Capítulo 18: Cicatrices.

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Miércoles, 29 de agosto de 2018

—¿Quieres un helado?

El niño titubea. Su estómago está que explota de todas las palomitas que comió mientras veía una película animada. Nunca había ido al cine a su corta edad, solo veía películas repetidas en la televisión.

—Paso del helado.

—¿Vamos a las máquinas de juegos?

—¡Sí!

Pero alguien se indigna.

—¡Yo sí quiero helado!

—Oh, vamos, Eva... Seguro que Isaac también querrá un helado cuando sus energías se agoten de tanto jugar.

Evaluna ríe y acepta la oferta.

Los tres individuos se destinan al salón de videojuegos del centro comercial. Milán recarga dos tarjetas con saldo suficiente para varios juegos y le entrega una a Isaac que corre para ir a los juegos de carrera.

—¿A mí no me vas a regalar una? —le pregunta Eva cruzando sus brazos.

—Con ésta jugaremos los dos —propone Milán levantando la tarjeta en el aire.

Ambos se dirigen a la mesa de hockey al aire y comienzan a jugar. Evaluna no puede contra Milán. ¡Es imposible ganarle! Y ante varias derrotas se da por vencida.

—¿Y decías...?

—Bueno, antes era la reina de este juego. Antes de ti, claro.

—Nada mejor que ser una buena perdedora.

—¿Al menos sigue en pie lo del helado?

—Perdiste, así que tú pagas.

Aquello no estaba en los planes, pero solo es una broma. Milán no dejará que Eva pague, aunque ella le insista por su derrota.

—¡Yo también quiero jugar! —apunta Isaac apareciendo de la nada con los tickets que ha ganado en los juegos; son tantos que de seguro le tocará retirar un gran premio.

Milán le sostiene los tickets y le deja la revancha a Evaluna. Y aunque puede ganarle al niño, ella pierde a propósito. La sonrisa triunfadora de Isaac es su mayor premio.

Cuando salen de los videojuegos se destinan a la heladería y, como se suponía, Milán paga las malteadas de helado.

Algo le llama la atención a Milán. Y luego Evaluna se da cuenta de lo mismo. Entre el uno y el otro se comunican miradas preocupadas.

—Isaac, ¿qué te pasó en el cuello? —le pregunta Evaluna.

Un pequeño moratón se asoma en una parte del cuello de la camiseta del infante. Apenas se dan cuenta de aquello. E Isaac se intimida.

—Me golpeó Pablo con un juguete.

Sin embargo, ninguno le cree.

—¿Es la verdad? No tengas miedo de decirnos qué te pasó —insiste Milán.

—Es la verdad.

—¿Lo juras?

—Lo juro.

Un falso juramento. Isaac descruza el dedo índice y medio que ha oculto debajo de la mesa. Lo hace por el bien de su mamá...

¿Y por su bien?

[...]

Es muy tarde cuando los tres llegan al edificio donde por fin Evaluna regresa para habitar su departamento.

Entre lunares y pieles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora