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Mi corazón latía tan fuerte que pensé que podría acabar escapándose de mi pecho. Quise concentrarme en las letras del papel, intentando unirlas para formar una palabra, pero acababan siendo solo eso, letras. No podía pensar con claridad, a mi mente solo viajaban imágenes de Axel. Sonriendo de lado, acariciándome el brazo, observándome, besándome. No podía aguantar sintiéndome así, quería explotar y acabar con el cosquilleo de mi interior. Quizás estaba entrando en mi mente y colocando esas imágenes para volverme loca, sin embargo; ya me considero estarlo.
Tenía que pararle los pies, evitarle unos días hasta que todo volviese a la realidad. Pero era imposible, tenía que verle para que me contase cosas de mi pasado que no recuerdo, y lo más obvio, si me ponía en peligro aparecería de nuevo. En conclusión: necesitaba buscar otro plan.
-Noah, despierta —dijo una voz que sonaba lejana, que consiguió captar mi atención.
-¿Qué? No me puedo despertar si ya lo estoy, ¿acaso no ves que tengo los ojos abiertos? —dije con velocidad.
-Oye...
-O quizás no te referías a despertarme en el sentido de que dormía, porque no lo hacía, si no que estaba distraída, pero ya ves que no y que he reaccionado y... —me cortó.
-¡Noah, para!
Iba a abrir la boca de nuevo cuando decidí tenerla cerrada. No estaba disimulando muy bien mi nerviosismo que había producido mis pensamientos. Parecía una niña pequeña cuando hace algo malo y al intentar esconderlo, lo acaba desvelando ella sola. Sus ojos marrones se entrecerraron mientras me observaban.
-¿Por qué estás tan nerviosa? —preguntó Amy.
Después de que se destruyera el espacio temporal, aparecí no muy lejos de la casa de mi mejor amiga. Y aunque no tuviese los globos rosa pálido que me había pedido ella, porque dio la casualidad de que quisieron asesinarme en el momento que quise comprarlos, vine a verla. Amy estaba sentada en la cama de arriba de su litera, con el codo apoyado en la almohada y la mejilla en su puño. Yo, en cambio, estaba en la de abajo tumbada boca arriba.
-No estoy nerviosa, ¿por qué lo dices?
-Hablas rápido, estás distraída, lees una revista de chicas cuando tú las odias y sobre todo, porque llevas media hora intentándola leerla al revés.
Miré hacia la revista que sujetaban mis manos. Efectivamente, era de chicas y estaba al revés. La giré para fijarme en un artículo pero Amy se me adelantó atrapando la revista y doblándola por la mitad.
-Hagamos un test —propuso.
-No sirven de nada.
-¿En qué te fijas primero en un chico? ¿En su físico o su personalidad? —preguntó, ignorándome por completo.
-Es obvio que en el físico porque es lo primero que conozco de él. Luego me fijo en la personalidad. Aunque la verdad no hago nada de eso porque... —me volvió a cortar por segunda vez y puse los ojos en blanco.
-¿Crees en la amistad entre un chico y una chica?
-Sí.
-¿Te gustan los chicos morenos?
-Sí —comencé a responder automáticamente igual a todas las preguntas, como hice aquel día en la biblioteca. Dejé de prestar atención, siempre se ponía muy pesada con aquellos test.
-La última vez que estuviste con un chico, ¿os besasteis?
-Sí.
-¿Fue con Axel?