-¡Ey!-saludó Tania al vernos llegar a Soraya y a mi a la casa.-¿Y esas caras?-Soraya y yo estabamos algo serias por lo que debiamos decirle a Tania, Tom apareció por las escaleras y rapidente retiró la mirada de mi, y yo hice lo mismo.
-Tenemos, tengo que decirte algo-respondí y ella tomó asiento, yo me puse a su lado y Soraya en el sofa justo a la derecha.
-Es algo malo ¿Verdad?-sus ojos oscilaban entre Soraya y yo, ella asintió y volvió la vista a mi.
-Veras Tania, recuerdas por qué estoy aquí y sabes que no podia estar aquí para siempre y en algun momento debia marcharme ¿no? Pues...
-Ha llegado ese momento ¿no?-preguntó ella con la cabeza agachada.
-Si peque, ha llegado ese momento. Y aunque me vaya, aunque deva cambiar de vida e irme lejos, nunca olvidaré este tiempo aquí, nada de lo que ha pasado-mis ojos se desviaron hacia Tom que estaba sentado en la escalera jugueteando con sus manos pero me correspondió la mirada.-Ahora os tocará acostumbraros a que yo no este, pero vendré a visitaros cuando pueda, lo prometo.-me quedé en silencio observandola mirar hacia el suelo.
-Te olvidarás de nosotros ¿no?-habló y yo sonreí.
-¿Como voy ha hacer eso?-le puse una mano en el mentón y le levanté la cabeza.
-Al dejar de vernos, de oirnos, de hablar con nosotros, te acabarás olvidando.
-Yo nunca olvido a nadie, por muy poco que este en mi vida, aunque solo sea un suspiro lo que dure, la recordaré para siempre. Y tu, vosotros-miré a Soraya y a Tom-habeís durado mas de un suspiro, habeís sido mis pulmones estos meses. Si no hubiera sido por vuestra insistencia en que me moviera, que hiciera cosas, que me mantuviera ocupada, aun estaría en esa cama, posiblemente con obesidad-sonreí y todos lo hicieron tambien-Nunca me olvidaré de vosotros, a demas voy a Atenas, no ha una carcel, puedo venir cuando tenga un hueco. Así que tranquila que no te vas a librar de mi tan facilmente.-ella sonrió.-Ven aquí anda-le di un abrazo y ella me lo correspondió.
Despues de hacer la maleta a eso de las 19:45 de la tarde, ya estaba demasiado cansada como para ir a dar una vuelta por ultima vez. Me tumbé en mi cama y observé el techo. Comencé a recordar la ultima visita de Annabeth a mi tumba, la habia visto y Soraya me habia ido diciendo que decia ella.
-Hola-dijo tocando mi tumba-Percy sigue sin aparecer, y yo estoy echa un lio.-ella comenzó a llorar-te echo de menos, os echo de menos a los dos.
-Vamonos-le dije a Soraya. Fue como el dia de mi funeral, sentí una presión en el pecho, sentí toda la culpa del mundo. Soraya no opuso ninguna resistencia y nos marchamos, una sola lagrima se derramó por mi mejilla.-yo tambien te echo de menos-susurré.
Habia sido de lo mas doloroso, y desde entonces nada habia sido igual. Habia llevado bien los dos primeros meses en la casa, pero desde aquello a principios del tercer mes, todo habia cambiado. Sabia que Annabeth jamas me perdonaria esto y no hacia mas que soñar distintas alternativas de encontronazos con Annabeth despues de tres años. En algunas me abrazaba y me decia lo mucho que me habia extrañado, pero en otras, la mayoria, acabava dandome de ostias. Respiré hondo y conseguí quedarme dormida.
Por la mañana un rayo de luz me dio justo en la cara y me desperté. Miré el reloj de la mesita, las 6 de la mañana, me levanté de la cama y me preparé ropa. Bajé las escaleras con la ropa en la mano, llegué al suelo y fui a la casa para llegar hasta el baño. Me di una ducha y me puse unos pantalones negros ceñido, una camiseta blanca con algo de escote, mi sudadera de rombos abrochada y mi cazadora negra. Bajé a la cocina y me senté en la encimera de madera mientras me comia una manzana. Dejé un pierna suspendida en el aire y la otra recogida rodeada por mi brazo derecho. Mi entras mordia la manzana observé las pulseras en mis muñecas, no paraba de pensar en que ahora empezaba una nueva vida por tres años, no podia haber rastro de mi vida pasada. Cuando me disponia a quitarmelas un sonido muy familiar se escuchó fuera. Como si el mundo aspirasé muy fuerte y luego un silencio total, alguien se habia transportado. Solté la manzana y me levanté de un salto, salí corriendo y me frené en seco en el porche cuando vi que se trataba de Thalia. Ella me miró con duda.