Capítulo 10: Noche de chicas.

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Domingo, 5 de agosto de 2018

—La verdad, tienes cara de bebé.

—¿Cuántos años creíste que tenía al verme por primera vez?

—Digamos que unos dieciocho.

—¡Cuando en realidad tengo veinticuatro!

—Creo que siempre te verás más joven de lo que eres. ¿No es agradable la idea?

—No cuando la gente cree que soy menor de edad.

—A mí incluso mi madre me pone treinta —declara él. La mira por el rabillo del ojo y sonríe. Es agradable pasar tiempo con ella.

—Pues te ves mayor, tu aspecto empresarial te hace lucir como treintón. Pero aun así aparentas estar en la escala de los veinte.

—Veintisiete añitos.

Mientras aquel par camina por las calles del sur de la ciudad la noche cae sobre ellos. La cálida brisa los envuelve y las luces de los reflectores avivan la avenida. Hace casi dos semanas que ambos salen a recorrer por la ciudad como si fueran algo real. Pero ellos son los únicos que saben lo que son. 

—Por cierto, tienes cara de violador —expone ella reteniendo una carcajada y él se le queda mirando fijamente. Ambos se detienen y ella termina riendo—. Es broma.

—Pues tu carita de niña buena da una impresión diferente a la realidad... —amonesta él.

—La gente ve esta carita y dice: "¡Guao, qué ternura!" —enuncia ella mientras señala su rostro—, y no saben que detrás de mis aires de niña dulce se esconde una gran personalidad de mierda.

—No lo consideraría de esa forma. Solo tienes razones para creerte así. Y no eres una "mierda".

—Soy más que eso —replica ella comenzando a transitar. Él suspira resignado y la alcanza. Doblan una esquina de la calle y ninguno dice nada. No por mucho tiempo.

—Evaluna...

—Milán...

—No dejas que las personas te amen y eso lo puedo comprender. Pero si no quieres el amor de los demás, ámate tú misma.

—Cállate.

—Busca razones para amarte.

—Las buscaré cuando algún día sienta amor por la vida.

—¿Es depresión? —pregunta Milán y en su mente asiente. Claro, es depresión. Ella no contesta y él le toma la mano—. Puedo ayudarte.

—¿Ayudarme? ¿No querrás conseguirme una cita con el psicólogo?

Evaluna lo mira con irritación. Todo marchaba bien hasta que...

"¿Por qué lo tenía que mencionar?", se cuestiona ella en su mente.

—Podrían...

Ella separa abruptamente su mano de él y se gira.

—¡Por vida de Cristo, cierra la boca! No necesito ayuda, no necesito que alguien me libere de la "depresión". No voy a suicidarme, si es eso lo que te preocupa.

—¡No! ¡No estaba pensando eso!

Evaluna se voltea y lo enfrenta.

—¿No? Porque mis padres sí lo pensaban.

—Tus padres solo se preocupan...

—Mis padres están muertos. Y no quiero hablar de ellos. Solo te diré que murieron hace tres años y yo aún sigo viva. ¿No crees que, después de eso, de todas formas me hubiera querido suicidar?

Entre lunares y pieles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora