Adicional 2

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—En verdad... En verdad te gustan las fresas –afirma Hayato siendo de almohada para la nuca de Masaki, quien sostenía entre sus piernas un plato de fresas que devoraba.

El chico una tras otra saboreaba el dulce y ácido sabor de aquel fruto rojo, miró de reojo al moreno y sonrió —¿a caso no hay algo que te guste y que desees saborear más de la cuenta?

Aquello no venía en doble sentido, pero Matatagi así lo vio y entendió, por lo que le retiro el plato ante las negativas del otro y girandolo hacia él lo beso.

—De hecho si... Lo hay –dijo entre besos a los labios con sabor fresa de Masaki.

Sus manos se deslizan por las ropas de Masaki para tocar su piel, tocando todo lo que alcanza de arriba a bajo. Le gustaba ese cuerpo de Masaki desde la primera vez que lo tocó, no dejaba de fantasear con él en sus ratos libres que su mente divagaba de un tema a otro hasta llegar a ese.

De entre los besos sonrió y dio un último de pico separándose del otro quien respiraba agitado como él, acarició su mejilla y tomó un mechón de su cabello acariciandolo también.

El otro se acomodo sobre el cuerpo del moreno, le era como una cuna en la cual encajaba perfectamente, ambos eran como dos tuercas creadas y destinadas una para la otra.

De la nada Hayato comenzó a reir —te amo –habló parando de reír aún jugando con el mechón de cabello del otro.

En respuesta Masaki se aferro al pecho del otro quien le abrazo, continuaría en hablar pero ahora Masaki fue quien abordó sus labios tiernamente, y así lo mantuvieron, un beso romántico y sincero.

Sonrieron cómplices, amantes y amigos; una contra otra sus narices se frotaron sin retirar aquella sonrisa.

—Creo que mi corazón rebentara.

—¿Matatagi... Estas siendo romántico?

Desvío la mirada sonrojado rascando su nuca —dije lo que pensé... No es...

Masaki descubrió el torso de Hayato por completo y se recostó de nuevo en él para verificar lo dicho por el otro, y en efecto como el suyo, ambos estaban latiendo acelerados.

Sus labios fueron al cuello del moreno besándolo con lentitud para disfrutar de la piel ajena así como le hacía Matatagi a él.

Hayato no tardo en descubrir también el torso de Masaki y acariciar su espalda, aquello no era como otras veces, no era sólo calentura o necesidad por satisfacer, sino que era el amor manifestándose.

Como imanes sus labios buscaron los otros hasta encajarse.

31 días con Masaki. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora