Culpa de las cervezas
Él lleva casi cinco minutos hablando por teléfono. Apenas entramos a la casa él recibió una llamada, lo dejé solo en la sala de estar, no quiero que piense que quiero saber lo que está hablando o con quien está hablando.
Resoplo al darme cuenta que hubiese ido a cambiarme de ropa, pero supongo que los nervios no me dejan ser.
Observo la cocina y me doy cuenta que está demasiado impecable, eso me recuerda que no he cenado.
―Responsabilidades de adulto ―me recuerdo de mala gana.
Aunque... una taza de Corn Flakes nunca está mal.
― Bueno. ―Me encamino hacia la nevera y escucho sus pisadas por el pasillo.
― ¿Grace?
― Estoy aquí. ―Canturreo abriendo la nevera.
― Lo siento. ―Me dice y me giro para verlo. Parece angustiado―. Estaba hablando con David.
― Oh, bien. ―Cierro la boca sin saber qué más decirle. No me siento con el poder de preguntarle algo. Es incómodo.
― Mi madre hizo una película digna de un Oscar.
― Oh.
― Y David me estaba dando terapia virtual. ―Sonríe y la sonrisa no llega a sus ojos. Siento la necesidad de hacerlo sentir bien, pero no sé cómo.
― Quería decirte que soy mala dando consejos, y si se trata acerca de nosotros dos soy mucho peor. De verdad, yo no te diré que hagas algo para hacer feliz a Elena, en realidad... no me importa.
― Es mi madre, pero a mí tampoco. ―Nos miramos y caigo en cuenta de que últimamente nos miramos fijamente más de lo normal.
― Bueno. ―Miro hacia la nevera mordiéndome el labio inferior inconscientemente.
― ¿Quién te ha besado en estos dos años? ―su pregunta me desestabiliza por un momento.
― ¿Qué?
― ¿Has besado a William otras veces?
Él toma asiento alrededor de la encimera y me mira con expectación mientras une sus manos en la superficie lisa y oscura. Mi cocina tiene colores oscuros.
― Harry.
― No podré mantener un buen ambiente de trabajo al saber que él... ―no encuentra la palabra―. Ya sabes.
― ¿Y eso qué? Tú y yo somos colegas.
― Y amigos.
― Eso. ―Manoteo sin importancia.
― ¿Tuviste algo serio con William?
― Harry, no es bueno que empieces con eso. ―Me cruzo de brazos mirándolo con seriedad.
― ¿Qué tan lejos llegaron?
― Oh, joder ―blanqueo los ojos―. Había olvidado lo fastidioso que eres.
― Sólo dime.
Empiezo a espantar los recuerdos que llegan a mi mente y él parece que puede leer los pensamientos porque se pasa las manos por los cabellos y exaspera.
― Esto me lo gané, no sé por qué me enojo si yo pregunté... ―vuelve a pasarse las manos por la cabeza y resoplo aburrida―. ¡Maldita sea! ―exclama y doy un respingo.