Capítulo 32

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Culpa de las cervezas


     Él lleva casi cinco minutos hablando por teléfono. Apenas entramos a la casa él recibió una llamada, lo dejé solo en la sala de estar, no quiero que piense que quiero saber lo que está hablando o con quien está hablando.

Resoplo al darme cuenta que hubiese ido a cambiarme de ropa, pero supongo que los nervios no me dejan ser.

Observo la cocina y me doy cuenta que está demasiado impecable, eso me recuerda que no he cenado.

―Responsabilidades de adulto ―me recuerdo de mala gana.

Aunque... una taza de Corn Flakes nunca está mal.

― Bueno. ―Me encamino hacia la nevera y escucho sus pisadas por el pasillo.

― ¿Grace?

― Estoy aquí. ―Canturreo abriendo la nevera.

― Lo siento. ―Me dice y me giro para verlo. Parece angustiado―. Estaba hablando con David.

― Oh, bien. ―Cierro la boca sin saber qué más decirle. No me siento con el poder de preguntarle algo. Es incómodo.

― Mi madre hizo una película digna de un Oscar.

― Oh.

― Y David me estaba dando terapia virtual. ―Sonríe y la sonrisa no llega a sus ojos. Siento la necesidad de hacerlo sentir bien, pero no sé cómo.

― Quería decirte que soy mala dando consejos, y si se trata acerca de nosotros dos soy mucho peor. De verdad, yo no te diré que hagas algo para hacer feliz a Elena, en realidad... no me importa.

― Es mi madre, pero a mí tampoco. ―Nos miramos y caigo en cuenta de que últimamente nos miramos fijamente más de lo normal.

― Bueno. ―Miro hacia la nevera mordiéndome el labio inferior inconscientemente.

― ¿Quién te ha besado en estos dos años? ―su pregunta me desestabiliza por un momento.

― ¿Qué?

― ¿Has besado a William otras veces?

Él toma asiento alrededor de la encimera y me mira con expectación mientras une sus manos en la superficie lisa y oscura. Mi cocina tiene colores oscuros.

― Harry.

― No podré mantener un buen ambiente de trabajo al saber que él... ―no encuentra la palabra―. Ya sabes.

― ¿Y eso qué? Tú y yo somos colegas.

― Y amigos.

― Eso. ―Manoteo sin importancia.

― ¿Tuviste algo serio con William?

― Harry, no es bueno que empieces con eso. ―Me cruzo de brazos mirándolo con seriedad.

― ¿Qué tan lejos llegaron?

― Oh, joder ―blanqueo los ojos―. Había olvidado lo fastidioso que eres.

― Sólo dime.

Empiezo a espantar los recuerdos que llegan a mi mente y él parece que puede leer los pensamientos porque se pasa las manos por los cabellos y exaspera.

― Esto me lo gané, no sé por qué me enojo si yo pregunté... ―vuelve a pasarse las manos por la cabeza y resoplo aburrida―. ¡Maldita sea! ―exclama y doy un respingo.

No huyasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora