quince.

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So, let's start learning the passive voice.

El libro se abría de par en par frente al menudo, que fruncía el ceño mientras leía el colorido libro de inglés, lleno de imágenes de gente fingidamente feliz.

— Para pasivo yo.— respondió  el pelinaranjo mientras garabateaba en el rostro de una señora comiendo ensalada.

— ¡DongHyuck! ,¿quieres mi ayuda o no?— reclamó el hombre , quitándole el bolígrafo al muchacho. Éste se quejó haciendo un puchero.

— ¡Sí la quiero, profe! Lo que pasa es que lo deja a huevo.

— Céntrate o te juro que me marcho.

DongHyuck suspiró, y volvió a centrar su atención en el libro, allí donde Mark señalaba. Trató de ignorar el gracioso bigote que le hizo anteriormente a la fotografía de la señora del libro de texto.

La habitación se sumió en un total silencio, tan solo ocupado a momentos por la gruesa voz del hombre explicando el temario y por el sonido que hacía el bolígrafo del alumno al anotar cosas que parecían importantes.

— Estoy cansado.— suspiró el pelinaranja tras largos minutos; probablemente una hora. El caso era que a DongHyuck se le había hecho eterno.

El docente murmuró— Está bien. Lo has hecho bien, Lee.

— He sido un niño bueno.— dijo cantarín, sus labios estirándose en una bonita sonrisa.— Creo que eso merece un premio.

Mark lo miró extraño. Como si el joven hubiera dicho eso en un tono sexual, cosa que claramente DongHyuck no había hecho. No, no.

Para su sorpresa, el adulto no comentó nada. En cambio, agachó la cabeza levemente y arrimó sus labios a la cálida mejilla del contrario. Oh, vaya. No era lo que el chiquillo pretendía, pero tampoco se iba a quejar.

Mark presionó sus finos labios contra la regordeta mejilla del menor, y poco a poco se apartó. DongHyuck pudo ver por el rabillo del ojo una pequeña sonrisa en el rostro del castaño.

A la porra, sí se iba a quejar.

— No, no ese tipo de premio.— susurró mirando directamente los oscuros ojos contrarios. Frunció los labios y los señaló, apenas rozándolos con el dedo índice.— Aquí.

Tan solo eso bastó para que el hombre se lanzara a probar los carnosos labios que se le ofrecían. DongHyuck suspiró contra la boca contraria cuando una firme mano tomó varios mechones de cabello de brillante color anaranjado y los estrujó contra su palma, enviando corrientes de electricidad por el cuerpo del menor.

DongHyuck gimoteó, agarrándose a los hombros contrarios y clavando sus cortas uñas contra la camisa. Esa camisa era horrible, quería arrancarla del cuerpo ajeno cuanto antes.

Alguien tosió, bastante alto, diría el pequeño. Eso debió doler.

— Oh, venga ya, ¿en serio?— suspiró Donghyuck, ¿por qué siempre los interrumpían? Apoyó su frente en el hueco que se formaba entre el hombro y cuello del castaño. Olía bien. A café. En realidad, a DongHyuck no le gustaba el café. Sabía horrible.

— Oh, joder, ehm, lo siento.— se escusó una voz burlona. El pequeño giró su rostro para ver de quién se trataba está vez, y se encontró así a un muchacho que, aunque no era de una estatura o musculatura destacable, resultaba bastante intimidante. Su pelo azabache estaba perfectamente peinado y, por lo mucho que brillaba, parecía encerado. DongHyuck trató de no reírse ante aquel pensamiento. Además, aquel chico permanecía con una sonrisa burlona de oreja a oreja, sus dientes tan rectos y firmes que perfectamente podrían hacer el papel de sonrisa de anuncio.— No sabía que ya estabas en casa, Markie.

Oh, así que este debía ser el compañero de piso de el señor Lee. O al menos eso supuso el pequeño.

— Acabo de hacer la compra, por cierto.— efectivamente, era su compañero de piso. Fue inesperado, DongHyuck pensaba que el castaño tendría casa propia, aunque en los tiempos que corrían tampoco era de extrañar que tuviera que compartir, vaya.— Así que voy a hacer algo de comer. Si queréis comer, ayudadme.

Mark miró al menor, y este asintió. Tan solo con las miradas se comprendieron, por lo que DongHyuck se levantó del regazo del mayor (¿En qué momento llegó ahí?) y corrió a donde creía que estaba la cocina. Se equivocó de sala, obviamente, pero al tercer intento, encontró el lugar. Aún así llegó antes que Mark.

El chico desconocido estaba sacando verduras de una bolsa y depositándolos sobre la isla de la cocina.

— Me llamo DongHyuck.— comentó acercándose a la isla de mármol. El pelinegro sonrió divertido.

— Lo se, Mark me ha hablado de tí un par de veces. Eres un demonio, niño.— contestó, ahora metiendo en la nevera las verduras que acababa de sacar de la bolsa. Entonces se giró, un puerro aún en su mano.— Me llamo Chittaphon, por cierto. Llámame Ten, si lo prefieres. Economía de letras.— se giró para seguir con su tarea de guardar los alimentos.

— Encanta—

— ¿Qué vamos a comer?— lo interrumpió la interrogante de Mark, que entraba por la puerta de la cocina.

— Sopita.— respondió Ten.

— ¿Otra vez?— se quejó el castaño. Parecía DongHyuck, actuando tan adorable. DongHyuck supuso que el tal Ten debía ser mayor que el profesor.

— Hace dos semanas desde la última vez que comimos sopa, memoría de nabo.— se burló el pelinegro, y con eso hizo callar al otro.

DongHyuck se aclaró la garganta, algo avergonzado.— Bueno, creo que debería irme ya.— por favor que alguien me pida quedarme a comer, por favor, por favor.

— No seas tonto, quédate, niño.— exigió el pelinegro, frunciendo el ceño mientras miraba al menor. El pelinaranja boqueó un par de veces.

— Si insistes.

Escuchó a Mark reírse. El corazón de DongHyuck pareció volverse loco.



kiss the teacher ;;ᴍᴀʀᴋʜʏᴜᴄᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora