Capítulo 27

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Temores

― Sé que es algo que no acostumbro a hacer, pero siempre hay excepciones. ―explico mientras saco un pie por encima de la espuma que hay en la bañera mientras hablo por teléfono con mi asistente―. Trata de ser lo más breve y cortés posible, no creo que Jason se enoje. ¿Tú qué piensas?

― Pienso que a veces es bueno que una mujer se haga de rogar.

― No me estoy haciendo de rogar. ―le digo a través de la línea telefónica y escucho su risita―. Tengo que hacerme cargo de un problema y... debo resolverlo hoy.

― No hay problema, llamaré al señor Corey ahora mismo.

― Sí, gracias. ―musito y luego cuelgo. Dejo el teléfono en un lugar seguro donde no pueda mojarse y luego chillo con todas mis fuerzas.

El doctor me dijo que cuando me sintiera muy estresada que gritara, de alguna manera gran parte de la presión se va con el grito. Si soy sincera... no sé si gritar me ayuda, pero se siente bien y supongo que eso ayuda en algo.

― Bien, no es la primera vez que Harry se sale con la suya. ―me digo sin mucho convencimiento mientras elijo la ropa que me pondré.

Tengo veinte minutos para vestirme y arreglarme. ¿Quién pide salir con alguien a las seis de la tarde? Joder. Me muevo con facilidad mientras arreglo mi cabello y decido no maquillarme tanto, pienso que así evitaré escuchar comentarios sarcásticos de parte de él. Últimamente está muy sarcástico.

Mi teléfono suena.

― Ya voy. ―gruño al teléfono y ruedo los ojos con exasperación.

Sé que debe estar sonriendo. El hecho de que él venga a buscarme para salir significa que vendrá a traerme, le dije mil veces que yo iría en mi auto pero mi petición fue denegada mil veces más.

Bien, lo hago por mi padre. Principalmente.

Me encamino hacia la puerta principal disfrazando mis nervios con enojo fingido y me doy cuenta que no servirá. Sé a la perfección que no estoy tan molesta, pero no le daré el gusto a Harry de saber que me agrada un poco la idea de salir con él.

Su camioneta negra me espera en la calle, así que me encamino hasta allá pensando en que debí insistir para traer mi auto. La camioneta no está nada mal, es alta, así que necesitaré un poco de ayuda para subirme bien. Aprieto los labios mientras me acerco sabiendo que él me está mirando desde el interior.

Demonios, él se baja a abrirme la puerta.

― Gracias. ―susurro y sorprendentemente me monto de manera fácil, él me ayuda, claro está, pero no lo hice con torpeza.

Él cierra la puerta sin decir nada y yo me acomodo en el asiento con incomodidad. El interior del auto huele bien, es cómodo, todo el tablero negro y los asientos también.

― ¿Cuánto tiempo durará esto? ―pregunto cuando él pone la camioneta en marcha.

― Nadie lo sabe.

― ¿Cuándo te vistes tomas en cuenta lo que te va bien y lo que no? ―no me resistí. Dios, siempre se viste bien. Ahora lleva una camisa verde militar, jeans oscuros, botas negras.

― Bueno, siento la necesidad de verme bien. ―se encoge de hombros. Él no se molesta en mirarme mientras me habla―. ¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso un hombre no debería verse en un espejo antes de salir?

― No me refería a eso, sino que... ―respiro―. Siempre luces bien. ―hermoso.

― Deberías verme en mis peores fachas, me visto según mi humor. ―eso sonó divertido.

No huyasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora