diez.

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Observó el papel, lleno de garabatos sinsentido hechos a lápiz.

Mark suspiró arrugando el pequeño papel y lanzándolo a una papelera que estaba en la otra punta del despacho. Falló el tiro, pues el trozo de papel rebotó en la esquina de la papelera y cayó de forma mísera al suelo.

Dejó su peso en el acolchado respaldo de la silla, evaluando las probabilidades de que aquel crío la liase por su repentino berrinche. Si bien no fue correcta la actitud del adulto al burlarse de los intereses del menor, tampoco iba a acatar órdenes que no le parecían.

— Profesor Lee.— una voz fina habló tras golpear varias veces la puerta del despacho. La abrió despacio y una cabecilla pelinegra se asomó entre el espacio. Una vez vió al profesor, se atrevió a entrar.— Profesor.— volvió a decir, haciendo esta vez una pequeña venia. Cerró la puerta entonces.

— Buenos días, SoMin.— saludó el hombre, poniéndose en pie para saludar a la alumna.— Siéntese, por favor.

— Oh. Sí, claro.

La chica se dejó caer en la silla frente al escritorio, donde el joven Lee había estado anteriormente. La muchacha se repeinó el cabello, tan liso y fino que parecía enredarse con facilidad.

— ¿Qué sucede?— preguntó entonces el docente.

La pelinegra se aclaró la garganta, esperando no trabarse al hablar. El nerviosismo de hablarle a un profesor de algo que probablemente le disgustaría la tenía nerviosa, tanto que tan solo podía mirar hacia abajo, jugueteando con el dobladillo de su aburrida falda sobre sus huesudas rodillas.

— Verá... La directora—

Mark bufó. Comenzaba a aborrecer a aquella mujer, tan recta como una regla, no se doblegaría ante nada. Probablemente era la única persona que le podía mandar y él cumpliría sus palabras sin rechistar.

—...No debería decírselo yo, pero he escuchado que si no va directamente le despedirá. Dijo algo de que le tocaba hacer guardia con los castigados.

— Muchas gracias, Jung.— agradeció el hombre, poniéndose en pie de nuevo. La muchacha también se puso de pie, haciendo de nuevo una venia.— Pero no está bien escuchar conversaciones ajenas.

— Lo lamento. Simplemente lo dijo cuando yo salía de su despacho y no pude evitar oírlo.— y de nuevo, otra venia.

Ambos salieron de aquel despacho, esta vez Mark lo cerró con llave. Cada uno tomó un camino distinto, uno de ellos hacia la oficina de la directora.

Una vez estuvo frente a la puerta, dió dos firmes golpes sobre la parte de madera, esperando escuchar el serio 'adelante'.

— Buenos días, directora Park.— saludó con una simple inclinación de cabeza una vez estuvo dentro de la gran sala. Envidiaba el despacho de aquella mujer, tan amplio y moderno. Ser el director tenía sus ventajas.— Escuché que quería hablar conmigo.

— Precisamente.— afirmó la mujer. Bajó el marco de sus gafas mientras extendía una de sus manos hacia uno de los sillones que decoraban la sala, aguardando a que el profesor tomase asiento.

Mark se sentó mientras la mujer tecleaba algo rápidamente en su ordenador. Volvió la vista hacia el hombre una vez se hubo sentado.

— Quería informarle de varias cosas.— comenzó explicando.— Ya sabe lo que le dije sobre dar las clases de inglés. Espero que lo haya meditado.

— Continúo en ello. De cualquier manera, directora, no comprendo por qué no dejó a la suplente. Tan solo trabajó un par de días.

— Prefiero tener a alguien de confianza trabajando aquí. Además es usted un buen docente.

Mark se dejó halagar, aunque aún no estaba del todo seguro en si tomar el trabajo. De todos modos el dinero no le era necesario.

— Dejando eso de lado, quería decirle que hoy le pertenece el turno de guardia con los alumnos castigados.

Asintió despacio.— ¿En qué aula?

— Aula de música, a las cuatro. No hay muchos alumnos castigados, tiene suerte.

La fémina se puso en pie, el repiqueteo de sus tacones sobre el suelo acompañándola hasta la puerta. La abrió despacio.— Lamento apurarlo para que se marche, pero estoy ocupada ahora mismo.

— No hay problema.— se escusó el joven. Se marchó aprisa de aquel lugar, volviendo a la comodidad de su oficina tras haberse despedido de la directora con la cabeza agachada y una sonrisa algo actuada, pero bonita en cualquiera de sus formas.

.  .  .

— ¡Te voy a meter el jodido papel por el culo!— exclamó la chica, cogiendo entre sus pequeñas manos el papel arrugado donde los inútiles de sus compañeros habían garabateado.— ¡Bájate los pantalones, venga, venga!

El pelinaranja corrió entre las mesas, tratando de escapar de la pequeña chica que lo perseguía a lo largo del aula y chocándose con varios pupitres en su dificultosa huída.

— ¡Y tú no eres menos gilipollas, Jeno!— exclamó la fémina una vez se rindió de perseguir a DongHyuck. Se acercó lentamente al chico pelinegro.

— ¡Yo no he hecho nada!— exclamó con ambas manos en alto. La chica, enrabietada, le tiró la bola de papel a la cabeza. El pelinegro gimoteó en protesta. DongHyuck, en la otra dirección de ambos adolescentes, se rió como si su vida dependiera de ello.— ¡Hyuck siéntate de una puta vez! Dios, parecéis críos.

— ¡Pero si has empezado tú!— exclamó DongHyuck señalándola con un dedo. La chica gruñó en su dirección, con aquella mirada llameante que asustaría a cualquiera.

— Como no pares quemo tu casa.— amenazó. Ahora era ella la que señalaba a DongHyuck, sus graciosas uñas postizas de un rosa chillón apuntando justo a la frente del pelinaranja.

— ¡Y una mierda!, ¡piensa en mi abuela!— chilló el chico.

Jeno se frotó la frente, diciéndose mentalmente que qué mierda hago con estos estúpidos y luego recordando que oh, cierto, estamos castigados.

La menuda chica avanzó hacía el a paso rápido, sus caderas meneandose de un lado a otro con chulería mientras su ondulado pelo se agitaba con la brisilla que provenía de la ventana. Se le olvidaba que Jung JinSol era una diva.

— Escúchame, cabeza de alcornoque,— comenzó una vez estuvo frente al chiquillo pelinaranja. Golpeó con su dedo índice el pecho del chico, clavándole un poco la chillona uña.— Merezco un poquito de respeto, y no voy a permitir que unos niñatos— dijo la última palabra girándose a ver a Jeno, que se encogió de hombros en su sitio.— me estén jodiendo con una pelotita de papel. Así que te vas a poner tu culo gordo en esa silla y vas a cerrar el pico, ¿lo pillas?

— Pero—

La chica chistó. Uno de sus delgados dedos fue a parar sobre los labios del joven, acallando sus palabras.— A la silla.

— ¡Que no!— chilló en un arrebato. Trató de correr, pero JinSol tardó bien poco en lanzarse sobre el menor, terminando sobre su espalda.

— ¡Bájate, loca!— gritó. La chica no quiso bajarse, y se sujetó más fuerte. DongHyuck comenzó a saltar y moverse de un lado a otro, tratando de tirar a la chica de sobre sí mismo.— ¡Pesas más que una vaca!

— Eres un flojo.— rió la chica. Ella parecía divertida por la situación. Por mucho que dijese, DongHyuck era un niñato.

La puerta se abrió de pronto, dando paso al hombre que traía loco al pelinaranja. Loco de rabia.

— ¡Profe!— exclamó la rubia bajándose de un salto de la espalda del delgaducho DongHyuck.— ¡Hyuck está siendo un pesado, castíguelo el doble!








kiss the teacher ;;ᴍᴀʀᴋʜʏᴜᴄᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora