Capítulo 1: El Jardín del Edén.

255 29 19
                                    

Lunes, 16 de julio de 2018

"Definitivamente, odio los niños", piensa Evaluna mientras bosteza.

El incesante sonido del llanto de uno de sus vecinos no la deja dormir y aún le faltan diez minutos sagrados de sueño. Ni siquiera necesita que el despertador de su teléfono móvil suene porque con los gritos del niño que escucha a través de las delgadas paredes se despierta antes de la seis de la mañana. Todos los días a la misma hora.

¡Puta vida!

Sabe que esa no es la mejor manera de comenzar el día, pero así es su vida. También sabe que se escucha mal diciendo groserías y que no actúa como una buena chica. Pero, siendo honesta, no le importa ser agradable, mucho menos agradarle a las personas.

Mucha gente piensa que es antipática. Pero en su defensa le agrada la reacción que obtiene como consecuencia a su mal fingido genio. ¿Y qué de su lenguaje? ¡Por Dios! ¡Es una mujer hecha y derecha! Se siente demasiado adulta como para que alguien le prohíba decir malas palabras.

A regañadientes, y aún con somnolencia, se levanta de la cama para ir al baño y hacer sus necesidades fisiológicas. Cuando se está lavando los dientes escucha el sonido estrangulado de los sollozos de su vecinito mezclado con la melodía del despertador de su móvil.

Se acerca hasta el aparato tecnológico y apaga la alarma. Seis en punto. Le queda una hora y media para bañarse, vestirse, pintarse la cara y tapar sus ojeras, preparar el desayuno y tomar su dosis de café para estar despierta por lo que le resta de la mañana.

Tras salir de su departamento y cerrar la puerta con llave echa un vistazo a la puerta de sus vecinos porque sus oídos siguen escuchando los estruendosos e insoportables lloriqueos del pequeño Pablo.

¿De verdad odia a los niños? Tal vez no los odia, simplemente no los soporta. En su interior solo puede maldecir y le molesta no poder ser grosera frente a ellos... No puede enseñarles a ser como ella y es inevitable no comportarse como una mierda justo delante de aquellos infantes.

Así es su vida y ni un niño la puede cambiar. Nadie.

Evaluna se justifica demasiado en sus pensamientos debido a que siempre le recuerdan quién es, pero no le preguntan por qué es así.

[...]

Después de caminar tres cuadras consigue estar frente a su trabajo.

Floristería y Detalles 
El Jardín del Edén.

Evaluna trabaja en la floristería y tienda de regalos más popular del sur de la ciudad. El negocio tiene una enorme cantidad de ventas indiscutibles y por donde quiera que miren en su interior la magia de aquel lugar atrapa a cualquiera... Por supuesto, una magia que a una trabajadora en especial no emociona.

La señora Marianela, su jefa, está abriendo apenas el local y Evaluna se aproxima para ayudarla a subir la puerta enrollable de seguridad. Su trabajadora estrella, Evaluna, últimamente es más que puntual; su chica llega antes de las siete y media, hora de inicio de la jornada de trabajo, y la acompaña a abrir la tienda, labor que no le pertenece.

Lo que no sabe Marianela es que Evaluna lo que menos quiere hacer es quedarse en su casa escuchando el llanto de su vecinito hasta que se acerque la hora de su trabajo. Ella solo quiere escapar en cuanto antes de su propio espacio personal. Es un tormento para ella que su propio espacio lo invada lo que menos le agrada: niños.

—Mi querida Eva, quita esa cara de pocos amigos y despierta tu ánimo. Recuerda sonreír y ser amable con los clientes —le señala Marianela—. Sé que te cuesta disfrazar tu mal genio, pero quiero verte fingir que el amor es todo para ti al menos en el trabajo.

Entre lunares y pieles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora