23. Entrenamiento

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Inhalando lenta y profundamente, el oxigeno recorría mi ser manteniendo mi cuerpo en un estado de relajación.

Los sonidos de espadas chocando se escuchaban en la lejanía mientras me concentraba en la energía en mi interior. Visualizando mi poder como una esfera oscura, creando una perfecta y calmada circunferencia.

El quejido de mi hermano me hizo abrir los ojos.

Estaba en el suelo, su báculo tirado a unos metros lejos de él y tenía su mano sujetando su barbilla.

—No te reprimas solo porque soy mujer o te irá peor.—Dijo Judith apuntándolo con su espada.—Hazlo por el bien de tu cara, no querrás que se arruine, ¿O sí?

Casi podía jurar que debajo de su máscara estaba sonriendo.

—¿Por eso cubres la tuya?—Preguntó Jack a mi lado haciéndome sobresaltar.

No me había percatado de su presencia y dado que no había llegado con Judith hoy pensé que no vendría.

—La desconcentraste, cerebro de iceberg.—Le recriminó al verme.

—Lo siento.—Se disculpó sonriendo nervioso.

Negué, sonriendo levemente.

—No fue tu culpa. Ya había terminado.—Limpio la tierra en mi vestido y me incorporo para ayudar a Julien a levantarse.—¿Duele mucho?

El niega sonriendo un poco.

—Nos tomaremos un descanso, tienen 15 minutos.—Nos dio una última mirada por encima de su hombros antes de hacer aparecer sus cristalinas alas y alejarse del bosque.—Aprovéchenlos.

Los tres nos quedamos observándola hasta que ella desapareció de nuestro campo de visión.

Los días siguientes a la revelación en la cabaña se habían convertido en una serie de entrenamientos tanto mentales como físicos.

Admito que Judith es una excelente maestra, además se ha tomado la molestia de ajustarse a nuestro nivel.

A diferencia de mi hermano, la mayor parte del tiempo me dedicaba a meditar para estabilizar mis poderes.

Los entrenamientos físicos eran una cosa complemente distinta, cupido realmente era una guerrera formidable en muchos sentidos y es un espíritu con buenos sentimientos.

—Así que aquí estaban.—Dijo una voz a nuestras que me hizo sobresaltar.—Vaya que fue difícil encontrarlos.

Mis mejillas se ensancharon tanto que comenzó a dolerme el rostro, pero aun así no dudé ni un segundo en correr hacia Aster y abrazarlo con fuerza cuando el abrió sus brazos para recibirme.

—¡Aster!—Exclamé su nombre con alegría.

—Yo también te extrañé, colega.—Dijo colocando sus patas sobre mis hombros y separándome con suavidad.—Jack nos contó todo...

—Yo de verdad... No quería que ustedes...—Comencé a balbucear al mismo tiempo que mis ojos se aguaban, temiendo de su reacción al saber la verdad. Pero callé al sentir su pata sobre mi cabeza, revolviendo mi cabello. Al alzar la mirada Aster me sonreía gentilmente.—Yo... Lo siento.

—Eso quedó en el pasado.

—Creí haberles dicho a los guardianes que no se acercaran más a menos que haya un problema. —La voz de Judith se escuchó detrás de nosotros, quitándose su máscara y mostrando cuan molesta se encontraba. —Mientras más de ustedes vengan a este lugar es más probable que nos encuentren esos dos malditos locos.

Aster alzó sus patas sobre sus hombros.

—Di varias vueltas por el mundo antes de llegar aquí para asegurarme que nadie me siguiera, puedes estar tranquila. 

No muy convencida, Cupido solo se limitó a evitar su mirada.

—¿No te acababas de ir hace unos minutos? —Preguntó Jack confundido. —¿Cómo regresaste tan rápido?

—Vigilo el lugar, soy la guardaespaldas, ¿Recuerdas?

A pesar de sus expresiones y su voz dura, ella se toma muy enserio las cosas en lo que se refiere a nuestra protección. Es alguien muy dulce y noble en el interior, justo como mi hermano.

Pero probablemente niegue todo si lo comento en voz alta.

—El tatuaje en tu muñeca cambió. —La voz de Aster me sacó de mis pensamientos.

Observó el tatuaje en mi mano, ahora con los colores invertidos.

—Era un camuflaje. —Explicó desviando la mirada. —Para... Confundir.

—Irisa, si ya terminaste de hablar con el señor bigotes es momento de regresar al entrenamiento. —Judith crea una espada con una de las plumas de sus alas y apunta hacia mí.

—¡S-si! —Me alejé un poco de los chicos e invoqué mi guadaña con mis manos temblando.

Desde mi infancia, no he podido sostener esa arma sin que mis manos tiemblen, como si esta pesara mucho, o sudando frio, con miedo de perder el control.

Me obligué a mi misma a calmarme y a tomar respiraciones profundas y pausadas tal como me había recomendado Cupido el primer día de nuestro entrenamiento.

Suspiré, después miré a Judith directamente.

—Estoy lista.

Ella, sonrió, se colocó su máscara e impulsada por sus alas dio un gran salto, atacándome desde arriba.

Sujeté con fuerza mi guadaña y bloqueé su ataque, sin embargo, segundos después que tocó el suelo bajó su espada y me derribó con una patada en barrido.

Hice el mismo movimiento que ella solo que con mi arma, pero reaccionó a tiempo alejándose.

Me incorporé y adopté una posición defensiva nuevamente.

**

—Suficiente por hoy. —Habló Judith bajando su espada y ayudándome a levantarme.

Julien, Aster y Jack se acercaron al vernos guardar nuestras armas.

—¿Estas bien? —Preguntó Jack.

—Estoy bien. —Sonrío.

—Haz mejorado. —Comenta mi hermano con una leve sonrisa.

—Buenos movimientos, pequeña. —Con una de sus patas, Aster revolvió haciendo que el polvo en este saliera, haciéndome estornudar.

—Tu cabello almacenó mucho polvo.—Dijo Judith. —Tu vestido también.

Bajo la mirada a mi vestido.

Tenia que asearme, incluso mis ropas tenían polvo.

—Hay un río no muy lejos de aquí, podemos asearnos ahí.—Junte mis manos con las de Judith, ella tenso su cuerpo al punto de casi dar un salto en su lugar.—La temperatura del agua es perfecta a esta hora.

—Y-yo no...

Antes de que contestara algo, Julien intervino.

—Las esperaremos en la cabaña, pueden irse tranquilas.—Dijo mirando a otro lado.

¿Eh? ¿Por que esta evitando la mirada?

—Ugg, bien.—Acepta con aparente mala manera.

—Iré por unas toalla, no tardo.—Alegre, me di media vuelta y comencé a correr hacia la cabaña.

Pero después de un par de pasos caí al suelo al pisar la tela de mi vestido.

Jack se apresuro a ayudarme.

—Jeje, me parecía extraño que no haya caído hoy.—Riendo, tomo la mano que me ofrece. Parecía preocupado.—Tranquilo, es algo natural para mi y no suelo lastimarme cuando pasa.

—¿Cómo puede ser natural? Tus manos terminan rojos y con raspones.

—Esta suerte viene con el paquete de poderes. ¿Recuerdan? Yin y Yang, vida y muerte, buena y mala suerte.

Esta vez, antes de que comenzara a correr levanté un poco mi vestido para no pisar la tela nuevamente.





Life ||Jack Frost Y Tú||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora