Varios meses más tarde...
Hace miles de años atrás Dios creó los cielos y la tierra. A la luz la llamó día y a las tinieblas la llamó noche. Plantó un maravilloso huerto en Edén y formó al hombre del polvo de la tierra. Dios notó que el hombre estaba solo e hizo a una mujer para que lo acompañara por el resto de su vida. Al hombre lo llamó Adán y a la mujer Eva. Podían vivir felices y libres en el paraíso, todo excepto tocar el árbol del bien y el mal en la mitad de aquel jardín. Eva, en un acto de rebelión y desobediencia, fue la primera en comer del fruto prohibido, convencida por una persuasiva serpiente cuya malicia iba por encima del bien, y luego le dio de comer a Adán. Juntos pecaron y ambos se desterraron de la felicidad como personas infelices. Se condenó las tinieblas sobre el día y, aunque aún salía el sol en el amanecer, la infinita oscuridad de la noche condenó la descendencia de la humanidad.
Miles de años más tarde, en el monte del Olimpo, ubicado en la montaña más grande de toda Grecia, en lo más profundo del inframundo, los dioses griegos disputaron nuevas creaciones y he ahí la noche sombría cambió de rumbo. Los olímpicos se perdieron mirando las estrellas y todas sus constelaciones; se dieron cuenta que el infinito universo estaba lleno de luces perfectas sobre el cielo estrellado. Para encender la vida de la humanidad marcaron lunares sobre las pieles de los mundanos para que se crearan propias constelaciones en representación y honor a la luz del infinito espacio.
Ya no solo habrá cielos de universo, sino también galaxias de pieles. Y algunos tendrán como destino descubrir la astronomía humana. Algunos habrán nacido para ser astronautas de lunares. Y yo he sido uno de los afortunados. Y tú claro que el espacio de mis aventuras.
No tenía previsto viajar hasta tus sombras, pero la arriesgada osadía me llevó hasta ellas. Y aquí estoy, perdido en tu universo, inmerso entre tus galaxias, formando constelaciones bajo la noche estrellada.
Mi nave despegó desde tu espalda hasta la media luna de tu sonrisa; la comisura de tus labios fue mi destino y, al deslizar mi nariz sobre tu cuello, descubrí que ahí se concentra más el olor a coco y vainilla de tu perfume.
Recorrí cada una de tus pecas sobre tus mejillas y, al bajar por el valle de tu nariz, volví a caer en tu boca. El agujero negro de tus pupilas me hizo entender que más allá de tus ojos se extiende un universo de planetas. Descansé en la llanura de tu frente y despegué de nuevo a tu espalda; en ella uní otros lunares y formé más constelaciones porque tu dorso es mi pequeño universo, en especial ese punto marrón y carnoso detrás de tu espalda, aplastado por el sujetador y oculto ante mis ojos; ese punto marrón me incita a liberarte incluso de tu feminidad porque quiero verte libre y desnuda; esas pequeñas agrupaciones sobre tu piel deben estar despejadas para mis ojos porque hay que fijarse bien para reconocer su belleza; cada pequeña sombra sobre tu territorio me pide que te libere de esa prisión.
Esos lunares son los puntos de mis orgasmos. Tu silueta es mi Vía Láctea; la suavidad de tu piel y tu brillante mirada es el centro gravitacional que actúa sobre mi cuerpo.
Quiero ser el dueño de ese universo y no es que sea egoísta, pero incluso pintas el cielo a tu antojo y yo lo quisiera para mí.
Tu mirada creó nuevas estrellas porque sí, eres estrella incluso de día.
Me he convertido en el mejor astronauta. El mejor navegante espacial. Y estoy perdido sobre tus lunares y, aunque no te pueda bajar la verdadera luna, te haré sentir en ella cada vez que bese un poco más abajo de mi lunar favorito... Ese que se sitúa cerca de tu labio superior, para ser exacto: esa pequeña coma que detiene mi vida; ése, mi lunar favorito.
Me he vuelto loco y tal vez esté obsesionado, pero busco indicios de vida hasta en lo más invisible. Y si encuentro una luna nueva en tu piel llevo la cuenta de todas las que he atrapado. Me sé la cuenta de memoria. No recuerdo tu piel. Recuerdo tus lunares. Incluso hasta el más pequeño y hasta la más amorfa huella. Y no tengo que buscar una lupa para localizarlos porque tengo un buen radar de planetas. Y he descubierto que eres todo mi mundo.
Porque incluso tú, mi Eva, me haces pecar con solo mirarte. Y desearía una condena de noches sumidas en tu universo... Nuestro universo, aunque un poco más mío que tuyo, por supuesto.
Te invito vivir a todos esos viajes interestelares. Hasta la luna, ida y vuelta. Siempre y cuando lo aceptes.
Somos padres de dos preciosas luces pero aún nos falta un rayito de luz más fuerte.
Evaluna, ¿aceptas adoptar un tercer y cuarto universo?
Aquella carta impresa y escrita por su amado la deja sin palabras. ¡Es la cosa más romántica y cursi que le han dedicado! Pero aquella pregunta la deja más sorprendida.
Tiene una hermosa familia compuesta por ella y tres hombrecitos. ¿Tener más integrantes es buena idea?
—Ella es Sol, es una niña traviesa pero viene con combo: su pequeño y dulce perrito Plutón.
Milán aparece cuando ella termina de leer la carta y después de besarla le entrega la fotografía; en ella se aprecia una niña morena de cabellos rizados que aparenta cuatro años y un perro blanco que de pequeño no tiene nada.
—¿En serio quieren un perro? —les pregunta ella haciéndose la dura.
—Mamá, di que sí —le insiste Isaac con sus ojitos avellanas fruncidos.
Mamá... La palabra mágica que usa inocentemente aquel niño para convencerla de cualquier cosa. Y eso que él no sabe el poder que tiene aquella palabra sobre ella. Se siente feliz de escuchar que sus pequeños la llamen así.
—Isaac...
—¡Mamá, por favor!
—Mamá, guau guau —dice el pequeño Pablito sosteniendo la foto que tenía Milán mientras le señala el perro. Sus verdosos ojos no apartan la vista de la mascota.
—¡Quiero una hermanita! —insiste Isaac.
Evaluna mira a Milán y él se encoge de hombros sonriendo victorioso. Al final son tres votos o mejor dicho: cuatro votos porque a ella también le encanta la idea.
—Está bien, vayamos por Sol y Plutón.
Ella haría hasta lo imposible por ver a su familia feliz. Y su felicidad gracias a ellos va hacia el infinito y más allá.
Hasta la luna, ida y vuelta...
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A G R A D E C I M I E N T O S
He llegado al punto final de un proyecto que, poco a poco, me ha permitido crecer en el intento de escribir e ir por más y más. Pero no obstante, el punto aquí es que quiero darles las gracias a todos mis lectores; han sido para mí el impulso de seguir y mejorar mi escritura. Agradezco toda su dedicación y paciencia por leer y esperar que subiera los capítulos. Un millón de gracias a las personas que me hacían saber cómo les parecía la historia con un lindo comentario que de verdad apreciaba porque me motivaba.
Muchas gracias a ustedes, mis lunares, los quiero mucho y espero seguir escribiendo.
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Entre lunares y pieles ©
RomanceCuerpos perdidos en universos opuestos. Una mujer con sueños rotos y un hombre con metas exitosas. Ella volvió del infierno. Él cayó del cielo. Solo una coma detiene sus vidas en un paraíso lleno de pecados. Él no se llama Adán, pero el nombre de el...