Capitulo 14: Nuevos compañeros

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Me habia cambiado siguiendo el consejo de Mariam, me puse una camiseta verde, una sudadera y unos baqueros largos. Aprobechando estar sola guardé las pulseras de Athenea en mi bolsillo. Mariam y yo bajamos hasta la cafeteria de nuevo y rapidamente Clara se plantó delante nuestra. 

-Tu a servir,-señaló a Mariam- tu conmigo.-Mariam suspiró y yo seguí a Clara hasta la cocina detras de la barra, fuimos hasta el final de esta y bajamos unas escaleras hasta un sotano.-Muy bien niña, ahí tienes esos sacos de harina de 40kilos, llevalos hasta esas repisas y apilalos, Roque y Mariam tadan el triple del tiempo de lo que tardarás tu.-ella habló señalando un montón con unos 15 sacos de harina.-Quitate la pulsera de muerdago, si es por esa conexión que tienen algunos licantropos con otros...

-¿Como sabes lo de las conexiones?-pregunté. 

-Una tiene su cultura.-respondió. Bufé y miré mi muñeca izquierda donde la pulsera estaba atada. Le extendí la mano a Clara y ella la desató y me la dió. Al instate sentí mis ojos tornarse rojos, pestañeé y los noté normales de nuevo.-Cuando acabes hay mas trabajo.-ella se giró y yo le hice burla, era muy mandona y no me gustaba su actitud.-Si vuelves ha hacer eso te arrancaré la lengua-dijo serimente mirandome por encima de su hombro.

-Me gustaria ver como lo intentas.-levanté una ceja retante y ella solo me ignoró y caminó escaleras arriba. Me giré hacia los sacos de harina, suspiré y me quité la sudadera, era hora de trabajar. Despues de un cuarto de hora ya habia acabado de colocar cada saco en su lugar. Realmente habia echado de menos mis poderes de alfa, eran de gran utilidad para este trabajo. El sudor perlaba mi frente y caía por mi espalda y mi pecho. 

-Joder, eso es una pasada.-escuché una masculina voz detras de mi, me giré y vi al chico de antes, el tal Roque. Era mas alto que yo, media melena castaño oscuro peinada a un lado, ojos caramelo y de complexión fuerte.-Ni siquiera yo puedo con un saco solo.

-¿Te crees Hulk o algo?-le pregunté vacilante, él me revisaba de arriba a abajo y me ponia muy nerviosa.-¿Quieres algo o solo has venido para entretenerme? Porque necesito ir a buscar a Clara y pedirle mas trabajo. 

-Relajate, vayamos a tomarnos algo.-dijo él acercandose y entonces un olor me golpeó, lo habia estado oliendo desde que llegué allí, pero ahora se habia acentuado.

-Espera... espera. Eres un satiro.-dije, el chico apestaba a cabra.

-¿Y tu como lo has..?-me miró de arriba a abajo con los ojos como platos.-¡Eres un lobo!-gritó y rapidamente dió unos pasos atras. 

-¡Venga ya!-dije cansada y exasperada.-¿Qué teneís en contra nuestra todos? No voy a comerme a nadie, lo prometo.-él titubeó antes de volver a su posición. 

-Vale, te creeré por ahora, pero...¿Vamos a tomar algo?-insistió.

-¡Que no!-respondí y pasé por su lado rapidamente para subir las escaleras. Llegué a la cocina con Roque pisandome los talones. Clara dava vueltas de una mesa a la otra y cuando me vió rapidamente se dirigió hacia mi. 

-¿Que has hecho ya?-preguntó.

-Terminar el trabajo-respondí cruzandome de brazos. 

-Vale, pues si te ves con fuerzas pasa los sacos de ambrosía hasta el otro extremo del sotano a unas repisas que hay. Luego puedes hacer lo que quieras pero no la lies ahí abajo.-asentí y me giré para encontrarme con Roque de frente, Clara lo agarró de la camiseta cuando se dispuso a seguirme.-Tu conmigo Roque. 

-Pero quiero ir con ella y socializar.-dijo él con tono de niño pequeño lo que me hizo reir. 

-Tu no sabes lo que es eso-le dijo Clara y le dió un tironazo. Bajé de nuevo al sotano y de nuevo acabé el trabajo en unos 20 minutos ya que a pesr de que pesaban menos era mas trabajoso tener que subirlos hasta la repisa de arriba. Cuando acabé me tiré en el suelo y utilicé un saco de café para apollar la cabeza. Una rara sensación me habia perseguido durante esos 35 minutos y rapidamente relacioné y supe que era por la falta de mi pulsera de muerdago. Era como un malestar en el emisferio derecho de mi cabeza, como si una puerta que llevaba tiempo cerrada se hubiera vuelto a abrir. Me restregué los dedos por las sienes y me levanté de un salto. Revisé el lugar y encontré una barandilla que colgaba del techo a unos dos metros. Salté y me agarré, hice un par de domiadas y aguantó bien mi peso. Metí las piernas por encima de la barandilla y usé el techo para no caerme y me colgué boca abajo para hacer unos abdominales. Despues me puse con unas dominadas y el malestar se mitigó.

Ana White Hija de Athenea 3: Las hijas prodigiosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora