Capitulo 5

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CAPITULO 5

KAY

-¡Formen dos filas al frente!- les ordene a mis compañeros.- ¡Ahora!

Al principio todos se mostraron confundidos, pero una sola mirada dirigida a mí y lo supieron. Nadie tenía las suficientes agallas como para ponerse a jugar en este tema.

Ante mi se formo una fila de mujeres y otra de varones.

-Yo los voy a entrenar- empecé a decir paseándome de un lado a otro. Trataba de no verlos a los ojos- atacaremos territorio enemigo en una semana.

Todos asintieron.

-Como verán, ellos ya lo saben. Recientemente enviamos unos aviones con bombas a uno de sus cuarteles más grandes, esperamos haber causado mucho daño- mi rostro se crispo al decir esas palabras, pero los rostros de mis compañeros mostraron una sonrisa- pero no podemos limitarnos con eso.

Los vi de frente.

-Entrenaremos duro, y pelearemos hasta la muerte porque como decimos…

-¡EN LA GUERRA TODO SE VALE!- gritaron a coro mis compañeros.

Yo solo asentí y fui por las armas.

Las siguientes horas les enseñe a disparar a los varones y a defenderse a las mujeres.

Pronto identifique quienes serian mis segundos al mando. Había un niño de solo 15 años en mis filas. Se llamaba Damen. Su puntería era casi tan excelente como la mía.

En las mujeres había una chica llamada Nuria que era la más rápida persona que había conocido. Me era imposible atraparla. Era pelirroja, como mi hermana, pero sus ojos eran verdes.

Pero no se comparaban a la chica de mi sueño.

Después de muchos enfrentamientos decidí que había sido suficiente por hoy. Mande a llamar a Damen y a Nuria después del entrenamiento.

-Chicos vi talento en ustedes-comencé a decirles- les ofrezco el puesto de segundos al mando o como se llame. ¿Lo quieren?

Damen se apresuro a asentir. Sus ojos eran dos puntos negros diminutos y su cabello igualmente negro.

Nuria también acepto.

Al menos ya no estaba solo. No del todo.

Me fui a mi casa caminando pensativo. Pensaba demasiado, era peligroso. ¿Pero qué otra opción tenia?

En mi camino me encontré con otras compañeras. No me sabía sus nombres y no me interesaba conocerlos.

Ellas me vieron fijamente mientras se me insinuaban. Se me cruzaron en el camino con una falda diminuta y pintalabios color cereza.

-¿Con que ahora eres el jefe?-murmuro una rubia mientras ponía sus manos en mi pecho.

-Me disculpa- dije mientras la evadía.

-¿Por qué tan apurado?- canturreo una castaña tomándome del brazo.

-Por favor suélteme- mencione molesto.

-No te enojes- se defendió la rubia- solo queremos pasar el rato.

-Entonces pásenlo solas- respondí soltándome de la castaña y alejándome de ellas.

Necesitaba alejarme de ellas lo más rápido posible.

Camine más deprisa tratando de alejar de mi mente esos labios color cereza que tentaban hasta la última parte racional de mi cabeza. Mi hermano no aguantaba demasiado, seguramente estaba con una de ellas en este momento. Pero en ese sentido yo no era como él.

Estaba demasiado dolido para amar otra vez.

Esa era otra razón por la que debía dejar de pensar en la chica de mi sueño.

Hubo una vez en que me enamore por completo de una chica del cuartel. Su nombre era Luna. Luna Carter. Fue hace casi 2 años cuando sucedió. Todavía era un niño, pero creía fielmente en el amor, y después de tanto tiempo se que existe, porque no existe otro sentimiento que te deje tal clase de cicatrices.

Esa chica era hermosa. Preciosa. Su melena era rubia y sus ojos grises.  Cada día en el entrenamiento, yo pasaba a mi jardín y le cortaba una rosa. Cada día se la daba a Luna y ella me sonreía.

Cuando ella sonreía me sentía el hombre más afortunado del mundo.

Después de varios meses me anime a hablarle y ella reía con cada tontería que le decía. Su risa era como el susurro del viento, delicada pero potente. Adoraba hacerla reír. Y ella amaba que yo la hiciera reír.

Nos dimos nuestro primer beso semanas después.

Y después de eso, ella fue mía.

Muy pronto ella comenzó a cambiar desde esa noche. Ya no aceptaba mis rosas y ya no sonreía. Me evitaba todo el tiempo que podía. Y cuando estaba conmigo me rehuía la mirada. Algo andaba mal y yo lo sabía, ¿pero qué?

Michael Keegan lo supo antes que yo.

Los rumores corrieron de que ellos se habían acostado.

Y yo me rompí en miles de pedazos.

Fui a hablar con Luna, todavía recuerdo la conversación.

-¿Por qué me haces esto?- le pregunte con lágrimas en los ojos- ¿Por qué lo hiciste Luna? ¿Acaso hice algo mal?

Ella negó con la cabeza tratando de sofocar sus risas.

-¿Qué sucede contigo?- me pregunto rodando los ojos- ¿Por qué te lo tomas tan en serio?

-¡Porque me importas!-grite enojado.

Ella no aguanto más y estallo en risotadas.

-¡Pero qué cosita más tierna!-musito- deja de jugar Kay.

-No estoy jugando-me defendí.

-Claro que lo haces. No existe nadie que le pueda importar tanto una persona, todavía no entiendo porque te lo tomas tan en serio.

-Porque te amo-le dije en un susurro.

Ella abrió la boca sorprendida.

-Kay-murmuro lentamente- ¿te encuentras bien?

Pude ver en sus ojos la inocencia por mi declaración. Ella en serio no sabía porque me importaba tanto y porque yo la amaba de esta manera. Ella hacia lo correcto y yo no.

Di la vuelta y me aleje corriendo.

Días después Luna falleció en un ataque terrorista de Dimas.

Ella estaba en lo correcto. Yo estaba mal. Yo lo estaba.

Hay algo malo en mí que me permite ver las cosas distinto a como las ven los demás. Yo puedo sentir. ¿Cómo lo sé? ¿Acaso no he sufrido lo suficiente?

Yo ame a Luna como nadie ha amado jamás. La ame demasiado y su partida me dolió como mil vidas enteras. Pensé que no lo soportaría.

Porque una cosa es desear y otra cosa es amar.

Sigo caminando a mi casa tratando de sobrellevar una vida normal en un mundo que desconoce la palabra compasión.

I Promise YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora