20. Infancia difícil (Parte 3)

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—¿Que esperas, Julien?—Preguntó su Madre.—Termina la pelea.

No, no podía, no quería lastimarla. No mas de lo que lo ha echo por orden de su creadora.

—Está desarmada, Madre. No hay necesidad de...

—Aún tiene oportunidad de usar sus poderes.—Lo interrumpió alzando un poco la voz.

Cerró los ojos con fuerza antes de ayudar a su hermana a levantarse.

—Ya hemos terminado.—Declaró el pelinegro con la mirada mas seria que logró hacer. Y poniéndose frente al cuerpo tembloroso de la peliblanca.—Esta no es una pelea real, y no voy a lastimar a mi hermana solo para mostrar mi fuerza.

Tras decir aquello dio media vuelta dispuesto a irse a su habitación y llevar a la ojiazul a la suya.

Pero su cuerpo se desplomó en el suelo antes de dar el primer paso.

—¡Julien!

Ondas blancas emanaban de su cuerpo nuevamente de una manera dolorosa. Con los ojos entrecerrados vio como Irisa abrazaba su cuerpo y absorbía toda la energía. Después, desvió la mirada a su creadora.

No mostraba ninguna emoción, ni siquiera parecía preocupada de que algo pudiese pasarle a sus "hijos". Solo observaba la escena, sin hacer nada.

Cuando su ataque pasó, su Creadora caminó hacia ellos... No, hacia su hermana.

—Irisa.—La llamó con poco interés. La pequeña se sobresaltó.—Te niegas a usar tus poderes en tus entrenamientos, pero te robas el poder de tu hermano, ¿Eres consciente de lo descortés que estas siendo? Lo injusta que eres.

Los ojos de la pequeña peliblanca se cristalizaron.

—Y-yo solo quería...—Intentó decir.

—Cada quien debe librar solo sus batallas, pequeña.—El pelinegro se puso en guardia, temiendo lo peor cuando su creadora llevó una de sus manos a la cabeza de su hermana y comenzaba a peinar su cabello.—Ahora que te veo mas dispuesta, te ayudaré con tu entrenamiento desde mañana.

—S-si.—Dijo la pequeña en un hilo de voz.

**

El primer día esperó con una preocupación inmensa hasta que su hermana y su creadora regresaran del bosque. Ya que por ordenes de la mayor, sus entrenamientos serían en ese lugar.

La pequeña peliblanca llegó sola, caminando con lentitud y con la mirada baja.

Eso preocupó mas a su hermano.

—¿Estas bien?—Le preguntó preocupado.

La ojiazul sonrió hacia su hermano para tranquilizarlo.

—¡Estoy bien!—Dijo alegre.—¿Como estuvo tu entrenamiento?

—Yo... em... Bien.—Balbuceó sonrojado, desviando la mirada.—No era mi intención que te metieras en problemas por mi culpa.—Admitió suspirando.—Perdóname.

Al alzar la mirada, vio su expresión de sorpresa. Después, sonrió con los ojos cristalizados y lo abrazó.

—No digas esas cosas tan feas.—Habló con voz temblorosa.—Eres mi hermano y te quiero mucho, y no iba a dejar que sientas dolor si yo puedo ayudar a que se vaya.—Antes de que él correspondiera al abrazo, ella se alejo y sonrió de nuevo.—El entrenamiento me dejó un poquito cansada. Me iré a dormir temprano.

Se dio cuenta hasta que fue tarde, que todas esas sonrisas... Eran Forzadas.

Demasiado tarde.

**

Un día, su madre llegó con la peliblanca en brazos, inconsciente.

Al estar dentro de su nuevo refugio temporal, la soltó, dejándola caer en el suelo sin contemplación alguna. 

Miedo invadió al ojiverde mientras corría hacia la pequeña inconsciente.

—¡Hermana! ¡¿Que tienes?!—Preguntó desesperado. Miró enojado a su madre.—¿Que le hiciste?

—Recuerda tus modales, Julien. No le faltes al respeto a tu madre.—Habló la mujer con una mirada fría.—Yo no le he hecho absolutamente nada. Gracias a que estuvo absorbiendo tu poder por tu ineficiencia y falta de autocontrol, sus poderes se desestabilizaron.—El pelinegro abrió los ojos de par en par.—Ella se salió de control y mató todo a su alrededor... No tenía intenciones de detenerse y tuve que hacerme cargo.

—Ella... Ella no haría eso.—Incapaz de creerlo, negaba una y otra vez mientras abrazaba el cuerpo de su hermana.—Me dijo que estaba bien, ella... A ella no le gusta usar sus poderes...

—Este pequeño amigo no piensa lo mismo.—La mujer, son una sonrisa oscura, le mostró el cuerpo completamente ennegrecido de lo que antes era un conejo.

El pequeño retrocedió asustado, intentando no gritar al ver al pequeño roedor que tanto le gustaba a su hermana, muerto.

—Es una lastima.—Se lamentó la espíritu con fingida preocupación.—Los entrenamientos habían dado buenos resultados y de repente... Todo se vino abajo.—Estrujó al pequeño conejo en su mano y este se volvió polvo.—Y me temo, hijo mío,... Que tú eres el culpable.

**

—Al principio... No le creí.—El ojiverde cerró los ojos con fuerza mientras seguía narrando.—Ella lo primero que hizo al despertar fue correr al bosque. Lloró al ver todo el lugar cubierto de negro, destruido. Dijo que nunca fue su intención lastimarlos... Desde ese día, Madre nos hacía entrenar aun más. Irisa no perdía el control sino hasta ver sangre o al percibir a alguien inconsciente y algunos años más tarde supimos que gracias a darnos sus poderes ella estaba desapareciendo poco a poco, pero ya no había forma de darle nuestros poderes voluntariamente...

—Maldita mujer.—Gruñó la chica enmascarada golpeando la mesa.—No puedo creer que... Arg...

El guardian de la diversión se mantenía callado.

Ellos...

—No tuviste la culpa de nada.—Dijo una voz cálida, haciendo que todos en la cabaña alzaran la mirada.

—Irisa...—El pelinegro se levantó de un salto al ver a su hermana.

Life ||Jack Frost Y Tú||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora