Capitulo 46

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CAPITULO 46

KAY

Oscuridad. La oscuridad me está tragando entero.

Atenea, necesito despertar. Necesito confirmar que ella está viva.

Lo último que mis ojos pueden observar es una viga de metal cayéndome encima. No fui lo suficientemente rápido para esquivarla y no soy lo suficientemente fuerte para quitármela de encima.

Sin embargo lucho, lucho aunque no tenga sentido, lucho para salir de este abismo de dolor que se extiende por mis venas, lucho por ella.

Lucho por ella.

Sin embargo, me estoy quedando sin respiración. Mis pulmones se están presionando, necesito pelear. Necesito levantarme. Levántate, levántate.

Es inútil, soy débil.

Y me desmayo.

En la inconsciencia sueño. Me sorprende que haya podido soñar, no soñaba desde que vi a Atenea.

Estoy caminando. Voy corriendo por un camino desierto, lleno de plantas secas y a mi lado animales muertos.

No estoy muy seguro de donde me encuentro, el aire está impregnado de humo. Empiezo a toser un poco solo un poco.

Entonces lo vuelvo a escuchar.

Ese grito que hace que se me hiele la piel.

Atenea.

Corro aunque con el humo no pueda verla, sin pensar en las consecuencias, no me interesan.

Entonces la veo, acostada a lo lejos, lejos de la bruma que me impedía observar. Corro hasta ella con mis últimas fuerzas.

Pero ya no respira.

En ese momento abro los ojos.

Veo a alguien durmiendo en mi hombro. Compruebo que es ella. Ella respira placenteramente en mi hombro, sonriendo en sueños.

Atenea está viva.

Y yo también.

Atenea debe de haberme trasladado hasta su casa, no tengo idea de cómo lo hizo. Ella es más fuerte de lo que cree.

Esta amaneciendo, veo la luz que se asoma por la ventana de su habitación. No quiero despertarla, pero debemos ir al cuartel. Hoy es el día, para esto nos preparamos por un mes entero. La guerra debe llegar a su fin.

-¿Atenea?-le susurro con la mayor suavidad posible.

Atenea abre los ojos y me contempla con sus hermosos ojos verdes.

-¿Kay? ¿Estás bien? ¡Oh Kay! ¡Estaba tan asustada! ¡Creí…creí que habías muerto!-murmuro sollozando mientras me abrazaba.

La abrazo lo más fuerte que puedo y le digo a los ojos.

-Nunca te lo dije Atenea, y nose porque no lo he hecho. Yo te prometí, la vez que te caíste de la pared de escalar, que nunca te iba a dejar ir. No lo hare, no me iré a ninguna parte si no es contigo, porque es donde quiero estar.

Ella sonrió y unas lágrimas se le derramaron de los ojos.

-Te amo-me dijo sonriendo.

-Te amo-le conteste mientras la besaba.

Entonces, alguien toco la puerta.

Me separo de ella rápidamente y me levanto.

-Espera-dice Atenea levantándose justo detrás de mí.

Camino a la puerta, frunciendo el ceño. Esto no es normal.

Giro la perilla y la abro.

El sargento Adams está detrás, con otros cadetes.

-¿Me permiten pasar?-pregunta en tono malicioso

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