Primera Impresión.

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-Ya viste Miguel, ¡eso se ve delicioso! Definitivamente ya se que quiero comer.

-¿De verdad? Yo aún no me puedo decidir todo se ve muy rico, y el aroma de este lugar solo me hace antojarme más- dijo Miguel un tanto confuso bajando el menú y viendo hacia donde su amigo miraba.

-¿Que platillo fue el que te gustó?- preguntó curioso intentando ver lo que los otros comían.

-Ese de ahí- el mencionado señaló hacia la barra, en un taburete se encontraba sentada una persona de cabellera azabache que parecía comer un plato de pasta.

-¿Spaghetti? Pero si eso no está en el menú. ¿Crees que sea una especialidad o algo así?

-¿Que? ¿De qué estás hablando wey? Yo me refiero a esos dos jugosos bollos sentandos en la barra- el chico de orbes ambarinos terminó la frase mirando de forma pícara los glúteos de la persona en la barra y relamiendo sus labios lentamente.

-¡Marco! No seas grosero, no puedes estar hablando así de las personas.- regaño Miguel con las mejillas sonrojadas ante el descaro de su amigo.

-Oye tranquilo Migue, ninguno de los gringuitos de aquí nos entiende cuando hablamos español. Además ¡es que míralo! ¡ese trasero es impresionante! No me importa quien sea, esas nalgas serán mías- el moreno miraba determinado su objetivo.

-Aunque no nos entiendan no puedes hablar así de la gente, las mujeres no son solo trozos de carne para que digas tus pendejadas.

-Ya pues, le bajo de espuma a mi chocolate. Pero solo si admites que ese trasero es impresionante.

-Okay sí, tiene caderas despampanantes. Pero aún así no te vuelvas a dirigir de esa forma ¿entendido?

-Sí mamá Elena- Marco rodó los ojos. A veces su amigo podía ser muy aburrido.

-Bueno ya se que voy a pedir ¿quien atenderá aquí?- Preguntó el chico de sudadera roja. Dio una rápida ojeada por el local pero solo podía ver otros clientes que estaban en ese café.
Discretamente observó en dirección a la chica de la barra que parecía ya no estar en su asiento. Le resto importancia y continuó buscando alguna persona que los atendiera.

De pronto la puerta detrás de la barra se abrió mostrando a un chico que portaba un mandil color azul marino con el nombre del café. Ahí está pensó el músico para sí comenzando a hacer señas al mesero para que tomarán su orden.

El mesero lo miró y se acercó hasta ellos.
-Hola, bienvenidos ¿que les puedo ofrecer?- preguntó el mesero con una sonrisa algo forzada.

-Pues yo quiero el lucky cat sandwich sin tomate.- pidió Marco sin prestar mucha atención.

-Oye disculpa que pregunte pero vi a una chica en la barra que comía pasta ¿está en el menú?

-Lo lamento no hay pasta en el menú- respondió el mesero de forma seca y claramente molesto.

-Oh que mal- expresó el mexicano decepcionado. -entonces comeré un...-
El músico no pudo terminar de pedir pues el ruido de platos cayendo al suelo le interrumpió.

-Oh, vamos- dijo el mesero de cabellera azabache. -¿Me pueden disculpar un momento por favor? El azabache entonces caminó al otro lado del local y se agachó al piso para torpemente recoger los restos de un plato que cayó al piso.

Marco miró de reojo la escena cuando una imagen familiar para el asaltó sus pensamientos. Ese era el trasero que había estado analizando hace unos minutos.
Con toda la discreción del mundo golpeó a su amigo en el hombro casi sangoloteandolo para hacerlo lo voltear.
Miguel volteó ante el abuso de su amigo y se petrifico al notar el porqué de la insistencia de Marco. "La chica de la pasta" en realidad era su mesero, y como no reconocerlo esos perfectos glúteos eran reconocibles a kilómetros.

Como enamorar a un mesero huraño. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora