All I need is you III © [AINIY #3]

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Debía aprender a dejar de fijarme tanto en lo que los demás pensaban de cada cosa que hacía o decía.

¿Si me lo repetía hasta que mi cabeza estallara se me quedaría grabado en la conciencia? Lo dudaba mucho. A veces mi conciencia era incluso más terca que yo.

No podía dejar de pensar en lo que acababa de pasar en los vestidores del coliseo. No podía dejar de sentirme azorado por las miradas discretas y fisgonas que nos observaban casi por casualidad mientras Will me ofrecía sin tapujos meterme a la ducha con él.

Analizándolo mejor, ya todo el internado sabía lo de Will y yo. Y si no lo sabían (lo cual era bastante improbable dadas todas las maneras en que habíamos sido expuestos en el pasado), sus fuertes sospechas debían tener. Además, no había quien no conociese bien la historia. ¿No era algo así como absurdo seguir teniendo el reflejo de ocultar lo que pasaba entre nosotros? Al principio había habido burlas al respecto, sí, pero desde la muerte de Valerie todos habían empezado a tenernos respeto.

En eso pensaba mientras cerraba la ducha y me restregaba el cabello mojado con una de mis toallas. Los ojos cansados y casi completamente nublados de Valerie Mitchell atisbaron por mi memoria y se me hizo un nudo en la garganta.

Aún podía recordar bien sus gritos y sus lágrimas, resonaban en mi cabeza en ciertos momentos del día como si estuvieran ocurriendo en tiempo real en dimensiones alternas. Ese llanto, esa combinación terrible entre dolor y desesperanza, me daba ganas de encontrar una manera de retroceder el tiempo para poder hacer las cosas de otra manera. Haber hecho un mayor esfuerzo por llevarme bien con ella cuando todavía había tiempo, haberla alegrado de alguna forma en los momentos en que más sola se había sentido, haber cuidado mejor de ella, haber hecho las paces antes de que se hallara al borde de la muerte. Seguía repitiéndomelo a mí mismo y nadie me iba a cambiar la opinión: si yo hubiera hecho más por ella, quizás las cosas hubieran sido muy diferentes.

Me até una toalla a la cintura y me vi en el espejo del baño. Me di cuenta de que no solo había cambiado por dentro, sino que había crecido un par de centímetros desde que me había reencontrado con Will. En mi mano, además, todavía persistían los moretones que eran lo único que me quedaba de la azabache.

Era detestable pensar en que era cierto todo lo que decían sobre que no valoras a una persona hasta que sabes que no la vas a ver más.

Sin embargo, pensaba yo mientras dejaba la ropa sucia en el cesto y me internaba en mi habitación a buscar prendas limpias para vestirme, no era bueno para mí ni para nadie que siguiera pensando en cosas que ya no podía solucionar. Solo había algo que sí podía hacer por el momento.

Podía amar a Will.

Will ya tenía dos bebés, lo cual sonaba más raro de lo que era considerando que apenas había cumplido los dieciocho. Pero el hecho de que los tuviera, me hacía pensar inexplicablemente en un futuro tierno y prometedor, un futuro a su lado. Y sí, yo sabía que había demasiadas cosas que tenía mejorar en mí mismo para ser el apoyo que él necesitaba, pero estaba dispuesto a trabajar en ello hasta conseguirlo. No iba a fallar de nuevo. Iba a honrar mi promesa con Valerie, iba a serle fiel a mis sentimientos por Will e iba a mejorar como persona en el proceso.

Hubo tres golpes en la puerta que me produjeron un leve sobresalto, y apenas había comenzado a abrir la boca para preguntar quién era cuando se abrió, dejándome a mí con un calor incipiente en las mejillas.

<<No sé, podrías haber dejado que me vista primero>>.

Era Will. Para mi sorpresa, su cara también se tiñó de un leve carmín al verme en esa situación.

—Will, eh... —balbuceé— no sé si sea un buen momento para...

—Lo sé, lo siento, no pensé que... perdón, ¿sí? —se disculpó al instante, pero con un tono inquieto e inusual.