6. Así o más claro

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Nuestra llegada a la habitación, la mía y de Greg, se desarrolló tan silenciosamente como si todos compartiéramos un secreto espeluznante.

Había algo de cierto en todo eso. Lo único diferente era que el secreto no lo compartíamos todos. Solo Will y yo conocíamos las razones por las cuales había ocurrido todo lo que acababa de ocurrir y, al menos para mí, la culpa por ello tenía un sabor amargo.

La única comunicación que tuve con los demás durante los primeros minutos desde nuestra llegada se expresó mediante las miradas ansiosas mal disimuladas que no pude evitar arrojarle a Will cada cierta cantidad de segundos. Era como si le preguntara. Como si le implorara que me dijese qué hacer.

Y entonces, al cabo de no sé cuánto, el rubio confesó.

Explicó a unas aturdidas Sophie y Julie acerca de la llegada de la primera nota anónima y las circunstancias en que las siguientes habían hecho acto de aparición. Para ser sincero, no escuché la mayoría de lo que dijo. Mis sentidos estaban más concentrados en las expresiones de perplejidad (los gestos de asombro, los ojos irritados abiertos de par en par) de las dos chicas frente a mí. Estaba tan alerta que hubiera saltado de la silla de haberse cumplido mi presagio de que alguna se levantara y comenzara a reprocharnos.

Porque había sido nuestra culpa. Así se sentía.

Así era.

—Perdón. —Will reflejó la totalidad de mis temores silenciosos con la última frase de su explicación.

Me retorcí los dedos, expectante.

—Al diablo, ustedes no tienen la culpa —dijo Julie con la mirada cargada de resignación.

Sus ojos estaban rojos tras los anteojos negros. Fue la primera vez que su mágico antifaz de superheroína no surtió ningún tipo de efecto.

Mi alivio se convirtió en melancolía.

—No, en serio, lo sentimos mucho —insistí. Mi primera frase en un largo rato.

—No pensamos que llegaría a tanto, por eso ni siquiera pensamos en contárselo a alguien —terció el rubio, para luego bajar la mirada, haciéndose cargo de sus palabras.

Hubo una especie de corto silencio que me atenazó el corazón.

—Si pudiéramos descubrir quién lo hizo... —continuó Will.

En resumen, si lo pudiéramos descubrir, no existiría ningún problema.

Pero no podíamos, porque se nos había escapado de las manos antes de que nos percatásemos de ello, porque parecía ser más grande que nosotros, más intenso, más complicado. No teníamos ni un solo indicio que nos acercara cuando menos un poco más a la verdad. No teníamos manera de descubrir quién era el culpable, ni siquiera una pista, un pequeño estúpido error que hubiera cometido.

Nada.

Querer descubrirlo era como pretender reconocer a una hormiga en medio de su colonia.

—Quienquiera que sea, no tiene nada mejor que hacer con su vida —comentó Johanna con un tono tan amargo que me inquietó.

—¿Qué era lo que decía la nota? —preguntó Sophie con la voz más apagada que yo le escuché en la vida, tan contrastante con su tono habitual.

Will extrajo su billetera de su bolsillo y no tuvo que hurgar demasiado en ella para encontrar la nota, como la hubiera sacado una y otra vez en los últimos minutos. Era probable que lo hubiera hecho.

Tímidamente, con anormal indecisión, se la entregó a la chica en completo silencio.

Sophie no hizo más que murmurar un corto y escueto "gracias" antes de ponerse a leerla. Los segundos que ese proceso tardó, para mí parecieron durar una eternidad.

All I need is you III © [AINIY #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora