Los meses pasaron rápidamente a partir de ese día. Realmente no supe qué sentiría al saberme tan cerca de la graduación hasta que lo estuve.
Iba a extrañarlo, definitivamente. Iba a extrañar pasar tanto tiempo con la gente (gente a la que quería e incluso gente a la que no), los pasillos, los edificios, el jardín y el viejo árbol, los maestros, los salones, los dormitorios, cada rincón en el que por años había estado. Ese lugar me había traído mis peores memorias, pero también las mejores. Era incapaz de irme de él sin sentir una gran nostalgia, nostalgia que se me fue acumulando en la espalda y en el corazón en el transcurso de los días.
Los profesores no fueron ajenos a este sentimiento que sabían que había empezado a surgir en nosotros (y no fueron de mucha ayuda para superarlo, tampoco). Se la pasaron hablando del día en que nos conocieron, de que habíamos crecido, de que nos habían visto madurar, cosas por el estilo. No pude evitar pensar en cuántas veces debían haber hecho los mismos comentarios año tras año, ¿si yo fuera maestro lo hubiera hecho? La verdad no lo sabía, pero si hubiera querido hacerlo me hubiera tomado la ligera molestia de elaborar un discurso nuevo para cada año.
Cada lugar que veía se veía distinto. Ya no era cotidiano, de alguna manera estaba alejándose más y más de mí, esperando el día en que lo habitaría por última vez para no volver jamás. ¿Estaba listo para irme y no volver? En ese lugar me había pasado todo lo realmente importante en mi vida. Había conocido a Johanna, a Greg y al resto de mis amigos. Me había enamorado de Will, había empezado a ser yo mismo, había aprendido a valorar y a valorarme, a crecer, a respetar, a comprender. Había llorado y había reído hasta las lágrimas. Ese lugar era un retrato de lo que había sido y de lo que podía llegar a ser. Pensar en abandonarlo me hacía sentir un poco a la deriva.
Mis sesiones con Wilson habían ido bastante bien durante el tiempo que pasó. Me confirmó que mi teoría era correcta y a partir de ese punto supe qué hacer para sentirme seguro. No había conseguido habituarme por completo aún, por lo menos no como solía ser, pero ya había llegado al punto de no sentir más que una leve incomodidad ante un abrazo con alguno de mis seres queridos.
Estaba pensando en eso una tarde, aproximadamente dos semanas antes de la graduación. Estaba en mi habitación con Will, Greg y Johanna, todos hablaban de sus planes futuros. Johanna quería ir a Princeton a estudiar Psicología, lo cual no me sorprendió. Sus dos opciones siempre habían sido Diseño o Psicología. Ya que Greg quería estudiar lo mismo, dijo que hablaría con sus padres para optar por una beca. Ya se los había mencionado antes, incluso. Sus padres lloraron al teléfono por quince minutos. Yo los entendía. Mi mejor amigo también me llenaba de orgullo.
Will quería estudiar Ciencias de la Comunicación. Tenía opciones entre Yale, Stanford y Princeton, pero yo apostaba a que iba a optar por esta última. No había nada en las otras que no le ofrecieran y Princeton tenía algo que no tenían las demás: a Johanna, a Greg y a mí.
Yo iba a ir a Princeton a estudiar Literatura. Siendo así, sentía que no tenía casi nada de qué preocuparme, cuatro de las personas más importantes en mi vida iban a estar conmigo en el futuro cercano y lejano, mi estabilidad iba a seguir estando segura.
–Cuando Ashburn sea un profesor de Literatura juro que lo perseguiré y me colaré en absolutamente todas sus clases– dijo Johanna.
–Cuando sea un profesor de Literatura juro que te echaré de todas mis clases– rebatí yo, entre risas.
–Si quieres espiarlo manda a tus hijos a sus clases– sugirió Greg.
–No sé si tendré hijos, ¿para qué perder el tiempo? Mejor manda tú a tus quince pelirrojitos.
–¿Por qué tendré quince hijos?
–No sé, en eso pienso cuando te pienso en el futuro, a ti y a quince niños pelirrojos.
–¿Tú estás ahí?
Johanna se quedó callada y Will y yo hicimos un exagerado sonido de ambulancia para molestarlos a los dos. Demonios, eso había sido lo más cursi que le había escuchado decir a Greg jamás. También era gracioso, porque pocas cosas hacían que Johanna se quedara sin palabras.
–A lo mejor tú tienes a sus quince pelirrojitos– rió Will.
–Sí, cierra la boca, rubia– gruñó Johanna, aunque sin poder evitar sonreír.
–¿No tendrás hijos? ¿Entonces a los hijos de quién malcriaré?– me quejé.
–Puedes malcriar a los míos si quieres– dijo Greg tranquilamente.
–¿A todos, a los quince?
–¡Que no tendré quince!
Todos nos reímos. Realmente iba a extrañar esas risas en las habitaciones del internado.
–¿Cómo harás con los tuyos, Will?– inquirió Greg.
Me alegraba mucho que él y Will se estuvieran llevando mejor. Todo lo que habían pasado juntos finalmente los había unido, al parecer.
–Mis padres los cuidarán de lunes a viernes. Los fines de semana los veré yo, en las fiestas y días que no puedan también. No quiero que se queden con mi responsabilidad.
–Entiendo, ¿ellos qué piensan?
–Por ellos los criarían solos y se olvidarían de mí– rió el rubio.
–Necesito ver a esos niños otra vez– suspiró Johanna.
–Todos– acoté yo.
–¿No les parece extraño que nos vayamos a ir?
Vaya que sí.
–Yo no llevo mucho tiempo aquí, pero aquí me han pasado muchas cosas, así que...– empezó Greg.
–Yo he estado aquí desde que era pequeña.
–Eso no es posible– dije.
–No me refiero a pequeña por la edad, me refiero a que era... pequeña. No hablaba, y apoyaba cosas con las que no estaba de acuerdo solo porque no me atrevía a hacer algo al respecto. Era tan pequeña que estuve a punto de desaparecer... hasta que Ashburn llegó.
–Supongo que tiene ese efecto en los demás– dijo Will, acariciando suavemente mi mano con el dorso de la suya.
–Si me ponen sentimental juro que me largo– amenacé graciosamente.
–Esto de aquí está por terminar– añadió Greg–. Ha sido el mejor año gracias a ustedes y a los demás. El mejor año para mí, agradezco haber venido.
–¿No es gracioso que hayas tenido que ir al otro lado del mundo para encontrarnos?– le dijo Johanna.
–Es su culpa por estar muy lejos.
–Realmente los voy a extrañar– murmuré, pero al parecer no lo suficientemente bajo como para solo oírlo yo.
–Vamos a ir los cuatro al mismo lugar, genio– dijo Johanna.
Greg se levantó de su cama en la que estaba tendido boca abajo y se sentó junto a mí. Johanna lo imitó.
–Estamos los cuatro juntos. Quizás no seremos el mismo grupo, pero estaremos juntos– expresó Greg, francamente.
Sin pensarlo dos veces extendí los brazos y abracé a mis tres personas favoritas, tratando con todas mis ganas de abarcarlos a los tres al mismo tiempo.
Ellos tenían razón. Faltaba muy poco para el final de algo, pero no importaba. Empezaría algo mejor y, esta era mi parte favorita, estaríamos todos juntos.
Lo último en lo que pensé antes de soltarlos y retomar el tema, fue algo que me hizo secretamente feliz. Abrazarlos, por primera vez en mucho tiempo, me hacía sentir completamente seguro.
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All I need is you III © [AINIY #3]
RandomEthan se dará cuenta de que los problemas no han acabado... y que tal vez no acabarán jamás. *** Inicia la segunda mitad del último año. Cualquiera diría que los problemas han tenido que acabarse después de todo lo que ha pasado, pero en realidad so...