tampoco sabía por qué era igual que yo.
-¿Quién eres y por qué eres exacta a mi?
Soltó una carcajada y mis pelos se pusieron de punta. Sentí el miedo en todas las partes de mi cuerpo.
-Yo me preocuparía más en lo que pasará contigo en los próximos veinte segundos.
Las puertas de los baños se rompieron en mil pedazos y de ellas salieron dos hombres muy altos y fuertes, uno de ellos tenía una cicatriz que le atravesaba el ojo derecho.
-Atrapen a la chica. – Dijo mi clon.
Sin pensármelo dos veces, salí con agilidad lo suficientemente rápido del cuarto de baño. La puerta estaba abierta pero con el pestillo intacto. Aún no sabía como habían entrado o si me habían estado esperando allí todo el rato. Corrí por el pasillo del instituto sin detenerme. Las suelas de mis zapatos quemaban de la rapidez que iba. Tropecé y me dio una oportunidad de mirar atrás. Mi clon y los dos hombres corrían rápido – muy rápido – hacia mi dirección. Me levanté deprisa y seguí corriendo.
Me maldije por dentro por haberles dado una ventaja para atraparme.
Doblé la esquina del final del pasillo y escapé por la puerta de salida. Había pensado ir hasta mi casa, aún que fuese corriendo, pero no sabía dónde me encontraba ahora. Solo veía un gran bosque en el que sus árboles no dejaban pasar la luz. Escuché el sonido de la puerta abrirse y cerrarse. Unos pasos venían hacia mi. Volví a correr, mis piernas dolían pero no dejaría que me atrapasen. Tras unos minutos, ya no escuchaba nada y paré. ¿Quiénes eran? ¿Cómo saldré de aquí? Caminé sin dirección. Mis manos me conducían, rozando con las yemas de mis dedos los troncos de los árboles. Una luz que provenía de una linterna me cegó por momentos. Parpadeé varias veces y vi quién la sujetaba. El hombre de la cicatriz. Sonrió con malicia y se acercó a mi con paso lento. Eché a correr en dirección contraria, pero me encontré con otro hombre. Hice lo mismo, pero pasó lo mismo. Di una vuelta de 360 grados y el pánico se apoderó de mi.
Estaba rodeada.
-No queremos hacerte daño, solo queremos que nos acompañes a un sitio. – Dijo el último hombre acercándose a mi. Su voz me era conocida, ya la había escuchado antes. Y entonces caí en la cuenta, era la misma persona que intenté salvar en la playa. Miré su mano. El anillo aún estaba ahí.
-No. – Dije con terror y volví a echar a correr.
Uno de los hombres que había allí me atrapó por mis brazos. Sus dedos se clavaban en mi piel cada vez con más fuerza. El dolor era insoportable.
-Quise llevarte por las buenas. – Dijo el hombre. – Pero no me dejaste otro remedio que llevarte ahora por las malas.
-¡No dejaré que me lleves a ningún sitio! – Grité. Con un ágil movimiento clavé mi zapato en el estómago del hombre que me sujetaba y eché a correr por el bosque.
Abrí los ojos, mi cuerpo estaba empapado en sudor y mi respiración era irregular. Una voz familiar con tono suave sonó en mis oídos e inmediatamente miré de dónde provenía y de quién.
-¿Qué... qué haces aquí?
-Vine a ver como estabas. Te desmayaste cuando le entregaste el examen al profesor Murray y te trajeron a la enfermería. ¿Qué pasó? – Preguntó Amy con preocupación.
Habían creado un espacio temporal para atraparme y posiblemente... matarme.
-Yo... – Me callé. Tal vez si le contaba a Amy más sobre mis encuentros en sueños la pondría en peligro. Los Atrapasueños podrían ir tras ella y querer matarla por si se iba de la lengua sobre ellos. Tenía que hacer que se olvidase de mis sueños. – No desayuné. Seguramente es eso por lo que me desmayé. – Mentí.
Ella me dio una sonrisa dulce y me acarició el cabello.
-No me des más sustos así, me tenías preocupada.
Mi mentira había colado.
Amy me llevó a mi casa después de que acabaran las clases. Unas cartas sobresalían del buzón y pensé en cogerlas. Tal vez una era de mi padre perdido, explicando por qué se fue. Pero sabía que eso nunca iba a suceder. Eran todas del banco o hacienda, excepto una. Una era para mí. No esperé en entrar a casa para abrirla. No tenía escrito remitente, ni calles ni nada... solo mi nombre. Eso significaba que debían haberla puesto personalmente en el buzón. ¿Y quién se tomaría tanta molestia?
La abrí ansiosa y desplegué el papel que contenía. Decía:
Esto es un simple aviso.
Fruncí el ceño al no saber a qué se refería. Podían haberse equivocado... o quizás no. Abrí la puerta de mi casa y la carta se me cayó al suelo.
-¿Mamá? – Pregunté, pero no me respondió.
Estaba tirada en el suelo y un líquido rojo se esparcía por el suelo. No. No podía ser. Corrí hasta llegar a ella y me puse de rodillas.
-¡Mamá, despierta!