Parte 28.

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—Esta será tu nueva casa en lo que encontramos una manera de sacarte de este lugar, ¿De acuerdo? —Asentí con la cabeza mientras veía atentamente a Javier—. Bien. Nada de llamadas a tu familia porque, si Amîr es listo, intentará rastrear cualquier cosa que lo traiga hacia ti.

—Lo dudo —dije, porque ¿No le era más fácil olvidarme y ya?

¿Por qué intentaría buscarme o siquiera aparentar interés en mi cuando nunca lo ha hecho antes? Así que dudaba mucho que él viniera a buscarme. Tal vez por el contrato, pero, ¿No sería una carga menos para el? Al menos para el señor Anwar sí que lo sería. Pero, por otra parte, estaba la señora Aneesa y Âkir. Me sentí mal por haberlo dejado sin siquiera darle un "gracias" por todo lo que había hecho por mí. Me sentía mal por eso. Tal vez quedaría como una completa mal agradecida.

Y al final de cuentas, eso era lo que daba a entender.

—Al menos eres una especie de... Garantía para él. Si no estás tú, ¿De qué sirve ese contrato del que tanto me hablaste? —Sonreí de lado al ver que tenía razón. ¿De que servía ya?—  Intentaré averigiar más sobre eso, hay algunas cosas que no me quedan claras todavía. Pero eso lo veremos luego. Por el momento, ¿Necesitas algo más? Porque cuando salga por esa puerta no me verás hasta que todo esté completamente listo para que puedas irte de aquí sin ningún inconveniente.

—No, creo que ya tengo todo lo necesario —tenía comida, agua, televisión... La mayoría de cosas indispensables. Además, la casa no era muy grande, lo cual lo hacía más acogedor y menos frío y solitario. Sin contar el jardín, que, para Ares, era una nueva maravilla por recorrer y olfatear—.  Tal vez lo único que necesito es un abrazo tuyo, Javier.

Sin decir nada más y después dedicarme una sonrisa sincera, se acercó hasta donde estaba para luego envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo. Haciéndome sentir protegida y, por un momento, no me sentía engañada por nadie.

Era como si él fuera parte de mi familia.

—Voy a extrañarte —pronunció en un susurro.

—Nos veremos pronto —le asegure, aunque no sabía si sería así. Pero era mejor guardar la esperanza que vivir sabiendo que tal vez no nos veríamos por un largo tiempo.

Admito que ver partir a Javier fue en cierta parte doloroso. Se había vuelto muy importante para mí. Me había enseñado a ser fuerte y que no todo estaba perdido como a veces creía. Me había apoyado a pesar que nunca nos habíamos conocido mucho, pero me entregó su amistad y cariño de una manera tan incondicional que no pude hacer más que quererlo y darle la mía.

Mi amistad.

Cuatro paredes, dos habitaciones. Una sala cómoda, pequeña, pero cómoda. Una cocina del tamaño necesario y en un barrio ni muy lejos, pero tampoco muy cerca del centro del país. Necesitaba estar un tanto alejada y evitar salir para que nadie me reconociera. Sino me encontraban, sería mucho mejor. Aún más si no socializada con nadie. Al menos hasta que logrará salir del país.

Pero por el momento, esto era todo lo que tenía.

Lo que tendría.

Esa noche me sentí vacía. Esa sensación me daba la casa. No tenía ningún recuerdo cálido en ese lugar. Pero me sentía con una nueva esperanza en mi pecho. En mi corazón. Sabía que tenía por delante una gran vida por vivir todavía.

Porque este aún no era mi final.

Ver las hipocresías de Amîr, no era mi final. Ver sus encantos, no era mi final. Ver sus mentiras, no era mi final. No. Definitivamente no. No fue mi final, ni mi destrucción. Ni lo sería ahora.

Pasión Árabe #1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora