Capitulo 36

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CAPITULO 36

 ATENEA                                          

-¡Hey! ¿Por qué la violencia?-pregunto Kay mientras evadía mi puño.

-¡Me dejaste en cuanto entramos aquí!- empecé a despotricar contra el- Ni siquiera te detuviste a escucharme porque tu ya te habías largado. ¡Tuve que hacer todo sola! ¿Dónde estabas?

Kay escondió su sonrisa mientras se encogía de hombros.

-Por ahí.

-¿Por qué te ríes?-le pregunte mientras le pegaba de nuevo- ¿Esto es gracioso para ti?

-Mucho si- admitió con las manos en los bolsillos de sus pantalones.

Suspire furiosa.

-De castigo me ayudaras con esto-le dije mientras le entregaba mis bolsas cargadas de víveres.

-Planeaba hacerlo de todas maneras-dijo mientras las agarraba aun sonriendo.

Me cruce de brazos mientras me dirigía a la salida.

-Vámonos-le dije sintiéndome un tanto culpable por haberme comportado así con él. Pero la primera regla del veneciano es jamás separarte de tus acompañantes pues es casi imposible volver a encontrarse.

-Espera-me detuvo Kay con la mano libre- ¿Qué hay allá?-pregunto mientras señalaba a las carpas.

-Música y gente bailando-respondí restándole importancia.

-¿Y si vamos?-pregunto sonriéndome.

-No-me apresure a negar mientras le arrebataba bolsas.

-¿Por qué?-me pregunto insistiendo.

-Nose bailar-admití con las mejillas al rojo vivo.

Kay se quedo viéndome fijamente con la sombra de una sonrisa burlona.

-Estas bromeando.

Negué con la cabeza.

-Atenea estas bromeando.

-¡No estoy bromeando Kay! Nose que hacer ahí adentro, hay sillas y la gente se siente a escuchar música, se me hace en realidad una pérdida de tiempo. Aparte no podría ir porque nadie me invitaría a bailar, así que me quedaría sentada sola viendo cómo pasa el tiempo. Y si, Kay nose como bailar.

Kay se paso una mano por su cara tratando de disimular su cara de burla.

-¡No te burles Kay!-grite mientras caminaba en dirección contraria a las carpas.

-Espera-me detuvo por el brazo- Atenea me rio porque no puedo creer lo inocente que puedes ser. Eres la persona más ágil que conozco ¿y no sabes bailar? Debes admitir que es algo demasiado gracioso.

Medio sonreí.

-Ya lo sé-dije volteando al suelo.

-Atenea bailar no es complicado. Solo imita a los demás y ya está, acompáñame Atenea-me dijo acercándose a dos centímetros de mi rostro.

-No funcionara esta vez- dije encogiéndome de hombros tratando de desviar mi vista de sus labios.

-¿Cuánto quieres apostar?-me pregunto mientras apoyaba sus labios en los míos.

Pronto olvide todo, olvide que estaba enojada con él y olvide mis limitaciones físicas. Maldito sea Kay por hacerme cambiar tan deprisa de opinión. Quisiera ser mas obstinada, pero con el no puedo. Es como si estuviera a su merced.

-Está bien, vamos, pero si me caigo vas a tener que ayudarme a levantarme-le dije entre risas.

Kay me dio un beso fugaz en los labios mientras asentía.

-Si tropiezas te llevo en brazos hasta casa, hermosa.

Sonreí mientras lo tomaba de la mano y caminábamos hasta la carpa.

-¿Y porque se llama así?-me pregunto Kay mientras entrabamos al veneciano.

-¿Qué cosa?

-El veneciano, ¿Por qué se llama así?

Fruncí mis labios mientras intentaba recordar, me habían contado la historia hace mucho tiempo y estaba empezando a olvidarla.

-Según me contaron, hace muchísimo tiempo, un señor proveniente de Venecia Italia, un país que existe actualmente en Calent, llego a Dimas solo y empezó a acampar aquí. Pronto empezó a conocer a muchas personas y les vendía cosas, lo que tuviera. Esas personas vinieron con él y empezaron a invitar a sus amigos a que fueran para que les compraran cosas a ellos. Y así fue creciendo este mercado. Como el señor falleció, se le puso el nombre “el veneciano” en honor a él.

-¿Italia?-pregunto Kay entornando los ojos.

-Sí, es un país que parece una bota.

-Oh, sí-asintió Kay- viví un tiempo ahí, por un intercambio entre cadetes.

Asentí fijando mi vista al frente.

Las carpas estaban atestadas de gente, aplaudiendo y bailando al ritmo de la música. En el centro de la pista, había parejas danzando, sonriendo y saltando. No creía que fuera capaz de hacer eso, ni en un millón de años.

-Kay, no creo poder…

-Atenea, ¿recuerdas que te dije que no te tropezarías?

Sonreí.

-Sí, porque si tropiezo me llevaras cargando en brazos.

-Lo prometo Atenea, no te vas a tropezar.

-Bien-dije mientras entrabamos a la carpa.

Mi propio infierno personal se alzaba frente a mi mirada.

I Promise YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora