<~30 Diciembre~>

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El tiempo pasa como el fluir del río, no se detiene por nada, las cosas cambian, el clima se fue volviendo más frío; el aroma de festividades y convivios empezaría.

El mes que niños y grandes esperaban con ansias, banquetes de comida, luces y guirnaldas, adornos y canciones.

En la casa de la familia Goenji se comenzó la decoración externa, luces es los marcos de ventanas y puertas como también en el tejado, el muñeco de nieve inflable.

La corona de nochebuena en la puerta; en el interior, el espacio para el árbol navideño estaba, así como también la caja de arreglos para este.

En la cocina, Yuuka y Masaki preparaban algunos bocadillos, fuera Hakuryuu y Shuuya clavaban las luces y Aki revisaba las cajas con las esferas y objetos.

—¿No haz vuelto a ver a Hayato? –cuestionó su tía revolviendo el chocolate caliente.

El chico bajó la mirada triste, ya hace unos meses que no sabía nada de él, ni siquiera Tetsukado o Minaho. Aún le dolía, estaba presente en el, y en ese partió, no logró decir lo que quería.

Las galletas se doraban en el interior del horno en diseños de pinos y estrellas. Suspiro —creo que... El está bien.

—No lo digo por lastimarte sobrino mío, pero... A menos que no liberes lo que en cierras, solo crecerá más tu dolor.

Lo sabía, pero ¿que podía hacer?

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—¿Todo bien? –cuestionó Tsurugi a Masaki quién se encontraba acurrucado en sus brazos y pecho.

Kyousuke había quedado con él ese día en ver películas en casa del menor y quedarse a dormir; y ahí en la sala se encontraban ambos en la alfombra recargados sobre el sofá.

—Si –respondió sin quitar la mirada del televisor donde pasaban la película de terror que miraban.

En toda la película y la siguiente, Tsurugi sabía que Masaki no estaba bien, lo dejaría pasar hasta el momento indicado.

Desde su huida de casa y el asunto de Hayato, Masaki había cambiado.

Hakuryuu se había ido a jugar videojuegos con Ibuki y los demás en casa de Minaho, Yuka a dormir con sus amigas, por lo que en casa solo estaban los padres del menor, los cuales aceptaban a Kyousuke desde un principio como pareja de su hijo menor, como la familia de Tsurugi aceptaba a Masaki.

Adormecido, cargo al menor a su habitación, no sin antes apagar el televisor y las luces dejando lo más posible acomodado, aunque sólo habían tomado los cojines del sillón y una manta.

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En el cuarto del menor, el cual ya no compartía con Hakuryuu, se cambió las ropas a pijama así como también cambió al menor, pero en el proceso, sus dedos acariciaron aquel cuerpo que fue dejando salir suspiros entre sueños.

La diferencia de temperaturas dentro y fuera de la casa se notaba en la ventana, el vaho cubría toda la ventana.

No se detuvo y continuó acariciando aquel cuerpo, dejando besos cálidos, la respiración en Masaki comenzaba a cambiar y su cuerpo a reaccionar en cada roce.

Pero en ese momento, entre el trance del sueño y las caricias, Masaki susurro el nombre de la persona menos indicada.

Tsurugi se despegó de golpe ¿se había enojado? Claro que si, no sabía muy bien el tipo de relación que esos dos llevaban, y no era de su interés, el amaba a Masaki y respeta su privacidad, pero esto... Esto era ir más alla de sus límites.

Respiro y contó hasta diez, su cuerpo se tenso por el enojo que recorrió su cuerpo —¿Kyousuke?

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Los cuatro se encontraban desayunando con normalidad, charlando de una y mil cosas; terminando de lavar los platos, los dos menores se fueron a la escuela, los últimos días de clases.

Y en un callejón vacío como la mayoría, solo basura acomulado, Tsurugi acorralo a Masaki y le beso sujetandolo bien de las caderas.

Masaki sentía la necesidad de Tsurugi así como la suya, en la noche no supo que pasó, solo que se quedó dormido a mitad de la segunda película, y en medio de un sueño, vio a Hayato recorriendo su cuerpo en caricias y besos, sin saber que en realidad era Tsurugi, al cual le llamó “Hayato”.

—¿Te gusta más que Hayato te tocara? –cuestionó en medio de aquella situación.

Masaki abrió los ojos con sorpresa ante aquello ¿que dijo? —Tsurugi...

Los besos eran más intensos, devoradores como las caricias obscenas.

—Tsurugi para...

—¿Porqué? ¿No te gusta? –habló con brurla —¿por qué no soy Hayato?

—Basta Tsurugi... ¡Detente!

—¡Qué lo dejes bastardo! –un empujón lo hizo caer entre bolsas apiladas de basura a Kyousuke.

Masaki quedó anodadado por aquello y más por la voz y luego la imagen de quien freno los abusos de Kyousuke sobre él —Hayato...

—Bastardo –gruñó Tsurugi.

31 días con Masaki. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora