La vida de un huérfano.

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La historia comienza en un viejo orfanato, el orfanato Shikon No Tama para niños maltratados. Ese orfanato esta algo descuidado puesto que solo sobrevive gracias a pequeñas contribuciones por parte de la comunidad. Alberga al menos treinta niños que no sobrepasan los quince años, esperan a alguna compasiva familia que quiera aceptar a cada uno de ellos.

La directora y fundadora del lugar es Kaede Azuma o ''Nana Kaede'' para los niños a los que trata como si fueran sus hijos. Creo ese pequeño hogar para resguardar a los pequeños maltratados, a los que sufrieron abusos y a demás niños en situación de calle, se encarga de buscarles una buena familia que se encargue de brindarles ese amor que tanto necesitan y se les ha negado.

Una noche de luna llena, revisaba los alrededores de la descuidada casona, revisaba si había algún inconveniente o algún infante fuera de los dormitorios. Revisó todo y vio que estaba en orden, al volver a su oficina el llanto de un niño se hizo presente y eso era imposible, el niño más pequeño del lugar tenía cinco años y estaba en el otro extremo de la propiedad y era imposible que le escuchara. Con algo de inseguridad siguió el llanto, el sonido la llevo a la puerta principal, la abrió y se topó con una caja, al abrirla soltó una exclamación de sorpresa, era un pequeño niño.

Lo metió adentro, por como se miraba parecía que acababa de nacer, ¿Quién sería tan cruel como para separarlo de su madre tan pronto? ¿Ella lo habrá abandonado?. No quiso pensar en eso, debía protegerlo a él también. Lo detallo e hizo que parara su llanto, se dio cuenta que era diferente a los demás pues poseía cabello de un color blanco casi plata y unas extrañas marcas en su rostro y cuerpo.

―¿Porque te habrán hecho esto, pequeño?. ―Miro al niño, este dormía. Lo llevo a uno de los viejos cuneros que usaban en casos como estos, era la primera vez que dejaban bebes en su puerta pero estaba prevenida. Al cambiarlo noto que en su ropa había un bordado en hilos dorados.― Así que te llamas Sesshomaru, que nombres más interesante.

El bordado en el pecho del niño indicaba que ese era su nombre, no entendía lo que pasaba pues la ropa del pequeño era fina, no era cualquier prenda y eso era extraño... Si era de una familia adinerada... ¿Por qué lo dejaron en su puerta?.

―No importa que habrá pasado, desde ahora eres uno más de mis hijos hasta que logré encontrarte un hogar, será fácil pues prefieren llevarse a los pequeños. ―Hablo quedo, más para sí que para el pequeño.

Llamó a uno de los médicos que ahí residían pues necesitaría ayuda con el niño, aún era muy joven como para estar lejos de su madre. El hombre llego algo desalineado y somnoliento.

―Kaede, ¿Qué sucede?. ―Bostezó.― ¿Por qué me has llamado tan tarde?.

―Lo lamento Suikotsu pero he encontrado a este pequeño en la entrada y tal parece que recién nació, necesito que lo revises para cerciorarnos que todo esta en orden. ―El hombre se golpeo las mejillas tratando de alejar el sueño, era ya bastante tarde y necesitaba su descanso nocturno.― Los dejo, debo anotar esto en los registros.

La mujer salió y el médico procedió a hacerle un chequeo de rutina al niño, al terminar noto que todo estaba en orden y preparo una botella de formula para alimentarlo, era hora de que comiera algo y al verlo comer con desesperación sintió pena por él.

―Ya veras que aquí te sentirás querido, Kaede parece estricta pero no lo es, créeme yo fui uno de sus hijos en este lugar. ―Recordó con melancolía su pasado, había sido un niño maltratado pero una joven mujer lo rescato, le dio un hogar cálido y amor maternal, todo lo que necesitaba se lo brindo y le ayudo a trabajar para que lograra su sueño de ser un médico pero decidió quedarse en el orfanato, su hogar. No se arrepentía, le gustaba ayudar a los niños que como él sufrieron y era una forma de pagarle a Kaede todo su amor y apoyo.

Con el paso del tiempo el pequeño Sesshomaru crecía, más nadie lo adoptaba puesto que las marcas en su cara y rostro lo hacían ver extraño a los ojos de las parejas que buscaban un hijo al cual amar y cuidar, Kaede veía al pequeño solo, todos lo tachaban de fenómeno y eso le dificultaba hacerse de compañía. Ella quería a todos sus hijos y por más que suplicaba a los niños estos no aceptaban al pequeño albino.

―Nana Kaede, ¿Yo soy un fenómeno?. ―Preguntó el pequeño con inocencia, apenas tenía cinco años y ya era molestado por todos los demás, sumándole que era el más pequeño de todos y eso le impedía defenderse.

―No, no lo eres Sessh. No les hagas caso a tus hermanos, ya se disculparan contigo. Mejor ve a ayudarle a Bankotsu a regar las plantas del jardín.

―Ya voy nana Kaede. ―El niño corrió en dirección al jardín trasero, ayudaría a su hermano Bankotsu a regar las plantas, le gustaba ayudar a sus hermanos. Ella sonrió, Bankotsu tampoco fue adoptado y era el mayor de sus hijos, apenas tenía diecisiete y era el único que cuidaba de Sesshomaru puesto que también tenía una extraña marca en su rostro y comprendía su situación, Kaede lo sacó de las pandillas y ahora trabajaba ayudando a la gente para traer un poco de efectivo a su hogar.

―Abuela Kaede, ¿Cree que algún día adopten a Sessh?. ―Escuchó la voz de su secretaria Sango a sus espaldas y volteó, la mujer la miraba curiosa, ella la trataba como si fuera de su familia aunque no haya crecido en ese lugar, a todos los empleados los trataba de la misma forma.

―No lo sé, algún día alguien verá lo especial que es y lo aceptara. ―Suspiró. Deseaba que al menos sus hermanos lo quisieran, trataba que todos los niños se trataran como hermanos y su convivencia fuera amena en ese lugar.

Mientras tanto en el jardín, Sesshomaru estaba sentado mirando a su hermano podar las plantas.

―Bank.

―¿Que pasa Sessh?. ―Preguntó sin apartar la vista del rosal que podaba, sabía que a Kaede le encantaban esas flores y quería mantenerlas hermosas para ella, esa mujer era su madre ahora, la suya nunca lo quiso y prácticamente lo había vendido a una pandilla pero Kaede lo rescató y era feliz aunque al igual que su pequeño hermano fue rechazado, incluso desde que llego cuando apenas tenía diez años.

―¿Algún día dejaran de llamarme ''fenómeno''?. ―Volteó, el niño estaba de cuclillas frente a una flor, tocaba sus pétalos como si en ellos encontrara la respuesta a su pesar. Sabía que los demás eran crueles, él lo había vivido pero confiaba en que alguien adoptara a su hermano y por mucho que lo fuera a extrañar era lo mejor, merecía vivir en el seno de una maravillosa familia, algo que ninguno ahí tenía pero se tenían mutuamente y eso era algo parecido a una familia modelo.

―Lo harán Sessh, estoy seguro. Vamos a limpiarnos para comer un refrigerio. ―Dejo las tijeras de jardinería en un lugar seguro para que ninguno de sus hermanos pudiera alcanzarlas y revolvió el cabello del pequeño albino causando una leve risa en él.

Esquivaron a sus demás hermanos que jugaban en el patio de juegos y lograron llegar a la cocina, Bankotsu sacó una galleta y se la dio a su hermano, mientras comían no pudo evitar mirarlo. ¿Por qué lo molestaban? Ellos no tenían la culpa de ser diferentes, a él lo habían dejado de molestar porque había crecido y sin contar a Suikotsu, era el mayor de los hermanos. Su hermanito era adorable y esas marcas lo hacían ver único, nadie debía molestarlo y él no merecía que lo molestaran. Suspiró, aún si hablara con todos ninguno le haría caso y no quería que tomaran represalias en contra del menor.

El niño comía su galleta en silencio, ¿Algún día sus hermanos mayores lo aceptarían? ¿En verdad era un fenómeno?.

No se sentía diferente a los demás, solo se diferenciaba por el color de ojos, cabello y sus marcas. Aun a su corta edad lo entendía. Noto que su hermano mayor le miraba, parecía absorto en sus pensamientos y prefirió dejarlo solo, iría a jugar a algún lado solo como ya se le era costumbre, no quería ir a molestar a la nana Kaede con sus cosas. No le gustaba sentirse débil, aun si fuera el menor de todos quería ser fuerte y poder defenderse. Caminaba con la mirada en el suelo, soñaba con un día ser normal, que sus hermanos y hermanas lo aceptaran tal cual era pero parecía un sueño imposible.

Llegó a un columpio apartado y subió, se mecía suavemente pensando en su vida, muchos lo creían demasiado listo para su edad, él se consideraba ordinario ya que no tenía un talento u otra cosa que no fuera su poco común aspecto.

Continuara...

Tú eres mi felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora