El regreso de la rutina.

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Habían pasado unos días, la vida de Inuyasha y Sesshomaru había vuelto a la normalidad, cada uno volvió a sus respectivas ocupaciones para con su familia. La ausencia del Fushiko menor parecía tan lejana, los socios de la empresa estaban complacidos al ver al heredero volver a sus ocupaciones. Nadie sabía el porque de su huida y así planeaban seguir.

Al único que le había molestado el regreso del heredero Fushiko había sido Naraku Ayakashi, al hombre le molestaba el regreso del azabache pues ya no podría seguir inventando excusas para ir a Fushiko Inc. Y ver al heredero de los Taisho Asakura, al heredero Ayakashi le atraía el heredero Taisho Asakura y era bastante obvio para todos pues coqueteaba con él descaradamente.

A pesar de que todo volvía a su completa normalidad, para alguien era diferente. Al menor de los Fushiko le molestaba esa monótona rutina, había probado la libertad y le había gustado. No era lo mismo ver a su amado albino en la oficina que todo lo que habían pasado en aquella cabaña aun si solo hubiera sido un día, extrañaba esos momentos. Estar encerrado entre cuatro paredes ya no era lo mismo, su padre ya no estaba para mantenerlo amenazado y para controlar cada movimiento suyo y quería aprovechar eso. Pero, no quería dejar atrás a su amado albino aunque tampoco quería alejarlo de su recién encontrada familia. No quería huir y dejar atrás todo lo que había formado, no otra vez.

Se encontraba en su oficina, por primera vez se le hacía enorme y a la vez sofocante. Colocó sus codos en el gran escritorio y cubrió su rostro con sus manos, otra vez volvía ser el ''heredero perfecto''. Era su cruel realidad, aun si Takemaru ya no estuviera, debía seguir siendo ese Inuyasha que aborrecía.

...

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Sesshomaru se hallaba revisando los balances de la siguiente junta, su rostro cansado delataba lo mal que la estaba pasando. No le gustaba todo eso, las caretas, el dinero y las extenuantes reuniones. Su vida tranquila había sido sustituida, ya no era un simple huérfano que solo se preocupaba por pequeñeces, ahora era un heredero de una adinerada y reconocida familia, su mundo había cambiado en pocos meses.

Al rememorar todo lo ocurrido en aquella cabaña, le hizo extrañar esos momentos. Extrañaba esos instantes en los que únicamente eran Inuyasha y él, esos momentos en los que la vida agitada que llevaban se habían quedado fuera de esa cabaña. Un solo día había bastado para sentir cierta añoranza por esa intimidad que ya no lograban tener, un momento en el que solo fueran ellos dos, sin importar los apellidos o el dinero, sin importar las apariencias y en donde solo eran un par de amantes disfrutando y demostrándose su amor. Habían pasado pocos días pero sentía que habían transcurrido en verdad siglos, ni siquiera había tenido un poco de soledad con su amado sin ser interrumpidos por el fastidioso sonido de un teléfono o las interrupciones de sus respectivos compañeros laborales.

Y qué decir del orfanato, Kagura había estado más insoportable por el hecho de que Inuyasha Fushiko había regresado, ella aun no aceptaba su lugar como su hermana y era en verdad frustrante. Algunas veces quería mandar todo al demonio y salir huyendo lo más lejos posible, de preferencia a esos tiempos en los que solo tenía que estudiar en su habitación los libros que anteriormente habían pertenecido a sus hermanos mayores.

Estar sentado en el escritorio que tenía vista a la intimidante oficina de la presidencia de Fushiko Inc. era algo cansino pero no había nada que hacer, no podía simplemente obligar a Inuyasha a salir de ahí y ambos perderse por un rato en algún lugar lejos de ahí.

—Extraño mi vida. —Murmuró mientras firmaba un documento, su nombre antes simple ahora era algo sumamente importante. Sin duda esos lejanos tiempos se extrañaban. Amaba a sus padres pero al haber crecido en un lugar humilde lo había hecho pensar de esa forma tan simple.

¿Qué podía hacer? ¿Cómo librarse de su legado sin decepcionar a sus padres? Por más que lo pensará, no hallaba una solución. Tendría que resignarse y permanecer tras esas constantes montañas de documentos importantes. 

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El final de un día laboral llegó, por esa ocasión aceptó que el Fushiko lo llevará al orfanato. Extrañaba esos días.

—Sesshomaru, lo he estado pensando y quisiera enterrar mi pasado. Sabes a lo que me refiero, ¿verdad?.

—Por supuesto, me encantaría ayudarte en eso. Recuerda que ya no estás solo. —Lo abrazó. Estaban frente a las puertas del orfanato, esas escenas tan nostálgicas volvían.

—Pensaré muy bien en que hacer para olvidar todo. Creo que a ambos nos servirá dejar atrás todo el sufrimiento y esas pruebas. Debemos cerrar esos ciclos y que mejor que hacerlo juntos. ¿Estás de acuerdo?.

—Completamente, cuando sepas que hacer me lo comunicas. Yo quiero estar a tu lado cuando todo ocurra.

Ambos sabían que estaban a nada de terminar con esas duras pruebas de la vida, también sabían que seguirían tras esa estresante rutina que no les permitía disfrutar de la compañía contraria. Aunque esa dura prueba no los iba a vencer, aun si estuvieran separados, no cederían para echar a perder todos sus esfuerzos. No dejarían que a vida se ensañará de nuevo con ambos.

Su destino desde antes de nacer había sido sellado, ambos estarían juntos. Por terceros no pudieron lograrlo pero ahora que podían no dejarían que algo tan simple como la distancia los separará. No después de tanto tiempo sin saber el uno del otro.

—Antes de irme, quisiera que me acompañes a hacer una visita. Con eso creo que todo será sepultado, necesito hacerla y necesito que me apoyes o créeme que será algo catastrófico.

—Te acompañaré. He de suponer que no me dirás a donde iremos, ¿cierto?. —Inuyasha asintió. —Entonces... Ahí estaré.

Ambos se despidieron prometiendo verse en unos días para esa visita, Inuyasha debía y quería hacerla. Tal vez ver ese rostro conocido le ayudaría a sobrellevar su vida, tal vez eso le ayudaría a sentir su vida menos repetitiva y tal vez, eso ayudaría a recuperar ese algo que su vida necesitaba. Ese algo que se había quedado en esa cabaña en Otaru.

Con esa convicción tomó su camino hacia su solitario departamento, extrañaba ese día en la cabaña que nunca olvidaría y que tanto quería que se repitiera. Tal vez en un futuro se podría, todo dependía en como le fuera a ir con su tediosa y algo detestable visita.

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Inuyasha programó la salida junto a Sesshomaru, obviamente omitió el nombre de aquel a quien iban a ver pues no quería que el albino se echará para atrás. Tampoco le mencionó nada a su madre ni al matrimonio Taisho  Asakura, ellos no permitirían que hiciera esa visita y en especial los Taisho Asakura, mucho menos si el albino lo acompañará. Por eso mismo decidió callar y a su vez Sesshomaru hizo lo mismo, era hora de cerrar ciclos.

Continuará...

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