26. Me sostienes, me sostengo

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Nos hallábamos todavía sentados en el suelo. Mi mano todavía apretaba la de Will, pero aún no conseguía sentirme completamente tranquilo con eso. Hacía poco menos de cinco minutos había parado de llorar, aunque no de temblar, y mi novio solo me había observado con ojos respetuosos durante todo ese tiempo en silencio.

—Perdón —dije finalmente.

—No tengo de qué perdonarte.

—Perdona por no ser tan fuerte.

—Eres de las personas más fuertes que conozco —hizo el amago de tocarme la mejilla, pero recordó la situación en la que nos encontrábamos a tiempo, así que no lo hizo.

—Me rompo —me quejé, frustrado—. Alguien me toca y me rompo, soy débil.

—Cualquiera puede romperse.

—Tú no.

—¿Que yo no?

—Eres... tan perfecto —espeté, con rabia y envidia muy bien disimuladas—. Hagas lo que hagas todo te sale bien. Eres guapo, guapísimo, fuerte, inteligente, carismático, conquistas a quien sea con tu sola presencia y caigas cuanto caigas el mundo sigue respetándote, sigue a tus pies porque eres Will Robinson... eres una jodida estrella y lo vas a ser siempre. Tú no te rompes. Tú tienes la capacidad de romper. ¿Es mucho pedir algo de eso para mí? ¿Ser más fuerte, tener un poco más de respeto?

Will apretó los labios y luego me sonrió melancólicamente.

—Tienes razón. En la mayoría de cosas que dijiste tienes bastante razón, de hecho. Soy guapo, bien, lo sabemos todos. Soy fuerte porque debo serlo y porque me he esforzado por ello. Inteligente, tal vez. Me gusta saber cosas. Carismático, no lo sé, solo me agrada ser el centro de atención de vez en cuando (casi siempre). Solo hay algo en lo que te has equivocado.

—Dime en qué —gruñí.

—Dices que quieres un poco de eso para ti. Dices que no eres fuerte y yo sí.

—¿Y no es verdad?

—¿Crees que haberlo solucionado todo con peleas a golpes toda la vida es ser fuerte? —dijo rápidamente—. ¿Qué tan fuerte es una persona que apenas siente un golpe se aterra y devuelve mil? O mejor dicho, ¿qué tan fuerte es al lado de alguien que se ha negado siempre a lastimar, que piensa, que recibe un golpe y lo resiste, y recibe mil, y resiste y resiste y no deja de resistir?

Mis ojos vuelven a cristalizarse y en su rostro se asoma un espejismo de tristeza.

—Te admiro, joder —su voz se quebró solo por un instante—. Te amo y te admiro. No sabes lo escasa que es la gente que ha resistido todo lo que tú has resistido sin desfallecer.

—Es que yo ya estoy desfalleciendo —sollocé.

—Claro que no —me soltó la mano y se aproximó solo para quedar frente a mí, quizás a menos de veinte centímetros, pero sin tocarme—. No estás desfalleciendo, tú sigues aquí. Y seguirás aquí mientras haya alguien que esté dispuesto a sostenerte en lo que reúnes las fuerzas para sostenerte solo. Yo estoy aquí, voy a estar aquí siempre, así que te sostendré el tiempo que sea necesario. Tienes derecho a sufrir. Tienes derecho a estar a solas con tu dolor. Pero, lo siento, te amo demasiado como para permitir que te hundas en él.

Hablaba tan fervientemente, con tanta devoción, que el nudo en mi garganta se hacía cada vez más doloroso.

—Aquí estoy —continuó—. Y he estado siempre. Desde niños, desde que nacimos, incluso. Te he querido siempre, como hermano, como amigo, como compañero, ahora como novio. Soy parte de tu vida tanto como tú lo eres de la mía, me importas y me importa todo lo que te pase. Así que a pesar de todo, aún si no puedes verlo tú mismo o si no puedo tocarte... aquí estoy.

All I need is you III © [AINIY #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora