Capítulo 4: La espera desespera.

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Sábado, 21 de julio de 2018

Mientras te espero me desespero.

Cuando más te espero
me desespero.
Y no eres un ángel,
pero lo creo.

Si tú supieras lo que te quiero
estarías aquí conmigo
volando en el cielo,
gritando "Te quiero".

Por ti el mar es bello,
sirena de mi océano.
Sin ti el agua es fuego,
infierno de mis miedos.

Eres mi deseo,
estrella fugaz.
No sabes cuánto te quiero,
mi universo lunar.

Aquel poema es escrito con mucha angustia y dolor. La música de despecho, las latas de cerveza y la tinta de su bolígrafo son los protagonistas de la tarde. ¿Él? Él tiene a una mujer atravesada en el corazón y el sabor de sus labios aún sigue en su garganta. Desde aquella noche no puede tragar bien... No puede olvidarla. Es que si antes la quería, ahora la quiere más. ¿La ama? Aún no, pero si no hace algo para olvidarla su condena será un amor no correspondido. No sabría hasta dónde son capaces de llegar sus sentimientos hacia aquella estrella fugaz, hasta su pequeño universo lunar.

Tanto que le costó a él sacar a su ex novia de su corazón y ahora una mujer, que ni siquiera ha sido un amor recíproco, lo hace sentir más loco que cualquier amor fallido de su pasado.

No quiere verla solo cuando ella quiere verlo a él; quiere poder verla siempre. Está cansado de ver cómo vuelve corriendo hacia él cuando más lo necesita. Y es que solo es un sueño la idea de que ella lo necesite siempre; solo ese anhelo merodea en su mente.

Ella, que es libre como las aves. Él, que se siente preso sobre sus alas. Si sus lunares no lo guían hacia el verdadero universo, entonces que sus días no sean desolados como la oscuridad.

Aquel hombre está perdido en su poema... Perdido por ella.

Unas lágrimas salen de sus ojos y apenas rozan sus mejillas. No deja que se deslicen más. Esas pequeñas lágrimas arden sobre sus brillantes pupilas desorbitadas. Necesita desahogarse, pero el llanto solo lo hará sentir peor. ¿Llorar de nuevo? ¿Y más por una mujer? ¡Por Dios! ¿Qué castigo es aquel?

Está cansando de esperar lo inesperado. Ha pasado cuatro días esperando que le responda el mensaje o que lo llame. Él sabe que aún eso no pasará. Ella le dijo claramente que no la buscara hasta que ella decida que es hora de verse. Y pasarán más días para eso.

Mira su reloj de mano. Seis en punto. Debería estar conduciendo directo al sur de la ciudad. Su primo Marcelo lo ha invitado a una exclusiva tertulia sobre educación financiera. Pero no tiene ganas de escuchar cómo hacerse rico si lo único que lo haría inmensamente millonario sería el amor de ella.

En otro lugar de la ciudad alguien más piensa en la tertulia. Alguien se niega a ir, pero a duras penas puede quejarse. Tendrá que ir porque sí.

Aquel hombre poeta decide que es hora de salir del bar al que ha visitado. Mejor ir a casa de su hermana. Sí, mejor no encontrarse por casualidad con ella.

Desde aquella noche mágica su vida es un calvario. Y es que Alfonso no entiende que para Evaluna esa magia, que al él lo ilusiona mucho, para ella no existe.

[...]

—¿Todo listo? —le pregunta Marcelo.

—Eso creo —responde Milán poco convencido.

Entre lunares y pieles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora