Capítulo 20.

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Recuerda comentar qué te parece el capítulo, me ayuda a seguir escribiendo y me encanta saber vuestras opiniones. Enserio, las adoro. 

Solo tuvo que sonar la alarma de mi teléfono móvil para conseguir que me despertase. Me removí entre las sábanas con la intención de aislar el sonido hasta que se apagase, pero antes de conseguirlo, ya me había chocado con algo caliente. Paralizada, entreabrí los ojos debido a las legañas. Las aparté frotándome los ojos con las manos y cuando lo conseguí, visualicé un cuerpo completamente dormido, con las piernas enrolladas entre las sábanas y el pecho desnudo, en el que se podía ver la marca de una cicatriz ya curada. Quedé embobada mirando su abdomen, que subía y bajaba con cada respiración, hasta que él comenzó a removerse. Intenté apartarme a tiempo, para que no me pillase observando sus abdominales, pero era tarde. En menos de un segundo fui atrapada debajo de su cuerpo. Clavé la vista en aquel miel profundo, consiguiendo alejar la tentación de mirar a su cuerpo de nuevo. Pero no sabía que me ponía más nerviosa. Axel estiró un brazo por encima de mi. Su bíceps se tensó ante aquel movimiento. 

-Deberías apagar la alarma, es irritante –soltó, antes de deslizar un dedo por la pantalla de mi móvil y desactivarla.

-Y tú deberías llevar camiseta. Estamos en otoño, hace frío, y sin camiseta lo hace aún más. 

-Por eso me tapo con las sábanas –dijo, como si fuese lo más obvio quitarse la camiseta y taparse con las sábanas para protegerse del frío. Elevé las cejas. 

-Eso no tiene sentido.

-Sí que lo tiene. Me resulta incómodo dormir con ropa. Y bueno, no me quité los pantalones porque sabría que eso te pondría nerviosa. 

Axel se rió entre dientes mientras yo no podía evitar tener una imagen de él dormido sin ropa. Noté mis mejillas calentarse. Maldición.

-A parte, siempre puedo buscar calor en ti –añadió. Tuve que quedarme pálida ya que volvió a hablar de nuevo–. Corporal. 

-No lo estás mejorando –musité y él soltó una carcajada. 

-¿Nerviosa? 

-No.

Axel sonrió segundos antes de que mi móvil volviese a sonar, pero esta vez no era la alarma, si no la melodía de llamada. Incluso antes de querer evitarlo, Axel ya lo había atrapado y se había levantado de la cama. Contestó con una amplia sonrisa mirándome.

-¿Quién es?

Me levanté a duras penas de la cama y fui detrás de Axel, que ya daba vueltas por la habitación para que no le atrapase. A saber qué podía pensar la otra persona de la línea.

-Soy Axel –continuó diciendo–. No, Noah no puede ponerse ahora mismo.

-¡Dámelo, ahora! –dije sin emitir sonido.

Se rió y apoyó la espalda en la pared. Me puse delante suya y le empecé a pegar pequeños puñetazos en el pecho. Pero no se quejaba, parecía una piedra. Había probado la posibilidad de alcanzar el móvil con mis manos, pero cada vez que lo intentaba se estiraba y no llegaba. 

-No, tampoco hicimos nada raro. –Pausa–. Bueno, quizás sí. –Se apartó el teléfono del oído y me lo pasó–. Me ha dejado sordo, tiene una buena voz, podría cantar hasta ópera.

Le miré extrañada y coloqué mi móvil en la oreja. Caminé por la habitación alejándome de Axel, intentando conseguir un poco de intimidad. Pero fue imposible, lo tenía detrás mía todo el tiempo. 

Aclaré mi voz antes de averiguar quién estaba al otro lado de la línea.

-¿Quién es? –pregunté.

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