Capítulo 24.

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No te olvides de dejarme un comentario con tu opinión respecto al capítulo. Gracias por leerme.

PD: Tenéis una canción en multimedia, por si la queréis escuchar con el capítulo.

Su espalda se hundió en el respaldo del sofá mientras atendía la llamada y aproveché para observarle a escondidas, ya que estaba de perfil. El cabello de Axel estaba alborotado y algunos mechones le caían sobre la frente. Sus ojos miraban hacia el frente, lo que me impidió que contemplase su peculiar miel profundo. La nariz era de un estilo griego, una línea recta casi perfecta. Y sus labios, aquella tentación que me había llamado desde que le conocí, se movía con lentitud al hablar, su lengua chocando contra sus dientes. A mi mente viajó la imagen de él a centímetros de mi boca, casi besándome hace minutos, y no pude evitar sentir arder mi cara. Debíamos hablar de eso, de besarnos y actuar como si no pasase nada. Pero parecía que por ahora ese sería el plan. Axel me miró, como si me leyese los pensamientos, por lo que me puse aún más roja. Sonrió de lado, él también había pensado en eso. Mi cuerpo vibró ante la idea. 

-Es la cantante de ópera, quiere hablar contigo de nuevo —dijo Axel sacándome de mi ensoñación. El apodo que le había asignado a Amy era ridículo, pero me hizo reír. Tendió el teléfono en mi dirección y lo agarré con velocidad a causa del nerviosismo.

-¿Qué pasa ahora Amy?

-Soy una mismísima paloma mensajera, ¡estoy harta! —Suspiró y continuó—. Tu tía llegará a tu casa en una hora, tu madre quiere que vayas ahora para hospedarla. 

-¿No te dijo exactamente cuánto se quedará?

-Qué va, no tengo ni idea.

-¿Se nota mucho que no quiero que se quede? 

-Sí —dijo. Y sin poder evitarlo, soltamos una risita—. Necesito decirle una cosa a Axel, ¿puedes pasarle el teléfono?

-Pondré el altavoz.

-Está bien, celosa. —Ignoré lo último que dijo y me despegué el teléfono de la oreja, pulsando el botón con un megáfono. En cuanto lo hice, la voz de Amy inundó el salón con rapidez—. ¡Oh, espera Noah! No me pongas en altavoz aún, ¿le confesaste ya a Axel que te gustaba? 

La sangre abandonó mi cara en ese instante y palidecí. Maldición. Aumentaron mis latidos ante la posible reacción de Axel. No le miré, mis ojos estaban clavados en el móvil. Quería chillar, gritarle por qué había dicho eso cuando sabía que iba a poner el altavoz. Pero en vez de eso, seguí callada. ¿Lo habría dicho aposta? Espero que no, porque si es así, le arrancaría la cabeza. Aunque lo haría de todas formas.

-¿Noah? ¡Oh Dios mío! Estoy en altavoz, ¿no? Yo..., eh..., mejor cuelgo. Adiós, nos vemos.

 Y cortó la llamada, produciendo que esta situación fuese más incómoda. Tenía que irme de aquí, ahora.

-Debería marcharme. —No sé de dónde salió mi voz.

-Te llevo. 

Él se levantó del sofá al instante que yo lo hice. Aún sin mirarnos. 

-No, está bien, puedo caminar sola, tengo que pensar y... —Paré de hablar al notar que se acercaba a mí y me alejé inconscientemente, colocando tímidamente las palmas de mis manos abiertas delante suya para detenerlo. Su móvil cayó al suelo al instante—. Lo siento, me había olvidado que lo tenía. 

Me agaché a recoger el móvil a la misma vez que el hacía lo mismo. Sentí su mano cálida arriba de la mía. Intenté retirarla a tiempo, pero ya era tarde. La apretó y me acarició el dorso de mi mano con su pulgar. Una sacudida de electricidad se transportó desde mi pecho a cualquier lugar de mi cuerpo. Me atreví a mirarle, aunque solo fuese un segundo, pero mi océano quedó atrapado en su miel. No pude dejar de observarle, su mirada me había hechizado. Enlazó sus dedos en los míos y quitó nuestras manos de encima del teléfono para recogerlo con la que le quedaba libre. 

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