Capítulo 2: Perdidos.

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Sus suspiros se pierden en la brisa, se van como los segundos del reloj, como los días del calendario y, cuando la desaceleración del auto termina en el lugar menos indicado, un sitio desconocido y lejano, su posición se borra del mapa.

¿Dónde está? Tal vez le sirva el Google Maps o tal vez es mejor olvidar la geografía; es mejor no recordar aquel remoto territorio y solo explorarlo por una primera y fugaz vez.

Sale del auto, aquel auto que le ha costado obtener; aquel impulso para demostrarle a la mayoría que es un líder y que los líderes luchan por lo que quieren. Él le ha demostrado a todos que el dinero trabaja para él, que no es un hombre rico sino un rico en educación financiera, dueño de activos, dueño de sueños, dueño de su vida. Nadie lo controla. Excepto su madre que aún intenta influenciar sus decisiones.

Su madre que está de cumpleaños...

¿Qué hace él ahí, perdido, si su madre lo espera con ansias? ¡Él, su único hijo! ¡Su más grande tesoro! ¿Por qué tardará tanto en ir a verla? Quizás la razón tenga que ver con las flores. No puede llegar aún sin el regalo que ha mandado a encargar en la floristería. A las dos en punto debe estar allí para recogerlas. Ni más ni menos. No puede darse el lujo de perder tiempo cuando mucho ha perdido vagando por las calles ajenas del sur de la ciudad.

Se detiene cerca de un bar. ¿Entra? En un santiamén descarta la idea de entrar. Ve a un chico joven fumando un cigarrillo y, de pronto, le apetece; le apetece mucho fumar. Pero lleva seis meses que no lo hace. Sigue caminando por las calles desoladas de la ciudad y escucha la voz de una mujer que lo llama. ¿Lo está llamando a él? Pero si no la conoce. Aunque no es la primera vez que una desconocida le llama la atención.

—¡Hey, guapo! ¿Estás perdido? ¿Necesitas ayuda?

Aquella mujer castaña que le gritaba a cortos pasos de distancia se acerca caminando a zancadas hacia él.

"¿Extranjero?", piensa ella. "Quizás habla otro idioma y por eso no me contesta".

¿Need help? —le pregunta la mujer si necesita ayuda en un improvisado inglés.

Él ríe en su mente y decide contestar en otro idioma para ver la reacción de ella.

Sono italiano e non parlo spagnolo o inglese —responde él en italiano.

Por la expresión que pone la castaña sabe que no le ha entendido ni pio.

"¿Qué demonios dijo?", se cuestiona ella en su mente. ¡Es italiano! ¡Qué le va a entender si apenas puede hablar, además del español, un poco el inglés! ¿Qué debe decir ahora? ¿Y si traduce algo de español a italiano en el traductor de su teléfono móvil?

Antes de que escriba algo en su teléfono las risas de aquel hombre la detienen.

¿Pero qué le parece tan gracioso? ¿Tendrá ella algo malo en su aspecto? ¿Lo habrá ofendido?

—¡Para! No soy italiano. Bueno, mi padre sí, pero te estaba tomando por el pelo.

La chica niega mientras se echa a reír. ¡Qué alivio! Aunque su intención sobrepasa las fronteras de los idiomas. Para besar no se necesita hablar español, inglés, italiano, chino o cualquier otra lengua. Solo se necesita sentir. Y el deseo que siente por besar a aquel desconocido es feroz. Es una mujer coqueta. Aunque primero lo primero.

—¿No me vas a invitar unas cervezas, guapo? El bar está en la esquina y tiene un buen servicio.

Es una seductora atrevida. Sabe que su belleza y sensualidad será el anzuelo para pescar a aquel joven millonario. Lo ha visto bajarse de aquel costoso auto y no puede dejar pasar la oportunidad de sacarle algo de pasta. Por eso lo ha seguido y, más que nunca, debe mostrar su mejor carta: su indecente propuesta.

Entre lunares y pieles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora