cinco.

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—Puto profesor de las narices... ¡Me tiene hasta la mismísi—

—¿Se puede saber qué es ese vocabulario?— escrutó una aguda y al mismo tiempo exigente voz.

Una joven mujer de cabellos oscuros reposaba con sus brazos cruzados en lo alto de las escaleras. Su fina figura se apollaba en la barandilla, dejando allí todo su peso.

DongHyuck recogió la mochila que anteriormente había arrojado al suelo con rabia a causa del enfado. La atenta mirada de su prima seguía sobre él. Juraba que podía notar los fríos ojos de la joven desde su lugar en el descansillo.

—Lo siento, estaba enfadado.— se escusó.

Tras ello la mujer carraspeó, y comenzó a bajar despacio los escalones que lo separaban del menor.

—Sigues enfadado, ¿qué te ha hecho ese profesor?

—¿Cómo sabes que...?

La pelinegra bufó.

—Te dejaste los pulmones gritándolo, ¡se te escuchaba quejarte aún cuando estabas en la calle!— se lamentó. Paró a mitad de las escaleras, sentándose sobre uno de los tantos escalones. Acomodándose con sus piernas juntas y su espalda recta. Ella era demasiado finolis hasta en su propia casa.

—Uh.

—Sí, uh. Ahora cuéntame qué es eso que te trae así. Como hayas suspendido de nuevo te...

—No, no es eso.

La mujer palpó el escalón varias veces para que el muchacho se sentase. DongHyuck se acomodó un par de escalones por debajo.

—Si hace falta hablaré con tu directora.

—¡No es necesario!— se apresuró a exclamar, alcanzando a agarrar una de las blanquecinas muñecas de la joven, como si esta fuera a escapar. Lo miró sorprendida, con los ojos bien abiertos, y poco a poco DongHyuck dejó su muñeca en libertad.

—Lo siento, Haseul. Es complicado.

—¿Tienes algo con tu profesor?— preguntó sin dar tiempo siquiera a que DongHyuck continuara.— Es eso o que ese hombre te tiene manía.

—Y-yo eh... A ver, no, p-pero yo, uhm.— balbuceó. Balbuceó como un niño, sin saber qué decir ante aquella rápida sugerencia. Y se sentía penoso, ¿por qué justo en aquel momento tenía que ponerse nervioso? Siempre había sido un as de la mentira.

—Te pillé.

DongHyuck trepó de rodillas en menos de un segundo los escalones que le separaban de la muchacha para abalanzarse sobre ella, ganándose un grito que lo ensordeció y un fuerte manotazo que lo hizo alejarse.

—¡Por lo que más quieras Haseul no se lo digas a mi madre!— exclamó mirándo los brillantes orbes de su prima con intensidad.— ¡Me gusta mucho Seúl, no quiero volver a casa! ¡Por favor, por favor!

—Cállate niño, no lo iba a contar. Ni siquiera se lo iba a decir a la abuela, mucho menos a tu madre.

Golpeó de nuevo el hombro del muchacho cuando vio que su falda se había arrugado, pero a DongHyuck no pudo importarle menos aquello. Había caído recostado sobre las escaleras en una posición incómoda, pero que al menos evitaba que se clavase los peldaños a lo largo de su cuerpo.

No lo admitiría, pero había estado a punto de llorar.

—Dramático.— bufó la pelinegra.— De todas formas no dije nada de no llamar a la policía. Qué ilegal eres, Hyuck.

—A veces te odio.— murmuró el muchacho aún bocabajo sobre el acolchado material que recubría los escalones.

—No mientas, me odias siempre.

kiss the teacher ;;ᴍᴀʀᴋʜʏᴜᴄᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora