De vuelta a nuestro hogar.

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Llegaron. Koga miró todo con atención, nada había cambiado y en el fondo estaba nervioso. Después de tantos años había vuelto a su hogar.

No era como si odiara a los Ookami, sólo que ese viejo orfanato era su hogar a pesar de ser adoptado por una buena familia aun sentía a la directora como su segunda madre.

—¿Estas bien?. —Sintió la mano de su hermano en el hombro, trataba de apoyarle.

—Claro que si Fluffy, se supone que soy yo el que te da apoyo no al revés.

Eran observados por el azabache, ahora entendía la hermandad que se decían tener, fueron  compañeros de orfanato. Eso explicaba todo y vio como ambos entraron al lugar, los siguió.

En el camino se toparon a Kagome pero ella no reconoció al moreno de coleta.

—Veo que ya llegaste Sessh, ¿Quien es tu amigo? Y... ¿Que hace él aquí?. —Apuntó a Inuyasha algo confundida.

—Kagome, no seas grosera. Inuyasha es mi amigo y este es Koga. —Respondió.

—¿Acaso no me recuerdas?.

—Ah sí, el chiquillo que gustaba de correr tras Miroku.

—Es verdad. Por cierto... ¿Que fue de Miroku?. —Notaron que lo pregunto con ansias y a la chica se le hizo sospechoso pero no menciono nada.

Kagome se acercó a Koga con una cara de inmenso pesar, el moreno no entendía nada al igual que los dos restantes.

—Koga, Miroku... Él... —La cara de dolor que hizo provocó que el moreno sintiera un nudo en la garganta, vio a la adolescente negar para después bajar la mirada.

—No... Mi-Miroku ¿Que paso?. —Sintió ese molesto picor en los ojos y un nudo en la garganta, Sesshomaru no sabía si reírse o reprender a su hermana, prefirió guardar silencio.

—Koga, desafortunadamente él...—Escucharon voces a sus espaldas y Kagome desvío la mirada y vio al causante de las mismas.

—Hoy no es día de visitas por favor vuelva después. —Koga volteo, esos ojos azules y ese rostro lo reconoció al instante.

—Miroku desafortunadamente sigue aquí. —Finalizo Kagome para después correr lejos de 
ahí antes de ser reprendida.

—¿Koga, eres tú?. —Pregunto asombrado al verlo, el joven asintió y ambos se abrazaron.

—El mismo, vayamos a ver a nana Kaede.

Mientras el trío se ponía al día, Inuyasha observaba los alrededores. No era requerido para eso, esas eran cosas de familia y no tenía porque inmiscuirse en ello.

Observo a lo lejos como Koga abrazaba a la directora, Miroku y Sesshomaru observaban por igual.

El ambiente se sentía agradable, era algo tan familiar y sentía que no pertenecía a ese lugar. Quería marcharse pero venía con Koga y desde pequeño le habían enseñado modales.

Recordó su encuentro con el albino, se había comportado diferente a como debía hacerlo y eso lo tenía un poco consternado puesto que debía ser perfecto, debía ser un buen heredero y enorgullecer el apellido, ya le pediría una disculpa.

—¿Por que tan solo?. —Volteó. Vio a Kagome con los brazos tras la espalda.

—Pues espero a Koga y a Sesshomaru, debo disculparme con él.

—¿Le hiciste algo a mi hermano?. —Su voz sonó molesta, no quería pensar que el Fushiko le había hecho algo a su hermano mayor, no lo permitiría.

—No. Quiero disculparme por mi comportamiento, no fue bueno lo que hice hace un rato. Eso fue algo maleducado de mi parte.

—¿Lo insultaste?.

—No.

—¿Lo golpeaste?.

—¡No! Apenas nos conocemos. —Respondió algo sorprendido, llegar a esos extremos sería malo, sus lecciones de comportamiento y modales se desperdiciarían por ello.— Eso no es  bueno para mi imagen y apellido.

—Oye, no es para tanto y estoy segura que a Sessh no le molestó, además sólo lo hiciste apenar y fue bueno verlo cambiar de expresión. Sesshomaru siempre tiene una cara sin emociones.

—¿En serio?.

—Sí. Además siento que eso forma parte de tu personalidad, no cambies para agradar a los demás, deben apreciarte por como eres. Me recuerdas al Sesshomaru de hace unos años.

—No puedo, debo ser perfecto ante todo, eso conlleva ser un Fushiko. —Suspiró. Ser un heredero tenía sus desventajas, debía ser perfecto e ignorar sus propias emociones.

—¿De que hablan?. —Ambos voltearon encontrándose con el trío de hermanos.

—Sesshomaru, debo hablar contigo en privado. —Hablo el Fushiko y el albino asintió. Ambos de apartaron bajo la atenta mirada curiosa de los demás.

Se sentaron en una fuente en el patio, los niños que residían estaban en sus clases y no interrumpirían su plática.

—¿De que quieres hablar?.

—Perdón por mi comportamiento, por un momento olvide toda mi educación y me comporte de una manera inapropiada.

—Pero solo te mostraste tal cual eres, no debes cambiar... —Dejo de hablar al darse cuenta de lo dicho, ¿Acaso eso era lo que sus hermanos querían que viera? Tal vez. Se dio cuenta que tal vez él y el Fushiko eran más parecidos de lo que pensaba.

—Si mis padres hubieran visto mi comportamiento seguramente sería reprendido por denigrar el apellido. —Suspiró. Le era extraño dejar ver su verdadera esencia frente a un desconocido, ese hombre de largos cabellos plata lograba sacar su yo interno. En cierta forma le agradaba pero por el bien del apellido y su imagen debía comportarse como se le había ordenado.

—No sé que tan importante es un apellido, yo no poseo uno pero debo suponer que no es tan importante como para hacerte cambiar. —Llevó sus manos a sus mejillas, se cubrió las marcas. Era raro pensar que apoyaba al Fushiko como alguna vez sus hermanos lo hicieron con él.

—Gracias por entender.

—Para eso estamos los amigos.

Empezaron a contarse sobre su vida, querían conocerse y aprender uno del otro.

Inuyasha, un heredero prácticamente nacido en una cuna de oro era algo reservado en el tema de su comportamiento, le pareció malo que sus padres lo controlaran a tal punto, aunque no sabía si todos los padres eran así, Kaede nunca fue estricta en ese aspecto. Ella los impulsaba a mostrarse tal como eran, ella era una buena madre.

Había encontrado a alguien que pasaba algo similar a lo suyo, alguien que se ocultaba de lo que la gente decía, el temor lo obligaba a bajar la mirada y hacer lo que se le ordenaba, no eran tan diferentes.

Sesshomaru bajaba la mirada ante las burlas, ante el rechazo y por temor a lo que dirían prefería encerrar sus emociones en lo más profundo de su ser, no quería ser dañado más.

Desde lo de Kagura había cambiado, ya no mostraba emociones y se había vuelto demasiado reservado puesto que ya no platicaba con sus hermanos sobre su sentir, no quería que lo vieran con lastima –Aunque no fuera así– y aguantar a Kagura no ayudaba.

La chica se había jurado a sí misma en conquistar su frío corazón a como de lugar y era molesto que lo intentara, ya se lo había dejado en claro pero ella insistía y no quería lastimarla nuevamente.

Algún día el destino le traería la felicidad que su solitaria alma necesitaba, estaba seguro que pasaría.

Continuará...

Tú eres mi felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora