-¡¿Qué?!-gritamos mi madre y yo a la vez, evidentemente mi madre porque estaba en contra y yo porque al fin alguien que pensaba lo mismo que yo.-No, ni de broma Artemisa.-continuó mi madre.
-Espera, espera. Que Ana muera, pero no.-hizo una pausa, mi madre me dirigió una mirada y yo otra a ella, luego las dos miramos a Artemisa que mantenía una sonrisa entusiasta.
-Me he perdido-dije.-¡Detalles Artemisa, detalles!
-Podemos fingir tu muerte, la profecía dice que si estáis separadas estáis salvadas. Fingimos tu muerte y asunto arreglado.-Al ver mi cara de duda continuó-Podemos hacer que parezca que has muerto, quemamos un cuerpo, hacemos unas replicas de tus pulseras, de tu ropa, lo quemamos y hacemos que lo encuentren. Tu te quitas de en medio, estas los tres años fuera y pasará el peligro.
-Y simplemente ¿vuelvo después de tres años supuestamente muerta?-pregunté y Artemisa asintió, suspiré desesperada.-¿Qué te parece?-le pregunté a mi madre dejando de dar vueltas por la isla, ella alzó los ojos que había clavado en sus manos mientras jugueteaba con sus pulseras.
-Buena idea, me parece buena idea, a lo mejor pulir le unos cuantos detalles pero no esta mal.-me eché las manos a la cabeza.
-¿Qué? Tierra llamando a diosa de la sabiduría ¿estas por ahí? Tenemos una duda con un plan y te necesitamos.-dije irónica mientras Artemisa se daba besos mentales a si misma porque Athenea hubiera pensado que era un buen plan.
-Ana piénsalo-me detuvo ella-No es tan mal plan, solo necesitamos encontrar ese sitio donde poder esconderte y pulir lo un poco pero es la mejor idea que se nos ha ocurrido por ahora.-Bufé, mi madre se levantó y me agarró de las muñecas, clavó sus ojos en mi obligándome a mirarla.- Y en el único en el que ninguna de las dos tiene que morir.-Artemisa asentía detrás de mi madre y yo simplemente me mantuve en silencio. Realmente comprendía a mi madre, no quería que ninguna de sus hijas muriera, aun menos nosotras, pero ella también debía entenderme a mi, yo no quería a nadie mas muerto por mi culpa.
-Me lo pensaré.-respondí y ella asintió.
-Me alegro.-al segundo desaparecieron como dos fantasmas y Percy me tocó el hombro.
-Se acabó el tiempo. Vamos.-volví a mirar hacia donde hacía un segundo habían estado mi madrina y mi madre, ya no estaban allí. Caminé hacia la canoa conforme me desataba la pulsera de muérdago poco a poco sin que Percy se diera cuenta (se suponía que no la tenia) y la colgué de una rama en uno de los árboles, se camuflaba bien allí. Llegamos a la canoa y nos sentamos, Percy comenzó a remar con su control de agua y cogimos buena velocidad.
-¿Han venido?-preguntó él rompiendo el silencio.
-Si.-respondí mirando al suelo de la canoa.
-Pues sea lo que sea lo que te han dicho te han dejado helada. Puedes contarme lo que quiera, lo sabes ¿no?-le asentí y le di una sonrisa, no le contaría nada, ni a él ni a nadie. Entonces por el rabillo del ojo vi algo moverse en el agua, como una gran masa de algo nadando por debajo nuestra, giré la cabeza pero ya no había nada.
-¿Lo has visto?-le pregunté a Percy.
-Lo siento, esta debajo nuestra, es enorme y no parece bueno.-me asomé para intentar ver algo mas en la turbia agua. De nuevo lo vi pasar, unos 15 metros de largo, parecía un calamar gigante. No quería quedarme allí para comprobar que era.
-¿Donde esta Annabeth?-si el calamar estaba allí para venir a por mi era porque mi hermana no estaba muy lejos. Percy y yo buscamos con la mirada por la playa y la encontré junto a las canoas pelando sola con la espada.