19. El límite no existe

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Justo cuando pensé que acabaríamos en su habitación, nos fuimos directamente a la mía. Era obvio, por supuesto, en su habitación estaba Josh durmiendo, mientras que la mía estaba vacía, Greg aún seguía en la fiesta. 

Solo que al parecer besar a Will y pensar al mismo tiempo no se me daba muy bien.

Mi espalda chocó contra la puerta en un momento especialmente inoportuno en que los labios de Will exploraban mi cuello y sus manos se paseaban por el contorno de mis costillas. Liberé uno de mis brazos (ambos estaban enroscados en torno a su cuello) y busqué a tientas la cerradura. Para cuando la encontré, las manos de Will no estaban más en mis costillas. Ambas estaban metidas en los bolsillos traseros de mis jeans.

–¿Me recuerdas desde hace cuánto no hacemos esto?– susurré antes de que sus labios volvieran a atrapar los míos en medio de la entrada más accidentada que recordaba haber hecho a esta habitación.

–Mil años…– suspiró entre beso y beso.

Lo acorralé brevemente contra la puerta que acababa de cerrar tras nosotros solo para poder echarle el seguro. Luego volví a lo mío. 

Aunque eso nunca había sido lo mío, claro. A pesar de llevar mucho tiempo con Will (y a pesar de que no era la primera vez que hacíamos lo que estábamos haciendo) mi confianza sobre mi propio cuerpo y sobre mis capacidades para… bueno, hacerlo sentir bien, aún estaban muy en el suelo. 

La mano del rubio tomó mi mandíbula en medio de una pausa que habíamos hecho en busca de una buena bocanada de aire y me contempló con lascivia, completamente extasiado.

–No tienes idea de lo perfecto que eres– jadeó, deslizando su mano hasta la parte posterior de mi cabeza y estrechando el cabello de mi nuca de tal manera que la piel entera se me escarapeló. 

Gemí por lo bajo e hice algo que en la vida, en la vida entera, y mucho menos en ese momento, me hubiera imaginado que podía hacer. 

Coloqué ambas manos en el fornido pecho de mi novio y lo empujé hasta que cayó de espaldas sobre mi cama pulcramente hecha. 

Will soltó un ronco gruñido que me sobresaltó (hasta que descubrí que no era precisamente de dolor o de molestia) y se apoyó en ambos codos, contemplándome con los labios entreabiertos, las pupilas dilatadas y la respiración más irregular que nunca. En cuanto a mí… estaba paralizado. Quieto y paralizado en mi lugar mientras mi cerebro trataba de procesar lo que acababa de pasar. Es decir, ¿había sido yo quien acababa de empujar a Will cual poseído por alguna fuerza libidinosa y sobrenatural? ¿O había sido otro? 

<<Quien fuera, era idéntico a ti>>

Es que no podía haber sido yo. ¿Entonces qué seguía? Había sido como lanzarse de un avión sin la certeza de que el paracaídas se abriría. Estaba entrando en pánico y mi cerebro estaba haciendo cortocircuito por la descarga de información, porque no estaba preparado para ser yo quien se lanzara, porque era todo tan nuevo, tan sorpresivo, tan inesperado, repentino, había sido un estúpido al siquiera tratar de… 

–¿Ethan?

–¡Perdón!– exclamé–. ¡Perdón, no quise empujarte, fue un accidente!

–No es cierto– sonrió, ladeando la cabeza tan tiernamente que me quedé mudo por unos segundos que me sonaron a eternidad. 

–De veras, de verdad no fue mi intención que…– mentí. 

–Lo que yo creo, querido– mierda, "querido", jamás me había llamado así, pero cómo me había gustado…–, es que por fin estás dejando de reprimirte. 

All I need is you III © [AINIY #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora