F I N A L

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Santiago había despertado milagrosamente, llevaba 2 semanas en coma.
Al despertar a la primera persona que vio fue a Leah.
—Despertaste por fin -Dice aliviada.
—¿Y Maca? —Es lo primero que pregunta, Leah agacha la cabeza.
—Ella se casa mañana.
—Con ese idiota verdad —Dice Santiago gritando, y al mismo tiempo quejándose del dolor.
—Tranquilo, no hagas mucha fuerza.
—Tengo que ir a buscarla -Le dice decidido.
—No. Ya basta, mira lo que te hicieron, ya no hay nada que puedas hacer, si ellos se enteran de que estás vivo te rematan.
—Me importa una mierda, yo tengo que sacarla de ese infierno... Leah, por favor. Ayúdame.
Ella lo mira.
—No -Le dice firmé —Voy a ir al departamento a cambiarme. Te dejó el celular para que me llames cualquier cosa —Le dice entregándole el celular —Maca ya no tiene ese número ni nada, no hay manera de que la contactes —Le advierte.
Leah le da un beso en la frente y sale de ahí.
Santiago enseguida marca un número. La única persona que lo puede ayudar.
—Tienes que ayudarme, me lo debés —Dice.

- - -

El lugar era precioso. Debía admitirlo. Y estaba arreglado tal y como su padre había indicado. Lujosísimo. Todo con el mayor precio posible. Luces, pasteles, arreglos, flores. Las cámaras y prensa de todo tipo habían asistido a los preámbulos de la boda. Todo sería perfecto. Único. Único para cualquiera que no fuera ella. Observó a los invitados llegar…

Su padre le había dicho que la limusina llegaría por ella en menos de quince minutos. Estaba lista. Completamente cambiada y maquillada. Tenía una trenza Espiga que le daba hasta la curva que había en su espalda. El vestido era pequeño y no tan elegante como todo lo demás, al menos eso lo había podido escoger ella. Alguien entró a su habitación.

—Todo está listo —Dice Abril entrando a la habitación de Maca — Mamá, papá y yo nos vamos en el auto de papá. Papá me dijo que una limosina pasará por ti.
Maca la escucha y una lágrima cae en su mejilla —Te vez hermosa —Dice Abril, sin notar que ella no es nada feliz.

Ella No quería esto. Que pesadilla.
—¿Me haz escuchado? -Le pregunta su hermana.
—Sí. -Contestó ella, y se volteó sin darle importancia. Abril le dió un beso en la mejilla y salió de la habitación. Cerró la puerta.

Maca se quedó callada, mirándose al espejo. ¿Cuándo es que había pasado todo esto? Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar aquella noche en qué su padre le había disparado a Santiago.

No se podía creer que de pronto estaba apunto de casarse. De ser otra. De compartir su vida con alguien que nunca quiso. De pasar el resto de su vida con él. De dejar de ser libre. De tener una vida formal y estúpida que acabaría por convertirla en una anciana de cincuenta años llena de joyas y sin nada que contar. Se vio al espejo de nuevo. ¿Por qué lo había permitido? Tocó su cabello, envuelto en aquella trenza… y desesperada… se la quitó. Desenvolviéndola con dureza, su cabello quedó suelto y ondeado, se miró de nuevo al espejo… tomo un pequeño pañuelo que se encontraba tendido sobre su cama y se lo pasó por el rostro, quitándose el maquillaje, quedando natural. Se quitó la cadena de oro con fuerza, y los aretes de perla los dejó caer al suelo. Los tacones blancos desparecieron de sus pies. Y quiso llorar. Y esta vez ya podía. Y abrió las mamparas de su habitación. Que bonita noche. Pero no para ella… no… ella prefería morir. O estar en cualquier parte. Y siempre era así. Bueno, esta vez quería que en verdad el lugar en donde estuviera fuera para siempre. Se adentró a su pequeño balcón, cogiendo las barandas que lo encerraban, subió a una de ella, sintiéndose más grande, y observó a los autos bajo ella, a las personas comunes, pero que a diferencia de ella algunos si podían ser felices. Y subió otro escalón más. Y sentía el aire su rostro. Moviéndole el cabello. ¿Por qué no podía sentirse así siempre? Tal vez a partir de ahora lo haría… soltó sus manos de las barandas, sus pies eran lo único que sostenían las riendas de su vida ahora. Aquella que ella quería perder. Y se balanceó. Y no le importaba. No tenía razón para nada.

O tal vez sí… sí la tenía, y esa razón estaba justo detrás de ella.

—Maca... no—Susurró él, cogiéndola de la cintura por detrás, con todas sus fuerzas.
Maca abrió los ojos. Los brazos de alguien la abrazan desde atrás, sin permitirle caer. Reconocía esa voz. Respiró hondo y volteó su rostro hacia atrás.

—Santiago...

LA CHICA RICA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora