veinticinco.

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DongHyuck no estaba entendiendo nada. Su falta de comprensión podría haberse dado por su falta de asistencia a la asignatura, o quizás por la distracción que suponía el profesor, o por los comentarios que hacía YukHei por lo bajo. Pero no, no se debía a nada de aquello.

La puta asignatura era difícil e incomprensible. Le iba a explotar el cerebro en cualquier momento.

No literalmente, pero casi.

— Kim Yeri, por favor, responda a la pregunta.— solicitó el profesor, clavando su mirada en una de las tantas alumnas del curso. Yeri se encogió en su sitio, antes de responder a lo que el profesor solicitaba:

— Pues es—

DongHyuck tardó poco en dejar de escuchar a la muchacha y su respuesta probablemente correcta. Porque era Yeri, ella nunca se equivocaba. Pero esta vez, no estuvo tan seguro de su afirmación, al menos tras ver el ceño fruncido del docente al frente de la clase.

Como en un principio, se hallaba el joven pelinaranja observando a su profesor favorito.

A diferencia de hacía un tiempo, ahora los cabellos del muchacho habían perdido color, y se veían más claros, pero aún mantenían su brillo natural. Había crecido como persona, o al menos eso quería creer. Quería pensar que su relación con su mejor amigo había mejorado. Que las preocupaciones de su abuela habían disminuido. Que el hombre que ahora explicaba el error de Yeri lo veía de otra forma totalmente distinta.

Estaba casi seguro de estar en lo cierto. Y realmente no lo había cuestionado en voz alta, pero tenía una confianza ciega que lo guiaba a decir aquello.

Por un segundo, su mirada conectó con la de Mark. Una conexión momentánea que hizo sonreír al joven.

Apretó el lápiz que sostenía entre sus largos dedos, como si tratara de romperlo. No lo hizo, sin embargo. Volvió a sonreír antes de que YukHei lo llamase a susurros.

— ¿Al final vas a poder venir a comer con los del equipo?

Los del equipo, también conocidos como los otros amigos de YukHei. Eran majos, no iba a mentir, pero no tenía ganas de lidiar con el griterío de los jugadores de fútbol y sus chistes malos.

Malos, pero le hacían reír.

— No lo sé, Yukki. No me apetece.— susurró de vuelta. El chino bufó.

— Vaya rajado. Luego no me digas de hacerte favores.

Alguien ajeno les chistó para que se callasen, llamando así la atención del profesor.

— Silencio, por favor.— exigió el hombre. DongHyuck lo miró de nuevo, pero esta vez sus ojos no se despegaron del mayor.— Como iba diciendo—

¿Por qué era tan guapo? DongHyuck no entendía qué tenía que a sus ojos era la perfección en persona. Una vez lo comentó con YukHei, y éste dijo, y citando textualmente "No es para tanto, para modelo no serviría." Y, bueno, puede que su amigo de metro ochenta y ojazos fuera excesivamente guapo y con el ego elevado, pero vamos, ¿no era para tanto? DongHyuck estaba en total desacuerdo.

Hoy el profesor estaba ligeramente diferente. Pero DongHyuck no sabría decir qué era. Su oscuro cabello estaba desordenado como siempre, varios mechones cayendo sin cuidado sobre su frente. Su camisa estaba apretada hasta el punto de marcar cada ángulo de su cuerpo. Sus zapatos relucían sobre el suelo de la sala. Todo tal cuál había sido en los últimos meses.

Era su rostro. Había algo diferente en él.

Sus ojos parecían más amables. Probablemente estaba más calmado, y DongHyuck mentiría si dijese que aquello no lo sorprendía. Era común encontrar al adulto siempre tenso y severo.

kiss the teacher ;;ᴍᴀʀᴋʜʏᴜᴄᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora