<~15 Diciembre~>

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Choco~Historia.
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Presenta :
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El hechicero de Maara y el ladrón.

Hubo una vez, no se sabe con fecha exacta ni lugar de donde sucedió lo que leerás a continuación.
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Se decida que en un bosque, entre los gruesos y fuertes troncos con espesas y verdes copas.
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La luz de luna, o rayos del solo no penetraban, si acaso la lluvia corrida
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Un joven de avanzada edad, hechicero de nacimiento.
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Con el don de las posiciones, la habilidad para la adivinación, y la maldición de no amar.
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Su cabello cyan, lacio y cuál escalón, con flequillo y puntas salir. Grandes y afilados ojos marrón dorados.
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Un día como cualquier otoño en aquel lugar, con fuertes vientos moviendo las plantas que se mecían de un lado al otro, Masaki Kariya buscaba los ingredientes perfectos para su posición.
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Necesitaba frescos y coloridos.
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Frutos rojos, como fresas y manzanas; suaves como el algodón y la seda; fuertes como el diamante y el oro.
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Aquel lugar era extraño, puesto que todo lo encontraba, per, esta vez no eran en realidad esos los que buscaba, por lo que se preparo a ir al pueblo de la bahís con la familia y comerciante de pescadores.
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Cubierto dejando solo los ojos levemente al descubierto, bajo por los barrancos y caminos de piedra para llegar a su destino.
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La gente siempre era amable y cordial a menos que dieras lo contrario a entender, siempre con una sonrisa y risas alegres. Los niños en clase y adolescentes en oficios.
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Tenma Matsukaze, aprendiz de Endou, un zapatero con su esposa Natsumi. Hikaru Kageyama, sobrino de Reiji Kageyama, recolector de impuestos.
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El hermano menor de Yuuichi Tsurugi cazador, Kyousuke Tsurugi; Hakuryuu Goenji, hijo adoptivo de Aki Kino y Shuuya Goenji, doctores.
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Kazemaru Ichirouta, tejedor de algodón hermano mayor de Ranmaru Kirino, su primo; Shindou Takuto, sobrino de Yuuto Kidou, maestro de música.
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Estos seis jóvenes se conocían de nacidos, como todos ahí en el pueblo. Eran mejores amigos y cómplices de travesuras y aventuras.
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Las nubes cerraron cualquier espacio en el que el sol pudiera filtrar su luz y calor, dejando tinieblas, frío y soledad.
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La gente no tardo en refugiarse, ya que eso solo significaba que las lluvias se adelantaron, y menos mal que las cosechas y pesca en esos tres últimos meses les fueron abundantes que todos sin excepción lograron abastecerse por aquel caso extraño.
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Cerraban ventanas y puertas, llenaban sus lámparas y cubrían cualquier espacio que pudiera mojar su hogar.
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Las primeras gotas fueron tenues, arreciando por tiempos más y más.
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Masaki retrocedia por la fuerza que le viento había tomado, que ni su báculo podía mentenerlo firme por mucho, llegando solo a la entrada del pueblo, donde no había cerca un hogar, ni donde refugiarse.
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—Ven conmigo –no vio quien fue, tampoco indagará, solo se dejó ser por la voz femenina.
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Un lugar cálido y seco lo recibió, un aroma agradable, apetitoso que comenzó a hacer agua la boca, y a rugir las tripas. Aquella gente no parecía temerle o algo, sentir su presencia hostil como era, un ser, grosero y negativo, pero interiormente, con un corazón bondadoso, amable, el cual temía que alguien lo fuera a destruir como él.
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¿Porqué lo has traído? –cuestionó Goenji con seriedad.

Akio sonrió amable y respondió —nadie debe estar solo en una tormenta.
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Un plato se sopa caliente, vino y un pedazo de pan como de queso le fue servido en el extremo de la mesa, delante de Goenji, lado derecho de Aki y a su izquierda Hakuryuu.

Todos comiendo en silencio escuchando el fuerte golpeteo de las gotas con el aire por la fuerza de la tormenta.
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—¿Tienes nombre?

Finalizando la cena, el hechicero fue acomodado en la habitación de Hakuryuu, una manta le fue entregada.

Vestido con las ropas sucias por el lodo, no cambio sus ropas húmedas que Aki le entregó para cambiarse y poder secar las suyas, estaba parado a escasos centímetros de la pared, una lámpara iluminaba aún la habitación.

Hakuryuu esperaba la respuesta que, tal vez no llegaría.

—Debe ser fantástico ser hechicero, salir y explorar, saber muchas cosas...

—Lo único fantástico es la muerte, es lo más real en este mundo –hablo por fin —los humanos creen que, la magia, la hechicería o los shamanes tienen una vida grata cuando no es así, es difícil y dura como cualquier otra, a diferencia que, lidias con el odio de la gente.

—Eso no... –respondió callando luego Hakuryuu —no es del todo cierto... No todos los odian.

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La tormenta pasó, con ello, la idea del hechicero quien agradeció el buen gesto de la mujer con una rosa carmín y unas pesetas de oro, las cuales no quería recibir más que la rosa, pero al final tuvo que por la insistencia.

Siguió con su búsqueda. Sabía que alguien le seguía, pero no le tomó importancia, si era alguien que quería su cabeza, no tardaría ni un chasquido de dedos terminar con el.

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La gente pasaba por el como una roca en el río, claro que, al hablar con alguien este le era amable por cordial y no por gusto.

—¿Qué hace usted por aquí? –montado sobre unas pilas de paja, Matatagi comía una manzana sin piedad.

Le miro.

—Dicen que es capaz de hacer cosas extraordinarias.

—¡Ahí está, atrapenlo ! –el grito de los guardias llego a ellos.

El chico terminó la manzana, dejando lo poco que quedaba de esta al aire y pronto caer al suelo, sonrió con malicia y diversión trepando cual felino por las paredes y llegar a los techos a saltando como mono, huyendo.

El chico terminó la manzana, dejando lo poco que quedaba de esta al aire y pronto caer al suelo, sonrió con malicia y diversión trepando cual felino por las paredes y llegar a los techos a saltando como mono, huyendo

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—Tengo hambre... –musito Yuuta de cinco años sosteniendo a Shun de dos años.

La madre de los tres se encontraba gravemente enferma desde antes del nacimiento de Shun, y más que el de Yuuta. Su esposo padre de ellos había muerto en la guerra que había en esos tiempo entre los pueblos vecinos ante la escasez de alimento y el mal tiempo.

Hayato, el mayor de los tres con ocho años de edad no podía encontrar quien le diera un oficio que aprender, ya que su padre tendía la fama de ser un pillo, un ladrón.

Y así aún más allá de su muerte, envíando los guardián una banda que usaba en la cabeza y su cuchilla, nada más ni menos que eso. Viviendo como podían.

Al final solo quedó una cosa por hacer.

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Su destinado y rápido encuentro con el hechicero duro menos del tiempo, al ser encontrado por los guardias quienes desde pequeño le buscaban.

Su cuerpo delgado era ágil y habilidoso, escurriendose como el agua entre las casa, tejados y más obstáculos que uniera en el camino.

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Ahora con diez y seis, era imparable, reconocido como “el ladrón”

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Continuará ~~

31 días con Masaki. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora