La bienvenida.

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Entró, ambos lo hicieron. Debía enfrentar a todos y responder por lo que hizo.

No supo porque pero ese lugar lo intimidaba, no lo sentía tan ameno como lo recordaba. Y todo porque no quería enfrentar a las personas que había dentro. Su familia.

...
...

Ambos caminaron en silencio hasta llegar al patio trasero donde ya los esperaban. Inuyasha no había siquiera mencionado palabra cuando sintió los brazos de su madre rodearlo en un cálido pero apretado abrazo.

—¡Te extrañe tanto!. —Se sentía extraño tener a su madre llorando en sus brazos. No quería que esa sensación se repitiera.

—Tranquila, tranquila. No volveré a irme. —La abrazó.

La calmó susurrándole que se quedaría y que nunca intentaría escapar de nuevo.

Eran observados por los mayores del orfanato, Koga, Miroku, Kagome y el matrimonio Taisho Asakura.

Pasados unos momentos la mujer se calmó, sólo escuchó ligeros sollozos.

—No vuelvas a irte, no sabes cuan preocupados estábamos.

—No volveré a irme sin avisar, no le haré eso madre.

Al separarse de su madre, Irazue se acercó y al igual que ella le abrazó aliviada de que nada malo le hubiese ocurrido. La calmó diciéndole lo mismo que a su madre.

Y ahora siguió Inu no Taisho, el hombre peliplata estaba de brazos cruzados y una expresión severa, tragó en seco al acercarse. Sesshomaru lo miraba en silencio pero deseando que su padre no fuera tan duro con el Fushiko, no quería tener que eligir a uno de los dos. Todos esperaban aunque fuera un movimiento de ambos pero solo se observaban en silencio.

—Señor Taisho yo... —No terminó de hablar al sentir al hombre mayor abrazarlo con fuerza. 

Todos estaban impactados ante esa extraña escena, más de uno creyó que al menos le gritaría un poco pero no fue así.

—Muchacho, me alegra que hayas vuelto. —Lo liberó de ese abrazo y el azabache aun mostraba una gran confusión en su rostro al igual que todos los demás. —Además... ¿Que es eso de ''señor Taisho''? ¿Acaso no somos familia?. 

Inuyasha miró a los demás que negaron de inmediato ante la duda, ninguno sabía que le pasaba al patriarca Taisho. 

—Se... Tío Inu, lamento todo lo que hice. 

—Descuida, ya todo ha pasado y sé que mi hijo te ha perdonado y eso es más que suficiente para mí. —Colocó su mano en el hombro del menor, su sonrisa se borró de inmediato y su expresión se mostró sombría. Se acercó al oído del Fushiko para susurrarle algo. —Si vuelve a pasar no me haré cargo de mis acciones, estás advertido. Mi hijo vuelve a sufrir y tú sufrirás el doble.

El Fushiko tragó duro una vez más, la mirada que le dirigía el patriarca Taisho era intimidante. Inu no Taisho suavizó su expresión para mostrar de nuevo su sonrisa y hacer parecer que esa advertencia nunca hubiera sucedido.

Al final todos se acercaron para preguntarle sobre su ausencia, querían saber todo. Estaba contento al ver que ninguno lo odiaba como lo había creído en esos meses de soledad y que todos se alegraban al verlo de regreso.

Todo iba bien hasta que sintió una presencia que le erizó cada parte de su ser, sentía una mirada peligrosa en su espalda y giró lentamente. 

Recargado en un muro estaba Bankotsu, lo miraba con una mirada ansiosa de sangre y su sufrimiento. Podía jurar que un aura asesina lo rodeaba y temía siquiera moverse. El moreno de trenza tenía el derecho de enojarse, le había jurado que nunca haría sufrir a Sesshomaru y lo había hecho. Se armó de valor y lo encaró, no podía ocultarse por siempre y debía enfrentar sus actos.

Tú eres mi felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora